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lunes, 30 de mayo de 2011

JCV en Cuba: Quienes están con la Revolución Bolivariana son la mayoría

Brenda Loyola Juventud Rebelde

Por 12 años la República Bolivariana de Venezuela ha construido caminos enfocados hacia la justicia social y un desarrollo económico sustentable, dos de los principales derroteros de la Revolución.

La Juventud Comunista de Venezuela (JCV), como su Partido, no está ajena a esos propósitos.

Así lo confirmó Héctor Rodríguez, secretario general de esa agrupación política, quien acompañado por una delegación de 14 jóvenes visitó nuestro diario para escuchar y también relatar los sueños que mueven a quienes son mayoría entre la juventud venezolana.

Héctor sostuvo que un grupo numeroso de jóvenes se encuentran enfrascados en la profundización de la Revolución Bolivariana, proceso que avanza y que necesita el apoyo y cuidado diarios para crecer sano y fuerte.

Sin embargo, existen otros que menosprecian ese noble objetivo, manipulados por el egoísmo y el discurso reaccionario de una oposición que representa los intereses del imperialismo, el cual no renuncia a su voraz política de dominación. Ellos no son mayoría

«En Venezuela hay una contrarrevolución que está siendo financiada y dirigida por Estados Unidos y que utiliza entre sus tácticas la manipulación de diferentes segmentos de la juventud, y sobre todo, de estudiantes de las universidades privadas» denunció Héctor.

Por lo general estos jóvenes, que pasan cursos y becas en Estados Unidos, intentan boicotear el avance del proyecto nacional de liberación que se lleva a cabo en la nación sudamericana, con la ayuda de medios de comunicación que también representan los intereses de Washington, explicó.

«Pero la mayoría estamos librando otras batallas», aseveró, y entre ellas mencionó la municipalización de la educación, garantizar la asignación justa de los presupuestos, la transformación de los actuales gremios de representación estudiantil para lograr la participación activa de los estudiantes en la lucha por la defensa de sus derechos, y la batalla por los cambios que deben generarse en los programas de estudio.

Interrogado sobre el llamado a conformar un Polo Patriótico que permita unir las fuerzas a favor del socialismo y del cambio en Venezuela, dijo que recientemente el Partido Comunista se ha unido a esa iniciativa del presidente Hugo Chávez.

«Estamos trabajando de manera que se garantice la decisión colectiva, la amplitud y la democracia interna dentro del Polo. Para lograrlo desarrollamos una serie de discusiones y debates con el fin de sumar voluntades en la lucha contra el imperialismo, que es nuestro enemigo principal», apuntó Héctor, quien aseguró que la juventud cumple un importante papel, desde su trinchera, para garantizar el triunfo de Chávez en las próximas elecciones presidenciales, las cuales se realizarán en 2012.

El joven afirmó que se mantienen alertas ante los persistentes planes de la ultraderecha de derrocar al líder indiscutible de la Revolución Bolivariana.

«Los riesgos siempre van a existir. Estamos ante un enemigo muy poderoso, que sabe que nuestro país tiene las principales reservas energéticas del mundo, y que se va a valer de cualquier medio para impedir que nuestro proceso siga en pie, un proceso que a lo largo de 12 años nos ha permitido recuperar la soberanía de nuestros recursos».

Héctor también comentó sobre el trabajo que realizan los jóvenes venezolanos dentro de las filas de la Federación Mundial de Juventudes Democráticas (FMJD).

«Como parte de los preparativos de la 18va. Asamblea General de la Federación Mundial de Juventudes Democráticas —que tendrá lugar en Venezuela— hemos desarrollado seminarios en los que condenamos el establecimiento de bases militares estadounidenses en nuestra región, además de estudiar la posibilidad de la enseñanza gratuita para todos los centros de estudio. Ahora estamos realizando una intensa campaña por dotarnos de una nueva ley de universidades, que permita a los jóvenes acceder al sistema de enseñanza universitaria de forma más masiva y democrática».

Fue fácil adivinar en los rostros del grupo que visitó Juventud Rebelde la admiración y el respeto que sienten por Cuba.

«Ha sido emocionante palpar la realidad del pueblo cubano, el trabajo que realizan la UJC y las organizaciones de masas, conocer las opiniones de la gente. Para nosotros, Cuba es el principal referente en aras de alcanzar una sociedad justa. Sabemos que la clase obrera cubana está al frente de las luchas que lleva a cabo el pueblo y queremos nutrirnos de sus 50 años de Revolución», expresó.

Fuente: Juventud Rebelde

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Los venezolanos salen a las calles en defensa de la soberanía nacional

Prensa Latina

Miles de personas recorren hoy las avenidas caraqueñas en defensa de la soberanía nacional y para repudiar las represalias de Estados Unidos contra la empresa Petróleos de Venezuela (Pdvsa) por sus relaciones comerciales con Irán.

Tal como estaba previsto, la concentración comenzó a las 9:00 hora local desde la Plaza Sucre de Catia (oeste de la capital) rumbo a la Plaza O'Leary, sede del acto central de la jornada.

Trabajadores de diferentes sectores, organizaciones indígenas, estudiantes, jubilados y mujeres, entre otras personas procedentes de todos los estados del país, concurrieron al punto de partida de la manifestación desde las primeras horas de la mañana.

Consignas como la tradicional "Uh, ah, Chávez no se va" y otras como "Con Pdvsa no te metas, a mi patria se respeta" corean los venezolanos en la denominada Gran Marcha por la Soberanía, la cual inició con la entonación del himno nacional.

Prensa Latina comprobó las muestras de solidaridad con la principal empresa del país suramericano y de rechazo a las medidas punitivas anunciadas por Washington.

"Hoy el pueblo está unido porque no va a permitir la injerencia yanki ni que se apoderen de nuestro petróleo", aseveró a esa agencia el jubilado Frank Quevedo.

Mientras, Enrique Rafael Urdina, también se pronunció a favor del derecho del Gobierno de establecer vínculos con cualquier nación del planeta.

Estamos marchando para demostrarle al imperio y al mundo que estamos con nuestro país y con Chávez, el único presidente que le ha dado al pueblo lo que ninguno antes dio," indicó el trabajador, quién asistió al desfile acompañado de su hijo pequeño.

Similares opiniones expresaron el resto de los movilizados, quienes coinciden, además, que la decisión de la Casa Blanca es una nueva agresión al país y evidencia el claro interés de apoderarse del petróleo nacional.

En tanto, el presidente Hugo Chávez saludó vía twitter las manifestaciones populares en defensa de Pdvsa y la autonomía venezolana.

"Tremenda marcha! Ese es el poder popular! Es la llamarada Patria! Venezuela se respeta!" escribió el jefe de Estado desde su cuenta en la red social.

Chávez cedió el espacio de su programa dominical Aló Presidente, con 12 años en el aire, a la cobertura total de la jornada de repudio.

Los vicepresidentes Rafael Ramírez y Ricardo Menéndez encabezan la marcha junto a los diputados Fernando Soto, Aristóbulo Istúriz y otros altos dirigentes del Ejecutivo y el gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela.

El subsecretario norteamericano de Estado, James Steinberg, dijo el martes último que las medidas contra Caracas se originan por realizar negocios con Irán, en violación de las prohibiciones fijadas por Washington.

A Pdvsa la acusa de entregar "al menos dos cargamentos" de un producto que mezclado con el petróleo mejora la calidad de la gasolina, lo cual Venezuela negó en varias oportunidades.

Steinberg anunció sanciones adicionales para firmas de China, Siria y Belarús por actividades de proliferación nuclear que involucraron tanto a Irán como a Corea Democrática.

Organizaciones como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, el Parlamento Amazónico Internacional y los estados de Bolivia, Cuba y Ecuador se sumaron al repudio y coincidieron que la medida viola los principios fundamentales de la Carta de Naciones Unidas.

Fuente: http://www.prensa-latina.cu/index.php?option=com_content&task=view&id=292418&Itemid=1

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La Primavera Árabe de 2011

Samir Amin Rebelión

Traducido para Rebelión por S. Seguí y Caty R.

El año 2011 comenzó con una serie de explosiones de ira atronadoras de los pueblos árabes. ¿Va a dar inicio, con la primavera, una segunda fase del despertar del mundo árabe? ¿O bien estas revueltas van a ser pisoteadas y al final abortadas, como sucedió en el primer momento evocado en mi libro L’éveil du Sud (El despertar del Sur)? En el primer caso, los progresos registrados en el mundo árabe serán necesariamente parte del movimiento de superación del capitalismo y el imperialismo en todo el mundo. Su fracaso mantendría al mundo árabe en su estado actual de periferia dominada, que le impediría erigirse en agente activo de la configuración del mundo.

Siempre es peligroso generalizar cuando se habla del mundo árabe, en la medida en que se ignora así la diversidad de las condiciones objetivas que caracterizan a cada país dentro de este conjunto. Por consiguiente, centraré mis siguientes reflexiones en Egipto, país del que podemos reconocer sin dificultad el importante papel que siempre ha desempeñado en la evolución general de la región.

Egipto fue el primer país de la periferia del capitalismo mundial que intentó «emerger». Mucho antes que Japón y China, desde principios del siglo XIX, Mohamed Alí había diseñado e implementado un proyecto de renovación de Egipto y sus vecinos en el Mashreq árabe. Esta experiencia de gran envergadura duró dos tercios del siglo XIX y sólo perdió fuerza al final de la segunda mitad del reinado del Jedive Ismail Pachá, durante la década de 1870. El análisis de su fracaso no puede ignorar la violencia de la agresión externa a cargo de la gran potencia del capitalismo industrial de la época, Gran Bretaña. En dos ocasiones, 1840 y más tarde en la década de 1870 al tomar el control de las finanzas de Egipto, y por último con la ocupación militar en 1882, Inglaterra persiguió con obstinación su objetivo: abortar el surgimiento de un Egipto moderno. Sin duda el proyecto egipcio tenía sus límites, los que definen la época, puesto que fue, obviamente, un proyecto de emergencia en y por el capitalismo, a diferencia del proyecto del segundo intento egipcio (1919-1967), sobre el que volveré más adelante. Sin lugar a dudas las contradicciones sociales específicas del proyecto, como las ideas políticas y las bases ideológicas y culturales en las que se desarrolló, comparten la responsabilidad del fracaso. El hecho es que sin la agresión del imperialismo estas contradicciones probablemente podrían haberse superado, como sugiere el ejemplo japonés.

Este Egipto emergente derrotado fue sometido durante casi cuarenta años (1880-1920) al estado de periferia dominada, cuyas estructuras se volvieron a diseñar completamente para ajustarse al modelo de acumulación capitalista-imperialista de la época. La regresión impuesta golpeó, más allá del sistema de producción del país, sus estructuras políticas y sociales, y siempre trató de reforzar las concepciones ideológicas y culturales retrógradas y reaccionarias útiles para mantener al país en su condición de subordinación.

Egipto, es decir, su pueblo, sus élites, la nación que representa, nunca ha aceptado esta condición. Esta obstinada negativa motivó una segunda oleada de movimientos de carácter ascendente y que cubrió el siguiente medio siglo (desde 1919 hasta 1967.

En efecto, entiendo este período como un tiempo de lucha continua y avances importantes. El objetivo era triple: democracia, independencia nacional y progreso social. Estos tres objetivos –por limitadas y confusas que hayan sido en ocasiones sus formulaciones– son inseparables. Esta interconexión de los objetivos es de hecho la expresión de los efectos de la integración del Egipto moderno en el sistema del capitalismo imperialista globalizado de la época. En esta lectura, el capítulo abierto por la cristalización nasserista (1955-1967) no es otra cosa que el último capítulo de este tiempo largo de flujo ascendente de las luchas inaugurado por la revolución de 1919-1920.

