La supremacía corporativa se extiende
Mumia Abu Jamal La Haine
La reciente decisión de la Suprema Corte sobre la individualidad corporativa (corporate personhood) en el caso de Citizens United ha provocado varios comentarios y un poco de indignación: “¿Las corporaciones tienen el derecho a gastar cantidades ilimitadas de dinero para comprar políticos?” “¡Qué barbaridad!”
¿De veras? Aún cuando la gente tiene todo el derecho a indignarse, es importante informarnos bien porque, a decir verdad, los intereses corporativos han sido los dueños del proceso político ––y de los políticos–– durante todo un siglo.
En la historia clásica Los Barones Ladrones, escrito por Matthew Josephson (Harcourt: 1969), hay escenas de magnates industriales ¡comprando a los políticos con maletas de dinero en el recinto del Senado en varios estados!
Tal vez esto no se hace de manera tan descarada hoy en día, pero los políticos todavía se compran como hot dogs. ¿Qué es una moderna campaña electoral para el Congreso, la Presidencia o la Judicatura, si no es una carrera de dinero? Porque el hombre o mujer con dinero puede comprar espacio en los medios de comunicación, y los medios determinan quienes son los ganadores de las carreras.
En realidad, lo único que hizo la Suprema Corte fue abrir la llave para dejar fluir más plata desde los fondos corporativos. En esencia, la Corte dijo a las corporaciones: “Ustedes no tienen que contentarse con alquilar a los políticos. Ahora pueden ser sus dueños”.
Y serán sus dueños.
¿A dónde llegará el dinero, si no a los bolsillos de los medios de comunicación corporativos? ¿No estamos hablando de un paquete de estímulo para estos medios?
Sin embargo, lo notable de este caso no fue el dictamen, el cual era políticamente predecible, sino la confianza mostrada por la Corte en un precedente jurídico que no lo era. En el caso Santa Clara County vs. Southern Pacific Railroad Co. (1886), utilizado para fundamentar el principio de la individualidad corporativa, este principio no aparece en ninguna sección. Lo que pasó es que el secretario del juzgado lo mencionó en un resumen introductorio, el cual no forma parte legal del caso, y 124 años después, un error se volvió la ley, la cual sentó un precedente que sirve hoy en día como pauta para tomar decisiones que favorecen la riqueza y el poder de las corporaciones en contra de la democracia.
En los 1880's, durante la edad de los capitanes de industria conocidos como “los barones ladrones”, el multi-millonario Andrew Carnegie, al ser amenazado con una demanda legal para limitar sus excesos corporativos preguntó: “¿A mí que me importa la ley? ¿No es que tengo el poder?” (Josephson, 15) Ahora, gracias a la Suprema Corte, los magnates tienen más que nunca.
Desde el corredor de la muerte, soy Mumia Abu-Jamal.
--(c) '10 maj
14 de febrero de 2010
Audio grabado por Noelle Hanrahan: www.prisonradio.org
Texto circulado por Fatirah Litestar01@aol.com
Traducción Amig@s de Mumia, México
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