EL VERADADERO MOVIMIENTO ESTUDIANTIL ESTA FUERA DE LAS AULAS Y CON EL PUEBLO
Por Nairbis Sibrian
Si bien es cierto que el movimiento estudiantil venezolano de los años 80 irrumpe desde los liceos y escuelas técnicas para consolidarse posteriormente en las universidades, reclamando una serie de necesidades básicas e indispensables para el desarrollo, no sólo académico sino, económico y social del país; los años posteriores existió una despolitización– sin dejar por ello de ser una estrategia política – de los espacios académicos, llegando a estigmatizar de flojera y ociosidad a la militancia estudiantil, fueron muy pocos los ámbitos que quedaron para el debate, la educación se desvinculó de los problemas sociales y la universidad le dio la espalda al pueblo.
A partir de las políticas públicas, en materia de educación, impulsadas por el Gobierno Bolivariano emerge un nuevo sistema educativo, paralelo al existente, destinado a solventar esas necesidades que reclamaba el movimiento estudiantil otrora, así como también generar ciertas particularidades que propician el nacimiento de otra forma de resistencia estudiantil, ya no supeditada a una ciudad universitaria ni en contra de un Estado represor, sino combatiente de un sistema social heredado de 40 años de falsa democracia y transculturación.
Las misiones sociales educativas responden a muchas de las exigencias de las luchas universitarias anteriores, al tiempo que generan una serie de condiciones para dar paso a un movimiento estudiantil popular con características particulares que lo diferencian de las experiencias previas. Quienes estudian en cualquiera de los programas de las misiones educativas pertenecían a aquella población flotante que nunca pudo acceder a la educación formal por una serie de restricciones, aparentemente naturales del sistema pero, totalmente intencionadas a excluir a la mayoría del pueblo venezolano de la educación. Por tanto, los estudiantes de las Aldeas y Universidades Bolivarianas son, al mismo tiempo, trabajadores, obreros, campesinos que se encuentran vinculados a una serie de movimientos sociales populares externos a las cuatro paredes del aula de clase y que le permiten a este movimiento estudiantil – aún incipiente pero significativo – mantener un vínculo constitutivo y constituyente con la comunidad. De modo que estas condiciones generan particularidades conducentes a la construcción colectiva desde múltiples espacios no reducidos a los meramente académicos, así como también plantean un reto mayor pues la lucha es contra un modelo de sociedad caracterizado por la anestesia social y la supresión de todo conflicto transformador.
Bajo el propósito, del Gobierno Bolivariano, de municipalizar la educación, nace la Aldea Universitaria de Bruzual en el estado Yaracuy a partir del año 2003, siendo la primera casa de estudios a nivel superior de la ciudad de Chivacoa, actualmente cuenta con una población estudiantil de 1800 alumnos en un municipio con más de 50 mil habitantes; lo cual, en términos demográfico, es un ínfimo impacto pero cualitativamente valioso. Se ofrecen 13 programas de formación de grado tales como: Estudios Jurídicos, Gestión Social, Gestión Ambiental, Comunicación Social, Educación, Enfermería, Medicina Integral Comunitaria, Actividad Física y Salud, así como programas técnicos entre las que destacan: Agroalimentaria, Mecánica, Sistema y Administración y Gestión.; todos con un eje curricular diseñado para la articulación de proyectos con las comunidades y movimientos sociales desde el primer día de clases.
Asimismo, dentro de esta Aldea Universitaria hacen vida algunos colectivos estudiantiles tales como: EGE Rebelión Estudiantil, Misión Revolucionaria, Danilo Anderson, entre otros, los cuales se encargan de realizar trabajos comunitarios de capacitación y fortalecimiento al poder popular, recientemente han logrado reivindicaciones laborales para trabajadores administrativos y de limpieza de la Aldea, así como también organizan actividades culturales y deportivas. Es importante destacar que la mayoría de sus integrantes, además de la militancia estudiantil, pertenecen a Concejos Comunales, Comités de Tierra Urbana, Comités de Agua, Organizaciones Comunitarias de Vivienda, lo cual les permite junto a los diferentes programas de estudio promover la participación y la inclusión de todos los sectores de la sociedad a la vida académica o, mejor dicho, permiten que la educación se propague en todos los sectores y en todos los espacios. Por ejemplo, un proyecto comunitario de vivienda para el municipio puede ser diseñado por estudiantes de Gestión Social, Sistemas, Mecánica, Gestión Ambiental o cualquier otro programa de formación, porque ellos son y serán los habitantes de la zona donde se construirán las casas.
Por otro lado, los estudiantes de Medicina Integral Comunitaria organizan, junto a la Misión Barrio Adentro, numerosas jornadas de atención médica en todo el municipio, al tiempo que aplican programas de prevención sanitaria, quienes estudian Comunicación Social mantienen constante relación con los Medios Alternativos y Comunitarios de la zona y el Programa de Formación de Educadores diseña proyectos de investigación aplicables en los liceos y escuelas bolivarianas.
De modo que se trata de la concreción de un proyecto integral de sociedad que, a través de la educación popular, lucha paralelamente por ir desplazando el modelo educativo anacrónico y capitalista caracterizado por la desvinculación y desarticulación de las comunidades en sus formas de aprendizaje y cuyas prácticas se encuentran enquistadas en el seno mismo de la sociedad. En las Aldeas y Universidades Bolivarianas existe un movimiento estudiantil emergente, pero que no tiene ni puede tener las características de los movimientos estudiantiles precedentes, es un movimiento que se esparce al exterior de los recintos académicos en vez de concentrarse en los patios y atrincherarse en los jardines de las instalaciones universitarias. Es un movimiento que va de la mano con el pueblo y se mimetiza con otras luchas sociales, es un movimiento que se cose y descose, constantemente, para no caer en el mismo error de anclarse en el personalismo y las prácticas burguesas, que reconoce la existencia de necesidades no cubiertas pero que al mismo tiempo entiende que esa es también su responsabilidad.
Tal es el reto de la Revolución Bolivariana y esta es quizá la única oportunidad que tiene el movimiento estudiantil popular de practicar la construcción colectiva emancipadora capaz de generar una nueva subjetividad que sustente el proyecto socialista de una patria nueva. Si bien es cierto que se trata del inicio de un largo camino por recorrer, pues la batalla muchas veces es al interior de las propias instituciones del Estado, de los propios espacios aparentemente ganados por la revolución, y al interior del propio ser humano; esta es una oportunidad única e irrepetible que ineludiblemente hay que defender.
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