El primer momento de este medio siglo de progresión de las luchas de emancipación en Egipto tiene como objetivo –con la formación del partido Wafd en 1919– la modernización política, mediante la adopción de una forma burguesa de democracia constitucional, y la recuperación de la independencia. La forma democrática imaginada permitía un avance de la secularización –no era plenamente laica– simbolizada por la bandera, que ostentaba una combinación de la media luna y la cruz (bandera que ha reaparecido en los acontecimientos de enero y febrero de 2011). Las elecciones «normales» permitían en esa época no sólo la elección de coptos por parte de mayorías musulmanas, sino también el ejercicio de altos cargos del Estado por estos mismos coptos, sin que esto plantease problemas.

Toda la fuerza del poder británico, con el apoyo activo del bloque reaccionario compuesto por la monarquía, los terratenientes y los campesinos ricos, se empleó en el intento de hacer retroceder los avances democráticos del Egipto wafdista. La dictadura de Sedki Pachá en la década de 1930 (que abolió la constitución democrática de 1923) se enfrentó al movimiento estudiantil, que en esa época era la vanguardia de las luchas democráticas antiimperialistas. No es casualidad que, para reducir el peligro, la embajada británica y el palacio real apoyaran activamente la creación de los Hermanos Musulmanes (1927), grupo inspirado en el pensamiento islamista en su arcaica versión salafista wahabí formulada por Rachid Reda, es decir, la versión más reaccionaria –antidemocrática y en contra del progreso social– del nuevo Islam político.

Ante la conquista de Etiopía por Mussolini y la posibilidad de una guerra mundial, Londres se vio obligado a hacer concesiones a las fuerzas democráticas, lo que permitió el regreso de los wafdistas en 1936 y la firma del Tratado anglo-egipcio del mismo año; un Wafd, dicho sea de paso, mucho más «prudente» que en su época anterior. La Segunda Guerra Mundial constituyó una especie de paréntesis. Pero el flujo ascendente de las luchas se reanudó, a partir del 21 de febrero de 1946, con la creación del bloque obrero-estudiantil, fortalecido en su radicalización por la aparición de los comunistas y el movimiento obrero. Una vez más, las fuerzas de la reacción egipcia, con el apoyo de Londres, se opusieron violentamente y movilizaron a los Hermanos Musulmanes en apoyo de una segunda dictadura de Sedki Pachá, aunque sin conseguir silenciar el movimiento. Con el Wafd de regreso al gobierno, su denuncia del Tratado de 1936 y el comienzo de la guerrilla en la zona del Canal aún ocupada, sólo pudieron ser derrotados por el incendio de El Cairo (1951), una acción en la que estuvieron involucrados los Hermanos Musulmanes.

El primer golpe de Estado de los oficiales libres (1952), pero sobre todo el segundo con la toma del poder por Gamal Abdel Nasser (1954), coronó este periodo de flujo ascendente de las luchas, según algunos, o acabó con ellas, según otros. El nasserismo sustituyó la lectura que propuse del despertar egipcio por un discurso ideológico que borraba de un plumazo toda la historia de los años 1919-1952 hasta poner como fecha inicial de la revolución egipcia julio de 1952. En ese momento, muchos de los comunistas habían denunciado este discurso y entendían que los golpes de 1952 y 1954 tenían como objetivo acabar con la radicalización del movimiento democrático. No se equivocaban, porque el nasserismo sólo cristalizó como proyecto antiimperialista después de Bandung (abril 1955). En ese momento, el nasserismo realizó lo que podía ofrecer: una postura internacional resueltamente antiimperialista (asociada con los movimientos panárabe y panafricano) junto a reformas sociales progresistas (pero no socialistas). Todo ello, organizado de arriba abajo, no sólo sin democracia (prohibición de que las clases populares se organizasen para y por sí mismas), sino suprimiendo toda forma de vida política. El vacío así creado invitaba al llamado Islam político a llenarlo. Así el proyecto agotó su potencial progresista en un corto período de tiempo: diez años, desde 1955 hasta 1965. La pérdida de impulso ofreció al imperialismo, ahora dirigido por Estados Unidos, la oportunidad de quebrar el movimiento mediante la movilización de su instrumento miliar regional: Israel. La derrota de 1967 marcó el final de este avance de medio siglo. El reflujo lo inició el propio Nasser, eligiendo para ello el camino de las concesiones a la derecha (la infitah, es decir, la apertura, entendida como apertura a la globalización capitalista) en lugar de la radicalización por la que lucharon, entre otros, los estudiantes (cuyo movimiento ocupó un lugar central en 1970, poco antes y después de la muerte de Nasser). Su sucesor, Anuar Sadat, acentuó la deriva a la derecha e integró a los Hermanos Musulmanes en su sistema autocrático. Mubarak seguiría después la misma línea.

El siguiente período de reflujo (1967-2011) abarca casi medio siglo. Egipto, sujeto a las exigencias del liberalismo globalizado y a las estrategias de Estados Unidos, dejó de existir como agente activo a escala regional e internacional. En la región, los principales aliados de Estados Unidos –Arabia Saudí e Israel– ocuparon el centro de la escena. Israel pudo así avanzar por la vía de la expansión de su colonización de la Palestina ocupada, con la complicidad de Egipto y los países del Golfo.

El Egipto de Nasser había establecido un sistema económico y social criticable pero coherente. Nasser optó por la industrialización como medio de superación de la especialización internacional impuesta por el colonialismo, que limitaba al país al papel de exportador de algodón. Este sistema industrializador potenció una distribución del ingreso en beneficio de las clases medias en expansión, sin que ello significara el empobrecimiento de las clases populares. Sadat y Mubarak procedieron al desmantelamiento del sistema productivo egipcio, que fue sustituido por otro completamente incoherente, basado exclusivamente en la búsqueda de rentabilidad de las empresas, en su mayoría subcontratistas del capital de los monopolios imperialistas. Las tasas de crecimiento supuestamente elevadas de Egipto, alabadas desde hace treinta años por el Banco Mundial, no tienen ningún significado. El crecimiento egipcio es extremadamente vulnerable, y además ha ido acompañado de un increíble aumento de la desigualdad y el desempleo, que afecta a la mayoría de los jóvenes. La situación era explosiva... y explotó.

La aparente estabilidad del régimen que Washington tanto elogiaba se basaba en una maquinaria policíaca monstruosa (1.200.000 hombres frente a sólo 5.000.000 en el ejército), que perpetraba el abuso criminal cotidiano. Las potencias imperialistas afirmaban que este régimen protegía a Egipto de una alternativa islamista, lo que no es más que una burda mentira. De hecho, el régimen había incorporado plenamente al Islam político reaccionario (según el modelo wahabí del Golfo) en su sistema de poder, al concederle la gestión de la educación, la justicia y los grandes medios (la televisión en particular). El único discurso permitido era el asignado a las mezquitas salafistas, lo que les proporcionaba la ficción de intentar presentarse como la oposición. La duplicidad cínica del discurso del establishment estadounidense (y en este sentido Obama no es diferente de Bush) sirve perfectamente a sus objetivos. El apoyo de facto al Islam político destruye la capacidad de la sociedad para hacer frente a los desafíos del mundo moderno (que está detrás de la degradación catastrófica de la educación y la investigación), mientras que la denuncia ocasional de sus abusos (el asesinato de coptos, por ejemplo) sirve para legitimar las intervenciones militares de Washington, dedicado a la llamada «guerra contra el terrorismo». El régimen egipcio podía parecer tolerable mientras funcionó la válvula de seguridad de la emigración masiva de las clases medias y bajas a los países petroleros. El agotamiento de este sistema (la sustitución de trabajadores de los países árabes por inmigrantes asiáticos) ha llevado al resurgimiento de las resistencias. Las huelgas obreras de 2007 –las más importantes del continente africano en 50 años–, la resistencia obstinada de los pequeños agricultores amenazados de expropiación por parte del capitalismo agrario, la formación de círculos de protesta democrática en las clases medias (los movimientos Kefaya y Seis de abril) anunciaban la inevitable explosión, que los egipcios esperaban aunque sorprendiera a los llamados observadores internacionales. Estamos entrando pues a una nueva fase de aumento de las luchas de liberación, de las que tendremos que analizar su dirección y desarrollo.

Los componentes del movimiento democrático

La revolución egipcia en curso ilustra la posibilidad del anunciado fin del sistema neoliberal, objeto de cuestionamiento en todas sus dimensiones: política, económica y social. Este masivo movimiento del pueblo egipcio combina tres componentes activos: los jóvenes «repolitizados» por propia voluntad y en formas «modernas» que ellos mismos han inventado, las fuerzas de la izquierda radical y las fuerzas reunidas por los demócratas de clase media.

Los jóvenes (en torno a un millón de activistas) han sido la punta de lanza del movimiento. A ellos se unieron de inmediato la izquierda radical y los demócratas de clase media. Los Hermanos Musulmanes, cuyos dirigentes habían llamado a un boicot de las protestas los primeros cuatro días (persuadidos de que la represión las barrería) sólo aceptaron el movimiento más tarde, cuando la llamada, oída por todo el pueblo egipcio, había producido ya grandes movilizaciones de 15 millones de manifestantes.

Los jóvenes y la izquierda radical persiguen tres objetivos comunes: la restauración de la democracia (fin del régimen militar y policial), la instauración de una nueva política económica y social favorable a las clases populares (ruptura con las exigencias del liberalismo globalizado) y una política internacional independiente (ruptura con la sumisión a las exigencias hegemónicas de Estados Unidos y al despliegue de su control militar sobre el planeta). La revolución democrática a la que convocan es una revolución democrática, antiimperialista y social. Aunque el movimiento juvenil sigue diversificado en su composición social y sus expresiones políticas e ideológicas, en su conjunto se sitúa a la izquierda. Las rotundas manifestaciones espontáneas de simpatía con la izquierda radical dan testimonio de su orientación.

Globalmente, las clases medias se ubican en torno a un único objetivo de democracia, sin poner necesariamente en cuestión el mercado en su estado actual o el alineamiento internacional de Egipto. No debemos ignorar el papel de un grupo de blogueros que participan –a sabiendas o no– en una verdadera conspiración organizada por la CIA. Sus dirigentes son en su mayoría jóvenes de clase alta, americanizados en extremo, que sin embargo adoptan la pose de contestatarios contra las dictaduras existentes. El tema de la democracia, en una versión impuesta manipulada por Washington, domina sus intervenciones en la red. Con ello participan en la cadena de actores de las contrarrevoluciones orquestadas por Estados Unidos, bajo el disfraz de revoluciones democráticas, según el modelo de las revoluciones de colores de Europa del Este.

Sin embargo sería erróneo sacar la conclusión de que este complot es la causa de las revueltas populares. La CIA sigue tratando de torcer el sentido del movimiento, de alejar a los militantes de sus objetivos de transformación social progresista y encaminarlos hacia otros terrenos. Las posibilidades de éxito de este complot son altas si el movimiento en su conjunto fracasa en la construcción de convergencias entre sus diferentes componentes, en la identificación de objetivos estratégicos comunes y en la invención de formas de organización y acción efectivas. Hay ejemplos de este fracaso en Filipinas e Indonesia, por ejemplo. Es interesante señalar aquí que nuestros bloggers, que se expresan en inglés en vez de árabe, lanzados en defensa de la democracia a la americana, exponen con frecuencia argumentos de legitimación de los Hermanos Musulmanes.

La llamada a la protesta que hicieron los tres componentes activos del movimiento captó rápidamente los oídos de todo el pueblo egipcio. La represión, de una violencia extrema los primeros días (más de un millar de muertos) no desanimó a los jóvenes y sus aliados (que en ningún momento llamaron en su ayuda a las potencias occidentales como hemos visto en otros lugares). Su coraje fue el factor decisivo que llevó la protesta a todos los barrios de las ciudades, grandes y pequeñas, y pueblos; quince millones de manifestantes de manera permanente, durante días y días (y a veces noches). Este éxito político fulminante tuvo sus efectos: el miedo había cambiado de bando. Hillary Clinton y Obama descubrieron entonces que tenían que abandonar a Mubarak, a quien hasta entonces habían apoyado, mientras que los líderes del ejército salían del silencio, se negaban a tomar el relevo de la represión –poniendo a salvo así su imagen– y finalmente deponían a Mubarak y a algunos de sus principales secuaces.

La generalización del movimiento a todo el pueblo egipcio es en sí misma un reto positivo. Pues este pueblo, como todos los demás, está lejos de formar un conjunto homogéneo. Algunos de los segmentos que lo componen refuerzan, sin duda, la perspectiva de una radicalización posible. La entrada en la lucha de la clase trabajadora (alrededor de 5 millones de trabajadores) puede ser decisiva. Los trabajadores en lucha en las numerosas huelgas han hecho avanzar las formas de organización iniciadas en 2007. En la actualidad ya hay más de de cincuenta sindicatos independientes. La tenaz resistencia de los pequeños agricultores a las expropiaciones, que se ha hecho posible gracias a la cancelación de la ley de Reforma Agraria (los Hermanos Musulmanes en el parlamento votaron a favor de leyes injustas, argumentando que la propiedad privada es sagrada para el Islam y que la reforma agraria está inspirada por el demonio comunista), también contribuye a la radicalización del movimiento. Sin embargo queda una enorme masa de pobres que participaron activamente en los acontecimientos de febrero de 2011 y que se encuentran a menudo en los comités populares formados en los barrios para defender la revolución. Estos pobres pueden dar la impresión (por las barbas, los velos, la vestimenta) de que el país profundo es islámico o está movilizado por los Hermanos Musulmanes. De hecho su aparición en la política se impuso al liderazgo de la organización. Así pues, se ha dado ya la señal de salida a la carrera: ¿quién conseguirá formular alianzas eficaces con las masas desorientadas, y eventualmente «encuadrarlas», término que personalmente rechazo: los Hermanos y sus islamistas asociados (salafistas) o la alianza democrática?

Se están dando pasos significativos en la construcción de un frente unido de fuerzas democráticas y trabajadores. Cinco partidos de orientación socialista, el Partido Socialista Egipcio, la Alianza Popular Democrática –en su mayor parte ex miembros del partido Tagammu– el Partido Democrático de los Trabajadores, el trotskista Partido Socialista Revolucionario y el Partido Comunista egipcio, ex componente de Tagammu, formaron en abril de 2011 una alianza de las fuerzas socialistas y se comprometieron a continuar luchando en conjunto a través de ella.

Mientras tanto se ha formado un Consejo Nacional (Maglis Watany) constituido por todas las fuerzas políticas y los actores del movimiento (partidos de orientación socialista, diversos partidos democráticos, sindicatos independientes, organizaciones campesinas, redes de jóvenes y numerosos grupos sociales.) Los Hermanos Musulmanes y los partidos de derecha se han negado a participar en este Consejo, reafirmando lo que ya sabemos: su oposición a la continuación del movimiento. El Consejo reúne aproximadamente a 150 miembros.

Frente al movimiento democrático, el bloque reaccionario

Al igual que en el pasado período de crecimiento de las luchas, el movimiento democrático antiimperialista y social se enfrenta en Egipto a un bloque reaccionario de gran poder. Este bloque puede identificarse en términos de sus componentes sociales (de clases, obviamente), pero también debe identificarse en relación con los que definen sus medios de acción política y el discurso ideológico al servicio de dicha acción.

En términos sociales, el bloque reaccionario está dirigido por la burguesía egipcia en su conjunto. Las formas de acumulación dependiente de los últimos 40 años han propiciado la aparición de una burguesía rica, beneficiaria exclusiva de la desigualdad escandalosa que acompaña a este modelo liberal-globalizado. Se trata de decenas de miles no de empresarios creativos –como el discurso del Banco Mundial los presenta– sino de millonarios y multimillonarios que deben su fortuna, todos ellos, a su connivencia con el aparato político (la corrupción es un componente orgánico del sistema). Esta burguesía compradora (en el actual lenguaje político de Egipto la gente los llama parásitos corruptos) apoya activamente la inclusión de Egipto en la globalización imperialista contemporánea y es aliada incondicional de Estados Unidos.

Esta burguesía tiene en sus filas a muchos generales del ejército y la policía, a civiles vinculados con el Estado y el partido gobernante (Nacional Democrático), creado por Sadat y Mubarak, a religiosos (los líderes de los Hermanos Musulmanes y los jeques de Al-Azhar, todos ellos multimillonarios). Ciertamente, todavía hay burguesía compuesta de pequeños y medianos empresarios activos. Pero éstos también son víctimas del sistema de extorsión creado por la burguesía compradora, y están con frecuencia reducidos a la condición de subcontratistas dominados por los monopolios locales, que a su vez son correas de transmisión de los monopolios extranjeros. En el sector de la construcción hay un principio casi universal: los «grandes» consiguen las adjudicaciones de obras, que luego subcontratan a los «pequeños». Esta burguesía de empresarios emprendedores ve con verdadera simpatía el movimiento democrático.

La vertiente rural del bloque reaccionario no es menos importante. Se compone de campesinos ricos que han sido los principales beneficiarios de la reforma agraria nasserista, y que sustituyeron a la antigua clase de los grandes terratenientes. Las cooperativas agrícolas creadas por el régimen nasserista asociaban a los pequeños agricultores y los campesinos ricos, con un funcionamiento que beneficiaba principalmente a éstos. Sin embargo, el régimen tomaba medidas para limitar los posibles perjuicios a los pequeños agricultores. Más tarde, estas medidas fueron abandonadas por Sadat y Mubarak, por recomendación del Banco Mundial, y el campesinado rico aceleró la desaparición de los pequeños agricultores. Los campesinos ricos siempre han sido una clase reaccionaria en el moderno Egipto, y ahora lo son más que nunca. También son el apoyo principal del Islam conservador en el campo y, a través de su estrecha relación (a menudo familiar) con los representantes del aparato del Estado y la religión, (Al Azhar es el equivalente de una iglesia musulmana organizada) dominan la vida social rural. Además gran parte de las clases medias urbanas (no sólo los oficiales del ejército y la policía, sino también los tecnócratas y profesionales) han surgido directamente del campesinado rico.

Este bloque social reaccionario dispone de instrumentos políticos a su servicio: el ejército y la policía, las instituciones del Estado, un partido político privilegiado –el Partido Nacional Democrático, creado por Sadat, y partido único de facto–, el aparato religioso (con su centro en Al Azhar) y las corrientes del Islam político (los Hermanos Musulmanes y los salafistas).

La ayuda militar concedida por Estados Unidos al ejército egipcio (1.500 millones de dólares anuales) nunca estuvo destinada a fortalecer la capacidad defensiva del país, sino, al contrario, a aniquilar este peligro mediante la corrupción sistemática, no sólo conocida y tolerada sino también apoyada de manera positiva, con auténtico cinismo. Esta supuesta ayuda ha permitido a los oficiales de más alto rango apropiarse de grandes sectores de la economía egipcia compradora, hasta el punto de que en Egipto se habla de la sociedad anónima-militar (Sharika al geish).

El mando del ejército que ha tomado la responsabilidad de dirigir el período de transición no es por lo tanto neutral, aunque haya tomado la precaución de parecerlo, al desvincularse de la represión. El gobierno civil a sus órdenes (cuyos miembros han sido nombrados por el alto mando), integrado en parte por hombres del antiguo régimen elegidos entre las personas de más bajo perfil, ha tomado una serie de medidas perfectamente reaccionarias para frenar la radicalización del movimiento.

Entre estas medidas figura una perversa legislación contra la huelga, so pretexto de reactivar la economía; además de una ley que impone severas restricciones a la formación de partidos políticos a fin de permitir la entrada en el juego electoral únicamente a las corrientes del Islam político (los Hermanos Musulmanes en particular) ya bien organizadas gracias al apoyo sistemático del régimen anterior. Y sin embargo, a pesar de todo esto, la actitud del ejército sigue siendo en última instancia impredecible. Porque, a pesar de la corrupción de sus cuadros (los soldados son conscriptos, pero los oficiales son profesionales), el sentimiento nacionalista no está ausente en todos los casos. Además, el ejército lamenta haber sido prácticamente descartado del poder en beneficio de la policía. En estas circunstancias, y dado que el movimiento ha expresado firmemente su deseo de separar al ejército de la dirección política del país, es probable que el alto mando considere en un futuro permanecer entre bastidores, renunciando a presentar a sus hombres en las próximas elecciones.

Si bien, obviamente, el aparato policial se mantiene intacto (no se contemplan actuaciones judiciales contra sus funcionarios), tal como el conjunto del aparato estatal (los nuevos gobernantes son todos del antiguo régimen), el Partido Democrático Nacional ha desaparecido en la tormenta y su disolución ha sido sancionada por los tribunales. Sin embargo, podemos tener confianza en la burguesía egipcia: no cabe duda de que sabrá hacer revivir a su partido bajo nuevos nombres.

El Islam político

Los Hermanos Musulmanes son la única fuerza política que el régimen no sólo había tolerado sino que había apoyado activamente en su desarrollo. Sadat y Mubarak les confiaron la gestión de tres instituciones básicas: la educación, la justicia y la televisión. Los Hermanos Musulmanes no han sido nunca, ni pueden ser, «moderados» y mucho menos «democráticos». Su líder –el mourchid (en árabe, guía o Führer)– lo es por aclamación y la organización se basa en el principio de la disciplina y el cumplimiento de las órdenes de los jefes, sin debate de ningún tipo. La dirección está compuesta exclusivamente por hombres inmensamente ricos (gracias, entre otras cosas, al apoyo financiero de Arabia Saudí, es decir, de Washington), los cuadros los forman hombres surgidos de las facciones oscurantistas de las clases medias, y la base está compuesta por personas corrientes reclutadas por los servicios sociales que ofrece la Hermandad, siempre financiados por Arabia Saudí. Al mismo tiempo, las fuerzas de choque están formadas por milicias (los baltaguis) reclutadas en el lumpen.

Los Hermanos Musulmanes son partidarios de un sistema económico basado en el mercado y totalmente dependiente del exterior. En realidad, son un componente de la burguesía compradora. También han tomado posición contra las grandes huelgas de la clase obrera y las luchas de los campesinos para conservar la propiedad de su tierra. Los Hermanos Musulmanes sólo son «moderados» en el doble sentido de que siempre se han negado a formular un programa económico y social propio, y de que por esta misma razón no cuestionan las políticas neoliberales reaccionarias y aceptan en la práctica la sumisión a las exigencias de la implementación del control de EE.UU. en el mundo y en la región. Por lo tanto son aliados útiles para Washington (¿hay un aliado mejor de Estados Unidos que Arabia Saudí, el patrón de los Hermanos?), quien les ha otorgado un «certificado de democracia».

Pero Estados Unidos no puede admitir públicamente que su estrategia tiene como objetivo establecer regímenes islámicos en la región. Tiene que fingir que le dan miedo. De este modo legitima su «guerra permanente contra el terrorismo», que en realidad persigue otros objetivos: el control militar del planeta con el fin de reservar para Estados Unidos-Europa-Japón el acceso exclusivo a los recursos. Una ventaja adicional de esta duplicidad es que permite movilizar la islamofobia de la opinión pública. Europa, como sabemos, no tiene una estrategia específica para la región y se contenta con alinearse a las decisiones cotidianas de Washington.

Es más necesario que nunca poner en evidencia la duplicidad real de la estrategia de Estados Unidos, cuya opinión pública, hábilmente manipulada, se mantiene en la inopia. Más que a cualquier otra cosa Estados Unidos (y Europa en su estela) siente temor ante un Egipto verdaderamente democrático que, sin duda, pondría en cuestión su alineamiento con el liberalismo económico y la estrategia agresiva de Estados Unidos y la OTAN. Harán cualquier cosa para que Egipto no sea democrático y, con este fin, apoyarán por todos los medios, pero con hipocresía, la falsa alternativa de los Hermanos Musulmanes, que han demostrado ser sólo una minoría en el movimiento del pueblo egipcio por un cambio real.

La colusión entre las potencias imperialistas y el Islam político no es, en realidad, ni nueva ni propia de Egipto. Los Hermanos Musulmanes, desde su creación en 1927 hasta hoy, han sido siempre un aliado útil para el imperialismo y el bloque reaccionario local y además siempre han sido enemigos feroces de los movimientos democráticos. Y no serán los multimillonarios que dirigen hoy la Hermandad quienes se unan a la causa democrática. El Islam político es igualmente el aliado estratégico de Estados Unidos y sus socios menores de la OTAN en todo el mundo musulmán. Washington ha armado y financiado a los talibanes, a los que calificó de freedom fighters en su guerra contra el régimen nacional popular calificado de comunista (antes y después de la invasión soviética). Cuando los talibanes cerraron las escuelas de niñas creadas por los «comunistas», Washington halló algunos «demócratas» e incluso algunas «feministas» que reclamaban un supuesto respeto a las tradiciones.

En Egipto, los Hermanos Musulmanes tienen ahora el apoyo de la corriente salafista, también financiada abundantemente por los países del Golfo. Los salafistas se califican de extremistas (wahabíes convencidos, intolerantes frente a cualquier otra interpretación del Islam) y son los promotores de los asesinatos sistemáticos de los coptos. Son operaciones difíciles de imaginar sin el apoyo tácito (y una complicidad a veces mayor) de los aparatos estatales, en particular de la Justicia, en gran parte confiada a los Hermanos Musulmanes. Esta extraña división del trabajo permite a los Hermanos Musulmanes aparecer como moderados, tal como Washington pretende que se crea. Sin embargo, hay luchas violentas en perspectiva dentro de los movimientos religiosos islámicos en Egipto. Porque el Islam egipcio históricamente dominante es sufí, y sus hermandades agrupan a 15 millones de seguidores. Es un Islam abierto, tolerante, que hace hincapié en la convicción individual y no en la práctica de rituales («hay tantas vías hacia Dios como individuos», afirman), el sufismo egipcio ha sido siempre visto con sospecha por los poderes del Estado que, sin embargo, blandiendo el palo y la zanahoria, han evitado entrar en guerra abierta contra él.

El Islam wahabí del Golfo es su opuesto: arcaico, ritualista, conformista, enemigo declarado de cualquier interpretación distinta de la suya, que no es más que un simple recitado de los textos, enemigo de todo espíritu crítico, al que compara con el diablo. El Islam wahabí ha declarado la guerra al sufismo y pretende erradicarlo, para lo cual cuenta con el apoyo de las autoridades. Por su parte, los sufíes son secularizadores, si no laicos, y llaman a la separación de la religión y la política (el poder del Estado y las autoridades religiosas que éste reconoce: Al Azhar). Los sufíes son aliados del movimiento democrático. El precursor de la introducción del Islam wahabí en Egipto fue Rachid Reda, en la década de 1920, y en 1927 fueron los Hermanos Musulmanes quienes tomaron el relevo. Pero este movimiento islamista sólo adquirió su fuerza actual después de la Segunda Guerra Mundial, cuando la renta petrolera de los países del Golfo, apoyados por Estados Unidos en conflicto con la ola de liberación nacional popular de la década de 1960, permitió multiplicar sus medios financieros.

La estrategia de Estados Unidos: el modelo paquistaní

Las tres potencias que han dominado el escenario de Oriente Medio durante todo el período de reflujo (1967-2011) son: Estados Unidos, patrón del sistema, Arabia Saudí e Israel. Se trata de tres aliados íntimos. Los tres comparten el mismo temor obsesivo a la emergencia de un Egipto democrático. Porque éste sólo podría ser antiimperialista y social, tomaría sus distancias del liberalismo mundial, condenaría a Arabia Saudí y a los países del Golfo a la insignificancia, reanimaría la solidaridad de los pueblos árabes e impondría a Israel el reconocimiento del Estado palestino.

Egipto es una piedra angular en la estrategia estadounidense para controlar el planeta. El objetivo exclusivo de Washington y sus aliados Israel y Arabia Saudí es conseguir que aborte el movimiento democrático en Egipto; con ese fin, quieren imponer un «régimen islámico» dirigido por los Hermanos Musulmanes, que es el único medio que tienen para perpetuar la sumisión de Egipto. El «discurso democrático» de Obama sólo sirve para confundir las opiniones ingenuas, las de Estados Unidos y Europa en primer lugar.

Se habla mucho, para dar una legitimidad a un gobierno de los Hermanos Musulmanes (¡alineados con la democracia!), del ejemplo turco. Pero sólo es una cortina de humo. Porque el ejército turco, que sigue presente entre bastidores, aunque en realidad no es democrático y por añadidura es un fiel aliado de la OTAN, sigue aportando la garantía del «laicismo» en Turquía. El proyecto de Washington, expresado abiertamente por Hillary Clinton, Obama y los think tanks a su servicio, se inspira en el modelo paquistaní: el ejército (islámico) entre bastidores, el gobierno (civil) asumido por el partido (o los partidos) islámicos «elegidos».

Obviamente, si se diera este caso, el gobierno «islámico» egipcio sería recompensado por su sumisión en los asuntos esenciales (no cuestionar el liberalismo ni los presuntos «tratados de paz» que permiten que Israel continúe su política de expansión territorial) y podría proseguir, como una compensación demagógica, con la implementación de sus proyectos «de islamización del Estado y de la política», ¡y los asesinatos de los coptos! Bonita democracia la que se concibe en Washington para Egipto. Naturalmente Arabia Saudí apoya con todos sus medios (financieros) la implementación de ese proyecto. Porque Riad sabe perfectamente que su hegemonía regional (en el mundo árabe y musulmán) exige que se reduzca a Egipto a la insignificancia. Y el medio es «la islamización del Estado y de la política»; de hecho una islamización de tipo wahabí con todos sus efectos –entre otros las desviaciones fanáticas con respecto a los coptos y la negación del derecho de igualdad de las mujeres-.

¿Es factible este tipo de islamización? Quizá, pero al precio de violencias extremas. La batalla se libra sobre el artículo 2 de la constitución del régimen depuesto. Dicho artículo, que estipula que «la Sharia es la fuente del derecho», es una novedad en la historia política de Egipto. Ni la constitución de 1923 ni la de Nasser la imaginaron. Fue Sadat quien la introdujo en su nueva constitución con el triple apoyo de Washington (¡respetar las tradiciones!), de Riad (El Corán toma el lugar de la constitución) y de Jerusalén (El Estado de Israel es un Estado judío).

El proyecto de los Hermanos Musulmanes sigue siendo el establecimiento de un Estado teocrático, como se pone de manifiesto en su adhesión al artículo 2 de la constitución de Sadat/Mubarak. Por añadidura el programa más reciente de la Hermandad también refuerza esa visión retrógrada con la propuesta de instaurar un «Consejo de Ulemas» encargado de vigilar que todos los proyectos de ley sean conformes a las exigencias de la Sharia. Ese consejo constitucional religioso es análogo al de Irán que controla al «poder elegido». Entonces el régimen sería el de un gran partido religioso único, y todos los partidos que se autodefinieran como laicos se convertirían en «ilegales» y los partidarios de dichos partidos no musulmanes (como los coptos) quedarían excluidos, de hecho, de la vida política. A despecho de todo esto los poderes de Washington y Europa hacen como si se pudiera tomar en serio la reciente declaración de los Hermanos en la que «renuncian» al proyecto teocrático (¡sin modificar su programa!), otra declaración mentirosa y oportunista. ¿Los expertos de la CIA no saben leer el árabe? La conclusión se impone: Washington prefiere el poder de los Hermanos, que le garantizan el mantenimiento de Egipto en su redil y en el de la globalización liberal, al poder de los demócratas con los que correría el riesgo de que se cuestionase seriamente el estatuto subalterno de Egipto. El partido Justicia y Libertad, creado recientemente y visiblemente inspirado en el modelo turco, apenas es otra cosa que un instrumento de los Hermanos. Admitirían a los coptos (!), lo que significa que los invitan a aceptar el Estado musulmán teocrático consagrado por el programa de los Hermanos si quieren tener derecho a «participar» en la vida política de su país. Pasando a la ofensiva, los Hermanos Musulmanes crean «sindicatos», «organizaciones campesinas» y una retahíla de «partidos políticos» con diferentes nombres cuyo único objetivo es dividir los frentes unidos de trabajadores, campesinos y demócratas con el fin de trabajar en beneficio, por supuesto, del bloque contrarrevolucionario.

¿Será capaz el movimiento democrático egipcio abolir ese artículo en la futura constitución? Sólo podemos responder a esta pregunta volviendo a examinar los debates políticos, ideológicos y culturales que se han desplegado en la historia del Egipto moderno.

Comprobamos, en efecto, que los períodos ascendentes se caracterizan por una diversidad de opciones abiertamente expresadas que relegan la «religión» (siempre presente en la sociedad) a un segundo plano. Así fue durante dos tercios del siglo XIX (de Mohamed Alí al Jedive Ismail). Los temas de la modernización (en forma de despotismo ilustrado más que democrática) dominaron entonces la escena. Fue lo mismo de 1920 a 1970: había un enfrentamiento abierto entre los «demócratas burgueses» y los «comunistas», que ocuparon ampliamente el primer plano de la escena hasta el nasserismo. Éste suprimió el debate para sustituirlo por un discurso populista panárabe, pero al mismo tiempo «modernizador». Las contradicciones de ese sistema abrieron el camino de regreso al Islam político. Podemos comprobar que en las fases de reflujo, por el contrario, desaparece la diversidad de opiniones dejando sitio a un anacronismo presuntamente islámico que se arroga el monopolio del discurso autorizado por el poder. De 1880 a 1920 los británicos construyeron esta tendencia, entre otras cosas al condenar al exilio (en particular en Nubia) a todos los pensadores y actores modernistas egipcios formados desde Mohamed Alí. Pero también se remarcó que «la oposición» a la ocupación británica se ubica asimismo en esa concepción anacrónica. La Nahda (inaugurada por Afghani y continuada por Mohamed Abdou) se inscribe en esta tendencia, asociada a la ilusión «otomanista» defendida por el nuevo Partido Nacionalista de Mustafá Kemal y Mohamed Farid. No es sorprendente que esa deriva condujera hacia el final de los escritos ultra reaccionarios de Rachid Reda, recuperado por Hassan el Bana, fundador de los Hermanos Musulmanes.

Fue lo mismo en el período de reflujo de los años 1970-2010. El discurso oficial del poder (de Sadat y de Mubarak), perfectamente islamista (como lo demuestra la introducción de la Sharia en la constitución y la delegación de poderes esenciales a los Hermanos Musulmanes), es también el de la falsa oposición, la única tolerada, la del discurso de las mezquitas. Por eso el artículo 2 puede parecer muy sólidamente anclado en la «convicción» general (en la «calle» como se suele decir por imitación del discurso estadounidense). No se pueden subestimar los efectos devastadores de la despolitización instaurada sistemáticamente durante los períodos de reflujo. Nunca es fácil salir a flote. Pero no es imposible. Los debates actuales en Egipto se centran –explícita o implícitamente- en esa cuestión de la presunta dimensión «cultural» del desafío (en la competencia islámica). Indicadores positivos: Han sido suficientes algunas semanas de debates libres que se han impuesto en la realidad para ver como desaparecía de todas las manifestaciones el eslogan «el Islam es la solución» a favor de reivindicaciones precisas en el terreno de la transformación concreta de la sociedad (libertad de opinión , de formación de partidos, sindicatos y otras organizaciones sociales, salarios y derechos laborales, acceso a la tierra, educación y sanidad, rechazo de las privatizaciones y llamado a las nacionalizaciones, etc.). Una señal que no llama a engaño: en las elecciones de los estudiantes la aplastante mayoría (un 80%) de los votos que fueron para los Hermanos Musulmanes hace cinco años (cuando era el único discurso aceptado como presunta oposición) ha caído al 20% en las elecciones de abril. Pero el adversario también sabe organizar la respuesta al «peligro democrático» Las modificaciones insignificantes de la constitución (¡todavía vigente!) propuestas por un comité constituido exclusivamente por islamistas elegidos por el consejo supremo (el ejército) y adoptados por referéndum deprisa y corriendo en abril (con un 23% de «no», pero una mayoría de «sí», forzada por los fraudes y un chantaje masivo de las mezquitas) no conciernen, obviamente, al artículo 2.

Las elecciones presidenciales y legislativas están previstas para septiembre/octubre de 2011. El movimiento democrático lucha por una «transición democrática» más larga, de forma que permita que sus discursos lleguen verdaderamente a las masas desamparadas. Pero Obama hizo su elección en los primeros días de la insurrección: una transición breve, ordenada (es decir, sin cuestionar los aparatos del régimen) y las elecciones (que den la deseada victoria a los islamistas). Como sabemos las «elecciones» en Egipto, como en otras partes del mundo, no son el mejor medio de asentar la democracia sino, a menudo, el de acabar con la dinámica de los avances democráticos.

Una última palabra con respecto a la «corrupción». El discurso dominante del «régimen de transición» enfatiza su denuncia asociada con amenazas de persecución judicial (ya veremos cómo será en realidad). Ese discurso ciertamente es bien recibido, particularmente por la fracción, sin duda la más amplia, de la opinión ingenua. Pero se guarda de analizar las razones profundas y de explicar que la «corrupción» (presentada como una desviación moral, un tipo de discurso moralista estadounidense) es un componente orgánico necesario en la formación de la burguesía.

No sólo en el caso de Egipto y en los países del Sur en general, se trata de la formación de una burguesía compradora cuya asociación con los poderes del Estado constituye el único medio de emerger. Sostengo que en el estado capitalista de los monopolios generalizados la corrupción se convierte en un elemento constitutivo orgánico de la reproducción del modelo de acumulación: la retención de la renta de los monopolios exige la complicidad activa del Estado. El discurso ideológico (el virus liberal) proclama «nada de Estado» mientras que su práctica es «el Estado al servicio de los monopolios».

Zona de tormentas

Mao tenía razón cuando afirmó que el capitalismo (en su existencia auténtica, es decir, imperialista por naturaleza) no tenía nada que ofrecer a los pueblos de tres continentes (la periferia constituida por Asia, África y América Latina, esa «minoría» que reúne al 85% de la población del planeta) y que por lo tanto el Sur constituía la «zona de tormentas», es decir, de las revueltas repetidas, potencialmente (pero sólo potencialmente) portadoras de avances revolucionarios dirigidos a la superación del capitalismo por el socialismo.

La «Primavera Árabe» se inscribe en esta realidad. Se trata de revoluciones sociales potencialmente portadoras de la cristalización de alternativas que pueden inscribirse a largo plazo en la perspectiva socialista. Es la razón por la cual el sistema capitalista, el capital de los monopolios dominantes a escala mundial, no puede tolerar el desarrollo de esos movimientos. Dicho sistema movilizará todos los medios posibles de desestabilización, desde las presiones económicas y financieras hasta la amenaza militar. Apoyará, según las circunstancias, bien las falsas alternativas fascistas o pseudofascistas o bien la implantación dictaduras militares. No hay que creer una palabra de lo que dice Obama. Obama es Bush pero con otro lenguaje. Hay una duplicidad permanente en el lenguaje de los dirigentes de la tríada imperialista (Estados Unidos, Europa occidental, Japón).

No tengo la intención, en este artículo, de examinar exhaustivamente cada uno de los movimientos en curso en el mundo árabe. (Túnez, Libia, Siria, Yemen y otros). Porque los componentes del movimiento son diferentes de un país a otro, igual que lo son las formas de la integración de cada uno en la globalización imperialista y las estructuras de los regímenes establecidos.

La revolución tunecina dio el pistoletazo de salida y ciertamente envalentonó mucho a los egipcios. Por otra parte el movimiento tunecino cuenta con una auténtica ventaja: el «semilaicismo» implantado por Burguiba sin duda no podrá ser cuestionado por los islamistas que regresan de su exilio en Gran Bretaña. Aunque al mismo tiempo el movimiento tunecino no parece estar en condiciones de cuestionar el modelo de desarrollo extravertido inscrito en la globalización capitalista liberal.

Libia no es Túnez ni Egipto. El bloque en el poder (Gadafi) y las fuerzas que combaten contra él no tienen ninguna analogía con lo que hay en Túnez y en Egipto. Gadafi siempre ha sido un títere cuyo pensamiento encuentra su reflejo en su famoso Libro Verde. Al actuar en una sociedad todavía arcaica, Gadafi podía permitirse discursos –sin gran alcance real- sucesivamente «nacionalistas y socialistas» y después, al día siguiente, adherirse al «liberalismo». Lo hizo «¡para complacer a los occidentales!», como si la elección del liberalismo no tuviera efectos en la sociedad. Sin embargo los tuvo y en general agravó las dificultades sociales para la mayoría. Entonces ya estaban dadas las condiciones para la explosión que conocemos, inmediatamente aprovechada por el Islam político del país y los regionalismos. Porque Libia nunca existió realmente como nación. Es una región geográfica que separa el Magreb y el Mashreq. La frontera entre ambos pasa precisamente por el medio de Libia. La Cirenaica, históricamente griega y helenística, después se convirtió en «mashrequina». La Tripolitania fue latina y se convirtió en magrebina.

Por eso siempre hay una base para los regionalismos en el país. En realidad no se sabe quiénes son los miembros del Consejo Nacional de Transición de Bengasi. Quizá haya demócratas ente ellos, pero es seguro que hay islamistas, y de los peores, y regionalistas. Desde el principio «el movimiento» ha tomado en Libia la forma de una revuelta armada, disparando sobre el ejército, y no la de una ola de manifestaciones civiles. Esta revuelta armada, por otra parte, llamo inmediatamente a la OTAN en su auxilio. Así se dio entonces la ocasión para una intervención militar de las potencias imperialistas. Los objetivos que se persiguen no son, ciertamente, la «protección de los civiles» ni la «democracia», sino el control del petróleo y la consecución de una importante base militar en el país. Es cierto que las empresas occidentales ya controlaban el petróleo libio desde que Gadafi se alineó al «liberalismo». Pero con Gadafi nunca se puede estar seguro de nada. ¿Y si vuelve la chaqueta y mañana mete en su juego a los chinos o a los indios? Pero hay algo más grave. Desde 1969 Gadafi exigía la evacuación de las bases británicas y estadounidenses establecidas en Libia tras la Segunda Guerra Mundial. En la actualidad, Estados Unidos necesita transferir el AFRICOM (el mando militar de Estados Unidos para África, una pieza importante del dispositivo de control militar del planeta ¡todavía en Stuttgart!) a África. La Unión Africana lo rechaza y hasta la fecha ningún Estado africano se ha atrevido a aceptarlo. Un lacayo establecido en Trípoli (o en Bengasi) obviamente suscribiría todas las exigencias de Washington y de sus aliados subalternos de la OTAN.

Los componentes de la revuelta en Siria hasta ahora no han dado a conocer sus programas. Sin duda la deriva del régimen baasista, alineado al neoliberalismo y singularmente pasivo frente a la ocupación del Golán por parte de Israel, está en el origen de la explosión popular. Pero no hay que excluir la intervención de la CIA: se habla de grupos que han penetrado en Deraa procedentes de la vecina Jordania. La movilización de los Hermanos Musulmanes, que ya estuvieron hace años en el origen de las insurrecciones de Hama y de Homs, quizá no es extraña al complot de Washington, que se dedica a acabar con la alianza Siria/Irán, esencial para el apoyo de Hizbulá en Líbano y de Hamás en Gaza.

En Yemen la unidad se construyó sobre la derrota de las fuerzas progresistas que habían gobernado el sur del país. ¿El movimiento se rendirá ante esas fuerzas? Por esta razón se comprenden las dudas de Washington y del Golfo.

En Barhéin la revuelta ha abortado por la intervención del ejército saudí y la masacre, sin que los medios de comunicación dominantes hayan encontrado nada que decir. El doble rasero, como siempre.

La «revuelta árabe» no es el único ejemplo, aunque es la expresión más reciente de la manifestación de la inestabilidad inherente a la «zona de tormentas».

Una primera ola de «revoluciones», si las llamamos así, barrió ciertas dictaduras de Asia (Filipinas, Indonesia) y de África (Malí), que habían sido establecidas por el imperialismo y los bloques reaccionarios locales. Pero allí Estados Unidos y Europa consiguieron abortar la dinámica de esos movimientos populares, a veces gigantescos por las movilizaciones que suscitaron. Estados Unidos y Europa quieren repetir en el mundo árabe lo que pasó en Malí, en Filipinas y en Indonesia: ¡cambiar todo para que nada cambie! Allí, después de que los movimientos populares se desembarazasen de sus dictadores, las potencias imperialistas se dedicaron a que lo esencial permaneciese a salvo por medio de gobiernos alineados al neoliberalismo y a los intereses de la política extranjera. Es interesante comprobar que en los países musulmanes (Malí e Indonesia) el Islam político se movilizó con ese fin.

Por el contrario la ola de movimientos de emancipación que barrió América del Sur permitió auténticos avances en las tres direcciones que representan la democratización del Estado y la sociedad, la adopción de las subsiguientes medidas antiimperialistas y el compromiso en la vía de las reformas sociales progresistas.

El discurso dominante de los medios de comunicación compara las «revueltas democráticas» del Tercer Mundo con las que pusieron fin a los «socialismos» de Europa del Este tras la caída del Muro de Berlín. Se trata de una superchería pura y simple. Porque independientemente de las razones (comprensibles) de las revueltas en cuestión, aquéllas se inscribían en la perspectiva de la anexión de la región por las potencias imperialistas de Europa occidental (en beneficio de Alemania en primer lugar). De hecho, reducidos ya al estatuto de «periferia» de la Europa capitalista desarrollada, los países de Europa del Este conocerán mañana su auténtica revolución. Ya hay señales que lo anuncian, en particular en la antigua Yugoslavia.

Las revueltas, potencialmente portadoras de avances revolucionarios, se prevén por todas partes, o casi, en los tres continentes que siguen siendo, más que nunca, zona de tormentas, desmintiendo así los discursos almibarados sobre el «capitalismo eterno» y la estabilidad, la paz y el progreso democrático que lleva asociados. Pero esas revueltas, para traer los avances revolucionarios, deberán vencer numerosos obstáculos: por un lado superar las debilidades del movimiento, construir las convergencias positivas entre sus componentes, concebir y establecer las estrategias eficaces, pero también por otra parte derrotar las intervenciones (incluidas las militares) de la tríada imperialista. Cualquier intervención militar de Estados Unidos y la OTAN en los asuntos de los países del Sur bajo cualquier pretexto, por ejemplo los de apariencia amable –como la intervención humanitaria- debe proscribirse. El imperialismo no quiere el progreso social ni la democracia para esos países. Los lacayos que implanta en el poder cuando gana la batalla siguen siendo enemigos de la democracia. No podemos por menos de lamentar que la «izquierda» europea, incluso radical, haya dejado de comprender qué es el imperialismo.

El actual discurso dominante llama a la instauración de un «derecho internacional» que en principio autorice la intervención cuando se violen los derechos fundamentales de un pueblo. Pero no existen las condiciones necesarias que permitan avanzar en esa dirección. La «comunidad internacional» no existe. Se resume en la embajada de Estados Unidos seguida automáticamente por las de Europa. ¿Es necesario describir la larga lista de las, más que lamentables, criminales intervenciones y sus resultados? (por ejemplo Irak). ¿Hay que recordar el principio de «doble rasero» que las caracteriza? (Podemos pensar, obviamente, en los derechos violados de los palestinos y el apoyo incondicional a Israel o en las innumerables dictaduras que se siguen apoyando en África).

La primavera de los pueblos del Sur y el otoño del capitalismo

Las «primaveras» de los pueblos árabes, como las que conocieron los pueblos de América Latina desde hace dos decenios, lo que denomino la segunda ola del despertar de los pueblos del Sur –la primera se desplegó en el siglo XX hasta la contraofensiva del capitalismo/imperialismo neoliberal- reviste formas diversas que van desde las explosiones dirigidas contra las autocracias que precisamente acompañaron el despliegue neoliberal hasta la revisión del orden internacional por parte de los «países emergentes». Así pues, estas primaveras coinciden con «el otoño del capitalismo», el declive del capitalismo de los monopolios generalizados, globalizados y «financiarizados». Los movimientos parten, como los del siglo anterior, de la reconquista de la independencia de los pueblos y los Estados de las periferias del sistema, que recuperan la iniciativa en la transformación del mundo.

Por lo tanto son, ante todo, movimientos antiimperialistas y además, sólo potencialmente, anticapitalistas. Si esos movimientos llegan a converger con el otro despertar necesario, el de los trabajadores de los centros imperialistas, podría dibujarse a escala mundial una perspectiva auténticamente socialista de toda la humanidad. Pero eso no está inscrito de ninguna forma en el avance como una «necesidad de la historia». El declive del capitalismo puede abrir el camino a la larga transición al socialismo como puede comprometer a la humanidad en la vía de la barbarie generalizada. El proyecto del control militar del planeta por parte de las fuerzas armadas de Estados Unidos y sus aliados subalternos de la OTAN, que sigue en marcha, el declive de la democracia en los países del centro imperialista o el rechazo retrógrado de la democracia en los países revolucionarios del Sur (que toma la forma de ilusiones para los religiosos «fundamentalistas» que proponen el Islam, el hinduismo y el budismo políticos), operan junto a esa perspectiva abominable. Así, la lucha por una democratización laica toma una dimensión decisiva en el momento actual, que opone la perspectiva de la emancipación de los pueblos a la de la barbarie generalizada.

Lecturas complementarias:

Hassan Riad, L’Egipte nassérienne, Minuit 1964.

Samir Amin, La nation arabe, Minuit 1976.

Samir Amin, A life looping forward, Memories of an independent Marxist, Zed, Londres 2006.

Samir Amin, L’éveil du Sud, le temps des cerises, 2008. El lector encontrará aquí mis lecturas de las realizaciones del virrey Mohamed Alí (1805-1848) y de los jedives que le sucedieron, en particular Ismail (1867-79) y Wafd (1920-1952), las posiciones del comunismo egipcio frente al nasserismo, y la deriva de la Nahda de Afghani a Rachid Reda.

Gilbert Achcar, Les Arabes et la Shoa, Actes Sud, 2009. Se trata del mejor análisis de los componentes del Islam político (de Rachid Rede y de los Hermanos Musulmanes, los salafistas modernos).

Con respecto a la relación entre el conflicto Norte/Sur y el que opone el comienzo de la transición socialista a la continuación del despliegue del capitalismo, véanse:

Samir Amin, La crise, surtir de la crise du capitalisme ou surtir du capitalisme en crise?, Le Temps des Cerises, 2009.

Samir Amin, La loi de la valeur mondialisée, Le Temps des cerises, 2006.

Samir Amin, Pour la cinquième internationale, Le Temps des cerises, 2006.

Samir Amin, The long trajectory of historical capitalismo, Monthly Review, Nueva York, febrero 2011.

Gilbert Achcar, Le choc des barbarise, Complexe, Bruselas.

El Cairo y París, mayo de 2011.
Rebelión ha publicado

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Voces críticas y el laberinto del socialismo burocrático

Javier Biardeau R Aporrea

Los estudios sobre las transiciones o edificaciones socialistas en Nuestra América muestran la necesidad de des-dogmatizar y descolonizar los debates y programas de investigación-acción para apalancar los procesos de transformación social. Tanto la des-dogmatización como la descolonización son precondiciones necesarias para superar algunos de los errores más significativos del socialismo real.

Luego del “gran ensayo” de 1968 a escala mundial, de las revoluciones contra-culturales, descolonizadoras y anti-sistémicas de 1968, resulta un error seguir orientándose por los esquemas ideológicos de los monolitos grávidos de la “socialdemocracia reformista” o del marxismo de aparato: el “marxismo soviético”.

Desde los paradigmas de base de la “vieja izquierda” se reproducen los bloqueos, los estancamientos, los callejones sin salida de las experiencias historias de los Socialismos Burocráticos.

Por más voluntarismo político y decisiones desde arriba, la inquietud por los deficientes resultados de las acciones desde aquellos “gobiernos progresistas” que pretenden construir nuevas figuras de “Socialismo para el siglo XXI”, sigue planteando la pregunta de si lo que fallan son los diseños mismos: los “modelos de socialismo” que se tienen en mente cuando se actúa en las tareas de su edificación.

Para salir de estos bloqueos (que son a la vez epistemológicos, éticos, estéticos y políticos), hay que insistir en la crítica al dogmatismo y en la necesidad de descolonizar las tradiciones del pensamiento radical, insurgente, revolucionario que se han diseminado y construido desde Nuestra América.

Y descolonizar estas tradiciones (descentrando al “marxismo euro-céntrico” como única voz revolucionaria) no es una tarea fácil, cuando los actores presumen de convicciones y prejuicios firmemente instalados, como esquemas de mentalización: guiones, narrativas, argumentos y representaciones.

El “espíritu crítico” y el “auto-movimiento del concepto” (que en la filosofía alemana que inspiró a Marx, era fundamentalmente crítico-radical, dinámico, cargado de negatividad y lucha), se ha convertido en piedra; en fin, la famosa dialéctica se ha cosificado, se ha petrificado, ha sido declarada muerta en la práctica.

Como ha dicho Einstein: es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio. Por otra parte, los aportes del pensamiento complejo de Edgar Morin han hecho énfasis en la dificultad de pensar el propio pensamiento (auto-eco-reflexión crítica), en la dificultad de distanciarse de las premisas de nuestro pensar y de nuestro actuar, en examinar nuestros prejuicios y los estereotipos que dominan nuestro imaginario social.

A esto se agrega, la dificultad de pensar críticamente la relación entre pensamiento heterónomo y autonomía, entre espacios de sujeción y espacios de libertad, pues es clave para la construcción del nuevo socialismo en el siglo XXI, no la construcción de masas “fanatizadas” por practicas políticas ancladas en el “consignismo”, el pragmatismo y los estereotipos (fascismo social) que reducen la capacidad moral e intelectual del movimiento autónomo del pueblo trabajador en sus tareas de liberación social; es decir, la potencia política de las multitudes populares, reconociendo sus singularidades críticas, o como se dice corrientemente, “pueblo organizado y consciente” donde exista tanto autonomía individual como colectiva. Pues el Socialismo participativo y radicalmente democrático no puede confundirse ni con populismo ni con el fascismo.

La conclusión es que si las representaciones, conceptos y categorías que manejamos en el discurso sobre la construcción socialista, forman parte de un inconsciente social y político que no se cuestiona ni se debate, sencillamente se aborta la potencialidad del pensamiento crítico y transformador.

Más que pensar, somos pensados por hábitos y guiones, por el trabajo intelectual de otras generaciones y bajo otras condiciones, pensados por el automatismo psíquico, por habituaciones, por viejos paradigmas de base articulados a una defensa reactiva del Socialismo Burocrático.

Aquí conviene recordar a Marx cuando señaló (18 Brumario de Luis Bonaparte-1852):

“Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su exilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal. Así, Lutero se disfrazó de apóstol Pablo, la revolución de 1789-1814 se vistió alternativamente con el ropaje de la República romana y del Imperio romano, y la revolución de 1848 no supo hacer nada mejor que parodiar aquí al 1789 y allá la tradición revolucionaria de 1793 a 1795. Es como el principiante que ha aprendido un idioma nuevo: lo traduce siempre a su idioma nativo, pero sólo se asimila el espíritu del nuevo idioma y sólo es capaz de expresarse libremente en él cuando se mueve dentro de él sin reminiscencias y olvida en él su lenguaje natal.”

Esta extraordinaria cita puede leerse complementariamente con un planteamiento muchas veces olvidado de la crítica al programa de Gotha (1875):

“De lo que aquí se trata no es de una sociedad comunista que se ha desarrollado sobre su propia base, sino, al contrario, de una que acaba de salir precisamente de la sociedad capitalista y que, por tanto, presenta todavía en todos sus aspectos, en el económico, en el moral y en el intelectual, el sello de la vieja sociedad de cuya entraña procede.”

Y agrega Marx además: “Pero estos defectos son inevitables en la primera fase de la sociedad comunista, tal y como brota de la sociedad capitalista después de un largo y doloroso alumbramiento.”

La transición-edificación del socialismo para el siglo XXI debe prestarle mucha atención a las huellas y al sello troquelado de la vieja sociedad.

En nuestro caso, las huellas coloniales y capitalistas dependientes son esenciales para comprender las condiciones específicas de la transición-construcción de nuestro socialismo, repetimos un nuevo socialismo (NI calco ni copia, como decía Mariategui), no la repetición de los guiones del viejo socialismo burocrático.

Esta ultima seria la tercera huella, que es mucho menos visible y permanece ausente: la crítica radical a las experiencias históricas del Socialismo Real.

Se trata entonces de tres luchas complementarias, y no una sola anticapitalista basada en el marxismo-dogma: lucha contra la huella colonial (descolonización), lucha contra la huella del capitalismo dependiente latinoamericano (post-capitalismo), lucha contra la huella del socialismo burocrático y el marxismo-dogma euro-céntrico (critica del estalinismo oculto en nuestras prácticas y discursos de socialismo del siglo XXI).

El mapa, la cartografía o el plano del “marxismo ortodoxo”, hemos insistido, no permite edificar el “buen vivir” (suma qamaña en aymara, sumaq kawsay en quechua) ni la plena existencia humana (Marx en sus manuscritos económico-filosóficos), pues muchas de sus premisas siguen ancladas en el desarrollismo, el estatismo autoritario, la confusión permanente entre capitalismo de estado y gestión socialista, la subordinación de los movimientos sociales y populares al espectro del “partido-único”, la utilización de las “organizaciones de base o de masas” como correajes de las decisiones no consultadas de la burocracia del Estado, la invisibilización de la prioridad de la cuestión ecológica, la reproducción del eurocentrismo, el racismo oculto y la negación cultural, la presencia de un “comisariato político” que en nada ayuda a los procesos de movilización crítica y autónoma de los movimientos sociales y populares, el escaso reconocimiento de la diversidad de corrientes, tendencias y voces críticas en el seno del campo nacional, popular y revolucionario.

Hemos planteado, entonces, que la posibilidad del nuevo socialismo para el siglo XXI pasa al menos por cuatro revoluciones que son interdependientes y transversales: la revolución democrática (democracia instituyente, deliberativa y participativa, cuestionando de las múltiples opresiones: explotación del trabajo, coerción política, hegemonía ideológica, exclusión social, negación cultural y discriminaciones múltiples), la revolución socialista (la autogestión económica, las socializaciones junto a la planificación social y democrática), la revolución ecológica (el eco-socialismo más que el socialismo desarrollista, industrialista, productivista y consumista) y la revolución descolonizadora (la critica radical del euro-centrismo, del colonialismo y la colonialidad en la reinvención de la emancipación).

Pues de esto se trata, de reinventar la emancipación social y los paradigmas post-capitalistas en el siglo XXI.

jbiardeau@gmail.com

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Se realizará en Buenos Aires el II Encuentro Latinoamericano de Jóvenes y Estudiantes

Modesto Guerrero Aporrea

El próximo Domingo 5 de Junio de 2011, y en el marco del III Foro Nacional de Educación para el Cambio Social, se llevará a cabo en Buenos Aires el II Encuentro Latinoamericano de Jóvenes y Estudiantes, con la participación de delegaciones de Uruguay, Chile, Paraguay, Colombia, Venezuela, Brasil y Costa Rica.

El encuentro plantea debatir y repensar el destino de la educación pública en nuestro continente, entendiendo que la misma no está desvinculada de la situación general de la región. Así, las diversas delegaciones repasarán la actualidad de este debate en cada país, a la vez que participarán activamente en las actividades previstas para el día Viernes y Sábado del III Foro Nacional de Educación para el Cambio Social.

Ignacio Kostzer, Presidente de la Federación Universitaria de Buenos Aires, declaró: “Nos sentimos complacidos con darles la bienvenida a delegaciones de siete países de América Latina a este II Encuentro Latinoamericano de Jóvenes y Estudiantes. Contaremos con la presencia de compañeros y compañeras del MST de Brasil, de la Juventud del PSUV de Venezuela, de la red de Hermandad y Solidaridad con Colombia, del Frente Verdad y Justicia de Uruguay, entre otros. Desde La Mella / Juventud Rebelde, y como Presidencia de la FUBA, estamos muy contentos en poder realizar un evento como este”.

A su vez Juan Manuel Karg, Secretario de Integración Latinoamericana de la FUBA, afirmó que “La reunión que haremos en Buenos Aires demuestra el enorme ímpetu que los jóvenes y estudiantes de nuestro continente ponemos en tener otra educación, que fomente el cambio social y la verdadera integración de nuestros pueblos. Es un honor recibir a los compañeros y compañeras que llegan a Buenos Aires con ese fin”.

Contactos de prensa:

Ignacio Kostzer – Presidente de la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA). 0554 11 6416 7210

Juan Manuel Karg – Secretario de Integración Latinoamericana de la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA). 0054 11 3253 1994 begin_of_the_skype_highlighting 0054 11 3253 1994 end_of_the_skype_highlighting

Santiago Mayor – Responsable de prensa de la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA) 0054 11 3316 1042 begin_of_the_skype_highlighting 0054 11 3316 1042 end_of_the_skype_highlighting

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Nueva rebatiña por África


Tirivangani Masawi Global Research

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Windhoek: Sudáfrica se ha convertido en el campo de batalla en una nueva rebatiña por los recursos en la que EE.UU. trata de excluir la influencia china para obtener minerales estratégicos, sobre todo para sus militares.

Más inquietante es la posibilidad de que los propios militares estadounidenses se involucren en la obtención de esos minerales estratégicos durante los próximos 20 años.

Según un estudio del doctor Stephen Burgess, nacido en Zimbabue y profesor del US Air War College, puede que Washington tenga que utilizar los servicios del Departamento de Defensa, la Agencia Nacional de Seguridad y del Comando África (AFRICOM) para obtener los recursos del Sur de África.

Su estudio, titulado “Sustentabilidad de minerales estratégicos en el Sur de África y posibles conflictos y coaliciones”, dice que EE.UU. debería actuar rápidamente para obtener el uranio, manganeso, platino, cromo, cobalto y minerales de tierras raras para las necesidades industriales y militares así como para el mantenimiento de sistemas de armas.

El estudio se concentra en la accesibilidad a los recursos en la República Democrática del Congo (RDC), Namibia, Sudáfrica, Zambia y Zimbabue y hace una analogía con el reparto de África de los años ochenta en el Siglo XIX.

Para triunfar en este nuevo reparto, señala Burgess, ‘hay que desplegar todos los instrumentos del poder (de EE.UU.)’

Burgess visitó todos esos países –con la excepción de Zimbabue– y hace recomendaciones sobre cómo puede excluir EE.UU. a China.

Entrevistó a expertos del sector minero, funcionarios gubernamentales y periodistas como parte de su investigación.

También hubo consultas con instituciones estadounidenses como el Centro Nacional de Reservas para la Defensa, la Agencia de Logística para la Defensa y el Comando del Cuerpo de Marines.

Una nota del estudio indica que no tiene nada que ver con el US Air War College, lo que presenta la posibilidad de que Burgess haya trabajado como consultor para Washington.

“El Sur de África contiene minerales estratégicos que EE.UU. y sus aliados necesitan para propósitos industriales y que los militares necesitan para la producción y el sostenimiento de los sistemas de armas.

‘El principal desafío de sustentabilidad en la Comunidad para el Desarrollo del África Austral (SADC) para EE.UU. y sus aliados es el inseguro acceso a minerales estratégicos.

‘La causa de este desafío es la creciente demanda global y las escaseces del suministro producidas por la inadecuada infraestructura y la politización de la industria minera y la conducta agresiva y a veces monopolista de China en pos de los minerales.

‘El desafío es más agudo en dos países del Sur de África –Sudáfrica y la República Democrática del Congo (RDC)– y también aumenta en Zambia, Zimbabue y Namibia.

‘Una preocupación particular es un posible conflicto futuro entre EE.UU., que necesita minerales estratégicos para la defensa nacional y otros propósitos, y China, que necesita una cantidad creciente de recursos para alimentar su acelerada industrialización.

‘Hay una creciente rebatiña por los recursos naturales en África, especialmente por el petróleo y los minerales.

‘En particular, el gobierno de EE.UU. se preocupa por el acceso ‘a recursos naturales críticos para la defensa’. Esto requiere un aumento de los niveles de actividad en los países africanos respectivos, utilizando todos los instrumentos del poder estadounidense y trabajo con compañías mineras estadounidenses y occidentales, así como actividad con China y compañías chinas.

‘Se podría ver, en el peor de los casos, que EE.UU. tuviera que utilizar una diplomacia coercitiva en un futuro no demasiado lejano (tal vez en 10-20 años) a fin de recuperar el acceso a recursos vitales.

‘El inicio de ‘guerras por recursos naturales’ ha sido predicha por una serie de eruditos y expertos. En vista del creciente nivel de la demanda china de recursos minerales, es probable que la probabilidad de conflicto aumente.

‘La nueva rebatiña por los recursos minerales africanos (y el petróleo) se parece en mucho a la rebatiña europea del Siglo XIX por los minerales y tierras africanas que contribuyó a conflictos entre Estados, en especial la Primera Guerra Mundial.’

Los vínculos en permanente fortalecimiento entre China y África constituyen un grave dolor de cabeza para EE.UU. y Washington debe actuar rápidamente o será inevitable un conflicto.

‘EE.UU. produce numerosos materiales para los que utiliza minerales estratégicos, incluidos barcos de guerra, aviones, y artefactos y componentes de alta tecnología.

‘Hasta ahora, EE.UU. y sus aliados se han basado en fuerzas del libre mercado en África del Sur y otros sitios. Sin embargo, podría suceder que las industrias estadounidenses y las de sus aliados no tengan siempre acceso en el futuro y podrían tener que reducir la producción o incluso cerrar. Por ejemplo, un problema preocupante ha sido el control chino de la producción de más de un 90% de los minerales de tierras raras.

‘Recientemente, compañías chinas retuvieron su entrega a Japón debido a la disputa por las islas Senkaku/Daioyu y amenazaron con hacer lo mismo con EE.UU. por las ventas de armas a Taiwán.

‘Los minerales son ingredientes claves en instrumentos de comunicación, satélites y pilas y baterías eléctricas requeridos por la industria y los militares de EE.UU.’

Burgess dice que los movimientos de liberación (ZANU-PF en Zimbabue, CMA en Sudáfrica y SWAPO en Namibia) están politizando el sector minero en detrimento del libre mercado y esto planteará un serio desafío a EE.UU. Los temas de empoderamiento económico de los negros y la nacionalización de la minería ocupan un lugar prominente.

‘El libre mercado y los gravámenes de los gobiernos sobre los beneficios de la minería han tendido a asegurar condiciones óptimas para los Estados y la industria y mantienen un flujo continuo de minerales para satisfacer la demanda. Sin embargo, la politización ha ocurrido a través de nacionalización de la industria minera y la intervención de compañías de empoderamiento negro que han tendido a deteriorar el mercado y el flujo de minerales.’

La RDC, Namibia, Sudáfrica y Zimbabue tienen todos –o están en proceso de implementar– políticas que prevén mayor participación indígena en la minería.

Sudáfrica

Sudáfrica es enfocada por sus vastos recursos de platino que representan aproximadamente un 75% de la producción global, así como por sus vastos depósitos de manganeso.

‘El presidente sudafricano Jacob Zuma y la ministro de Recursos Minerales Susan Shabangu han dicho que la nacionalización no forma parte actualmente de la política del gobierno.

‘Sin embargo, esto no garantiza que no formará parte de la política del gobierno en un futuro no demasiado lejano. La Liga de la Juventud del CNA logró introducir la nacionalización en el programa de la reunión del partido del gobierno en septiembre de 2010, alimentando las preocupaciones de los inversionistas.

‘La nacionalización de las minas sudafricanas ha sido nuevamente destacada por la Liga de la Juventud del CNA, que publicó en 2009 un documento de debate que argumenta por el control estatal de un 60% de las nuevas minas.’

República Democrática del Congo

La RDC se ve como una fuente para calmar la sed de EE.UU. de cobalto, uranio, coltán (columbita y tantalita), tungsteno, estaño y minerales de tierras raras.

El estudio dice que Gecamines, la minera estatal, tiene demasiado control de la minería y parece que prefiere tratar con China que con Occidente.

Zambia

El cobalto de Zambia representa un 20% de los depósitos globales y sólo es superado por el de la RDC.

De nuevo se subraya la creciente presencia de Pekín en Zambia mediante firmas integradas como China Railway Group, SinoHydro y Metallurgical Group Corporation.

Namibia

Naturalmente, el interés de EE.UU. en este caso es por el uranio y hay intranquilidad por las actividades de la minera estatal recientemente creada, Epangelo.

El gabinete de Namibia dijo recientemente que toda la futura minería de minerales estratégicos deberá hacerse en cooperación con Epangelo.

Namibia es el cuarto productor mundial de uranio y la demanda global aumenta más rápido que la demanda de oro.

‘La recientemente establecida compañía minera de propiedad estatal, Epangelo, carece virtualmente de capital y puede buscar el apoyo de compañías rusas o chinas.

‘Kalahari Holdings (una firma de SWAPO) está… buscando potenciales de uranio y de empresas conjuntas, posiblemente con compañías chinas y rusas.

‘A largo plazo, la politización del sector minero podría desviar uranio hacia China.

Recomendaciones

‘Una medida que podría adoptar EE.UU. sería ayudar a Sudáfrica en el desarrollo de enriquecimiento. La ayuda de EE.UU. podría colaborar en el desarrollo del procesamiento local de mineral y la producción de metal y ayudar a Sudáfrica a desarrollar suficiente electricidad para proveer a semejantes empresas.

‘Además EE.UU. podría negociar acuerdos de compras a largo plazo con Sudáfrica y suministrar ayuda para beneficiar a las comunidades mineras locales.

‘EE.UU. podría alentar a compañías mineras estadounidenses a que vuelvan a involucrarse en Sudáfrica y a que trabajen con compañías australianas, canadienses y sudafricanas que estén comprometida con el libre mercado.

‘Asimismo, el gobierno de EE.UU. podría aumentar las comunicaciones estratégicas, transmitir abusos chinos y disuadir a fuerzas en el CNA y en SWAPO de acercar sus gobiernos a China.’

Burgess sigue diciendo:

‘A fin de conformar la región para que mantenga el libre mercado, hay una serie de acciones que EE.UU. y sus aliados podrían emprender. Podrían utilizar la diplomacia para establecer cooperaciones estratégicas con los países africanos más importantes…

‘En el caso de los minerales estratégicos, hay que prestar especial atención a Sudáfrica y a la RDC.

‘EE.UU. y sus aliados podrían desarrollar relaciones militares con una serie de países africanos estratégicos. El Consejo Nacional de Seguridad de EE.UU. el Departamento de Defensa (DOD) y el AFRICOM podrían desarrollar contingencias para enfrentar la eventual perspectiva de cortes de recursos y la posibilidad de conflicto por minerales estratégicos. Lo que está en juego es cómo se podrán ajustar a los futuros desafíos las agencias estadounidenses.’

La creación de cooperaciones estratégicas es políticamente difícil, en vista del rechazo del AFRICOM por el régimen del CNA durante el proceso de establecimiento en 2007 y 2008.

‘Sudáfrica es el hegemón en la región y tiene que aceptar plenamente el AFRICOM antes de que se puedan establecer cooperaciones entre militares en toda la región.

‘EE.UU. también sigue aplicando sanciones contra el presidente Robert Mugabe en Zimbabue y su círculo íntimo, lo que dificulta la creación de cooperaciones dentro de la Comunidad de Desarrollo de África Austral.

‘Además, existe cierta resistencia a la política exterior de EE.UU. por parte del régimen de [el presidente Joseph] Kabila en la RDC; SWAPO en Namibia y el régimen de [el presidente Eduardo] dos Santos en Angola.

‘Hasta 2020, se podría requerir la intervención de EE.UU., incluido el AFRICOM, para asegurar un continuo acceso de EE.UU. y sus aliados a minerales estratégicos, lo que significa que la creación de alianzas estratégicas en la próxima década es importante.’

El doctor Stephen Burgess fue agricultor comercial en la provincia Masvingo de Zimbabue y cedió tierras durante las reformas agrarias del gobierno. Abandonó Zimbabue en 2001 y trabaja para el Air War College en EE.UU. Es autor de tres libros: South Africa's Weapons of Mass Destruction (con Helen Purkitt), Smallholders and Political Voice in Zimbabwe, y The United Nations under Boutros Boutros-Ghali, 1992-97.

Burgess ayudó a dirigir la organización y realización del Simposio del Comando África de la Fuerza Aérea.

Es director asociado del Centro de Contraproliferación de la Fuerza Aérea de EE.UU. Burgess tiene un doctorado de la Universidad del Estado de Michigan y ha sido académico en la Universidad Vanderbilt, la Universidad de Zambia, la Universidad de Zimbabue, y la Universidad Hofstra.

El estudio completo se encuentra en: http://www.dtic.mil/cgi-bin/



© Copyright Tirivangani Masawi, Southern Times, 2011



Fuente:http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=25014

rCR


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sábado, 28 de mayo de 2011

¿Neoliberalismo nueva etapa o degeneración del capitalismo?


Fernando Moreno Bernal Rebelión

El título plantea un necesario y urgente debate teórico con grandes implicaciones prácticas. Esta disyuntiva acerca o aleja la necesaria transformación económica, social y política que resuelva los actuales retos a los que se enfrenta la humanidad.

Denominamos neoliberalismo a la ideología dominante en el pensamiento económico, con trascendencia en lo social y en las decisiones políticas tras la ruptura del cambio fijo entre el dólar y el oro en 1973. Esta ruptura se produce como resultado de una serie de procesos desarrollados a lo largo de las dos décadas anteriores entre las que se encuentran el desarrollo económico de Europa y Japón, la guerra de Vietnam, la crisis de sobreproducción de los sesentas, la toma de conciencia de los límites del crecimiento, las primeras advertencias sobre las consecuencias sobre el medioambiente del desarrollo industrial contaminante, la denuncia del intercambio desigual en el comercio internacional y las movilizaciones que se desarrollan en todo el mundo poniendo en cuestión los valores y el modelo de sociedad de consumo (mayo francés, Berkeley, Milán, España, ...) El neoliberalismo es la respuesta desde el propio sistema capitalista para poder seguir existiendo, y supone la ruptura de los anclajes y acuerdos de Bretton Woods en el sistema financiero internacional.

El neoliberalismo supone en lo económico un regreso a las prácticas económicas anteriores a la crisis de 1929, liberándose el capital de las trabas impuestas por el keynesianismo, y provocando la financiarización de la economía. En lo social un cambio de valores culturales donde el individualismo prima sobre lo comunitario y el interés general. En lo político el surgimiento del G 7 al margen de la ONU y la represión dictatorial en Latinoamérica (Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, asesinato del Che Guevara, ...) y la guerra sucia en EE UU y Europa con la operación Gladio (suicidaron a Nicos Poulantzas y encerraron en un psiquiátrico por paranoico a Althusser descabezando la inteligencia de la poderosa izquierda francesa, crearon el terrorismo radical de izquierda para desacreditarla con el terrorista “Carlos”, iraquí perteneciente a los servicios de inteligencia al que en 2003 corrieron a detener para que no hablara, ...)

La disyuntiva que se plantea es si el neoliberalismo es una nueva etapa del capitalismo o, por el contrario, es la degeneración del propio sistema que ya entonces, en la década de los setenta del S. XX, debía haber comenzado a sustituirse por otra organización económica, social y política post-capitalista, en el tiempo adecuado para que su sustitución no pusiese en peligro el equilibrio con la naturaleza.

Si consideramos que es una nueva etapa o fase del capitalismo posterior al imperialismo y al capitalismo monopolista de Estado, deberíamos poder explicar la dialéctica de los procesos internos que llevan al surgimiento de esta nueva etapa; el desarrollo de las contradicciones en los acontecimientos acaecidos a lo largo de las décadas de los cincuenta y sesenta del S. XX deberían llevar en su seno la negación del keynesianismo y la necesidad del neoliberalismo. No cabe hablar entonces de capitalismo renano y anglosajón como dos modelos distintos al margen de las correlaciones de fuerzas generadas en el seno de cada formación social concreta, como si dependiera sólo de la voluntad de las personas que la dirigen y no a las imposiciones de los poderes hegemónicos dominantes en ellas.

El sistema tendría que funcionar adecuadamente permitiendo los mecanismos de reproducción del capital. Como esta se da con la plusvalía, la financiarización económica debe tener su propio modelo de plusvalía, que a su vez provoca un nuevo tipo de alineación a través del endeudamiento financiero. Tenemos que explicar que la plusvalía sólo se obtiene a través del trabajo asalariado en el paso de Dinero-Mercancía-Dinero + plusvalía, así como que no es lo mismo “beneficio” que se puede obtener en el comercio y en la esfera financiera sin crear nuevo valor, que plusvalía que si genera nuevo valor por lo que permite un reparto, más o menos injusto según la correlación de fuerzas, entre capital y trabajo para que ambos obtenga nuevos recursos, permitiendo la continuidad sine die del sistema.

Considerarlo como una nueva etapa implica también la pérdida del horizonte de su final. Si es una nueva etapa qué implica que no haya muchas “nuevas etapas” posteriores, y la renuncia a su sustitución ya que no tendríamos el impulso y la fuerza generada por sus contradicciones internas en las que apoyarnos. El sistema capitalista sería eterno, como siempre han ansiado los propios capitalistas y de lo que nos quieren convencer con la ideología neoliberal.

Implica, así mismo, que la lucha contra el capital sigue siendo como en el S. XIX y XX, dos clases sociales que deben estar representadas por partidos políticos de clase que manifiesten su ideario político y que pugnen por la hegemonía social dentro del marco político de la democracia liberal representativa, la democracia burguesa, el modelo político del sistema capitalista.

Si, por el contrario, consideramos que el neoliberalismo es la degeneración y agonía del sistema capitalista la ruptura provocada en el sistema financiero internacional en los setenta del S XX que provoca la financiarización de la economía es producto de las contradicciones internas del propio sistema que alcanza sus límites a partir del cual se convierte en un estorbo para la humanidad sin aportar nada positivo para la misma hace ahora 42 años. La ruptura es el comienzo de su “cáncer terminal”. El mecanismo de la plusvalía ya no le permite una reproducción “normalizada” del capital por lo que no le queda más remedio que exprimir los mecanismos de obtención de “beneficios” en el comercio internacional y en la esfera financiera, tensionando el sistema mundo-capitalista al máximo y llevando la explotación de la mano de obra y de los recursos naturales al límite de lo insostenible, y poniendo en peligro la supervivencia de la propia especie humana y de la Vida en el sistema integrado de Vida que es Gaia. El sistema capitalista es el neoliberalismo. No hay posibilidad de “otro” capitalismo. Tan sólo queda caminar hacia la construcción del post-capitalismo.

La formula Dinero-Dinero + interés es una distorsión de las relaciones de producción que lleva a la separación del capital del proceso de producción de bienes y servicios de la economía productiva. Para el neoliberalismo el capital es fuente de valor que adquiere vida propia independientemente de la producción de plusvalía y la concentración y centralización de la banca la regulación consciente de la vida económica. Pero realmente no es sino el saqueo del conjunto de la sociedad por parte de un puñado de monopolistas estafadores y mafiosos completamente organizados.

La crisis se manifiesta más crudamente en EE UU y la UE porque la emergencia del BRICS le impide el saqueo de los mercados internacionales a través del intercambio desigual. De ahí la ya cansina demanda de devaluación del Yuan chino y los mecanismos de especulación con las divisas emergentes facilitadas por la Reserva Federal y el Banco Central Europeo. Al quedar limitada esta fuente de obtención de beneficios al sistema capitalista no le queda más remedio que explotar al máximo a la masa asalariada de sus territorios llegando al límite y provocando las deslegitimación y la contestación social que acabará con él definitivamente.

El capital financiero especulador es absolutamente negativo, es un cáncer en la economía productiva que amenaza con acabar con ella, y que implica la necesidad de derrotarlo definitivamente. Es un factor opresivo y parasitario. Un sistema generalizado de estafas y trampas por medio de promociones corporativas de la oligarquía financiera, como ha sido el caso de la gripe A, que permitió transferir inmensas cantidades de capital público a la transnacional farmacéutica por una vacuna inservible e innecesaria; o la estafa internacional de las hipotecas subprime. Es una especulación desenfrenada con la propiedad social representada por las acciones en bolsa, que no es otra cosa que la especulación con el capital y el trabajo ajeno. El crédito y el endeudamiento generalizado acelera las crisis y los elementos desintegradores del sistema, que se caracteriza por incentivar el enriquecimiento sobre el trabajo de otros, estafa, y por reducir al máximo el número de personas que se pueden aprovechar de estas.

Esta forma de ver la realidad implica que la transformación social y el avance ha de hacerse sobre la realidad nueva de toda la humanidad unida sobre la dirección de la clase obrera que representa, ya si, los intereses generales de toda la humanidad. En consecuencia la unión de todas las clases y sectores sociales ha de ser liderada por sindicatos de clase, la negación del propio sistema en su seno, con la economía social que es la síntesis renovadora de un nuevo comienzo, preñada de futuro y que da respuestas concretas a las necesidades de producción de bienes y servicios necesarios para la sociedad; y en torno a ellos el resto de sectores sociales vinculados de una u otra forma con la economía productiva.

Implica la creación del sistema de valores sociales nuevos, una revolución ideológica y cultural con nuevos valores éticos dominantes en la sociedad; y un nuevo sistema político del nuevo tiempo que se base en la profundización de la democracia, en una democracia de más calidad, en la democracia propia, directa y participativa que ya esta presente en muchos lugares. La propia economía social es la democracia económica en el seno de las empresas; el desarrollo participativo de los territorios es democracia participativa que se genera en los procesos de lucha y defensa de las condiciones de vida de las poblaciones por su supervivencia; los presupuestos participativos (no todos) y los cauces de participación ciudadana en temas como urbanismo o cooperación y asistencia en corporaciones locales son respuestas y exigencias de trasparencia en el manejo de fondos públicos y democracia participativa en ciernes en el ámbito municipal.

Implica que la refundación de partidos de la izquierda no debe hacerse sobre presupuestos del S XX sino sobre la nueva configuración social y política del futuro. Los partidos políticos se basan sobre la representación de clase en la democracia política del sistema capitalista. Como este es cada vez más exiguo, menos numeroso, la democracia como sistema de dominio ya no le sirve desde hace décadas. Ya hace tiempo que no vivimos en democracia. Los Parlamentos nacionales cada vez tienen menos Poder. Hoy algo más, nada más, que las asambleas de indignad@s de las plazas de España. Y cada vez las tendencias hacia nuevas dictaduras son más manifiestas.

¿Qué tipo de partidos políticos para el sistema de democracia participativa y directa que ya estamos construyendo para el futuro, y en una sociedad donde las clases sociales desaparecerán, se necesitan? Es una pregunta que queda abierta para responderla entre todos y todas mientras avanzamos construyéndolos. Las asambleas de Democracia Real YA han abierto el debate. Las Mesas de convergencia y quienes quieran refundar la izquierda deberán tomar nota.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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