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lunes, 1 de marzo de 2010

Antifascismo: El peligro reformista y el camino a seguir


Plataforma Antifascista Zamora
Kaos en la Red

El antifascismo clásico, el del Frente Popular, nació en su día como una alianza interclasista en la que el proletariado dejó de lado sus intereses de clase para trabajar codo con codo con la burguesía “progresista” con el fin de acabar con el fascismo haciendo suya la máxima de democracia (en general) o fascismo, luchando en primera instancia por las “libertades” de la democracia burguesa. Sin entrar ahora a valorar los resultados de esa táctica que luego se transformó en estrategia paramultitud de organizaciones obreras, debemos situar el antifascismo actual en las condiciones actuales. Ahora la Revolución Proletaria no está en auge, no existe ninguna Internacional, salvo la del imperialismo, con calado entre las masas trabajadoras. Comunistas y anarquistas están a años luz de lo que fueron. Sin embargo las contradicciones en el seno de la burguesía siguen aumentando. Prueba de ello es la fascistización de la sociedad (que se debe también a cuestiones económicas) como respuestade las clases dominantes para resolver sus contradicciones internas, aun sin existir el peligro externo de revolución proletaria, lo cual evidencia la falsedad del argumento simplón y economicista de que el fascismo solo surge ante el peligro inminente de la Revolución Social.

La burguesía también ha cambiado. Su luna de miel con la democracia y las libertades acabó cuando el capitalismo se desarrolló y surgió el imperialismo como forma superior de desarrollo de este régimen productivo. Si antaño las organizaciones proletarias tuvieron que hacer piruetas ideológicas para justificar sus alianzas con sectores de la burguesía que objetivamente, por sus propios intereses de clase, estaban contra el fascismo, hoy día la unión táctica con elementos burgueses es desechada por todas las organizaciones antifascistas que quieran ser tomadas medianamente en serio por el resto de organizaciones. Solo los agentes descarados de la gran burguesía como los chicos de El Militante o los pseudofascistas de la UCE pueden en estos tiempos admitir unidad con el partido del GAL o cualquier otrafuerza parlamentaria del estado español (IU, ERC, BNG…). Pero el peligro de unidad con la burguesía no se limita solo a la unidad directa con sus partidos, grandes o pequeños, sino a la unidad en los hechos con la burguesía mediante el reformismo político que practican y predican sus correas de transmisión en el movimiento obrero



El antifascismo hoy, deber ser un Frente de unión de organizaciones de clase heterogéneas pero siendo común a todas ellas su carácter proletario, anticapitalista y revolucionario. Debe conformarse no como un Frente por Arriba al viejo estilo frentepopulista, sino como un frente único por la base, de todos los trabajadores que se sientan amenazados por el fascismo y el capital yque atienda a las realidades concretas de las organizaciones de cada localidad. Con esto de la realidad concreta nos referimos a que evidentemente en organizaciones que son enemigas de clase del proletariado ( IU o CCOO por ejemplo) pueden existir, y de hecho existen, elementos proletarios y honrados que a pesar de estar en organizaciones anti-obreras que forman parte del estado burgués, pueden y deben ser ganados para la causa del proletariado. Por eso no hay que ser dogmático en la eliminación directa de todos los sujetos de estas organizaciones. Como tampoco hay que ser dogmáticos en el sentido contrario, en el de albergar en nuestro seno a cualquier organización que de palabra rechace al fascismo pero que en los hechos salvaguarde al capital, origen verdadero del fascismo.

El antifascismo como lucha parcial del proletariado debe ser anticapitalista y poner siempre el acento en el carácter de clase del fascismo, que no es otro que el de instrumento de la burguesía. Supeditado a la lucha emancipatoria de la clase obrera, el movimiento antifascista debe formar parte del movimiento obrero revolucionario, entendido este como una suma de organizaciones, evitando así quedarse “compartimentado” y ajeno a las luchas del resto de frentes que conforman el movimiento obrero puesto que todas esas organizaciones sirven a una misma clase y no pueden “pisarse el terreno”. En este sentido entendemos como un error el que desde coordinadoras antifascistas se lancen programas mínimos que poco tienen que ver con las cuestiones directas de este frente (programas de luchas económicas de los trabajadores, de lucha por la vivienda digna…), que como todo frente tiene sus límites y no pueden ser rebasados so pena de caer en el antifascismo por el antifascismo, es decir la organización antifascista por encima de todo lo demás. Caer en el frentepopulismo, pensando que la unidadtáctica de militantes de diversas tendencias puede transformarse en una unidad estratégica y organizativa, sustituyendo a las organizaciones propias (El Partido para los comunistas, el sindicato para los anarconsindicalistas, los Consejos obreros para los autónomos…) por una Organización Antifascista que “lo abarque todo” es olvidarse de que este es un frente parcial y de que hay cuestiones que nos separan a los antifascistas, cuestiones de principio que no pueden ser solventadas por el antifascismo como tal.

El interclasismo (la unidad con grupos reformistas) debe ser combatido sin cuartel, porque nos lleva irremediablemente al reformismo, que reforma al sistema para salvaguardarlo en su conjunto. Se adopta el viejo discurso de oponer la democracia en general al fascismo, cuando la democracia en general significa hoy día democracia burguesa cuyo contenido de clase es el mismo que el del fascismo, dictadura capitalista contra el proletariado y las clases trabajadoras. Se cae también en el discurso fácil de represión= fascismo cultivando la idea entre los trabajadores de que puede existir una “democracia pura” en la que exista la división de clases y no haya represión entre ellas olvidando o escondiendo que toda democracia es una forma de Estado y todo Estado es un instrumento clasista para la represión.

Este culto al estado burgués y a su “democracia” que solo disfrutan las clases dominantes, se materializa en algunas consignas muy extendidas dentro de nuestro movimiento, tales como “depuración de las fuerzas del Estado”, como si estas fuerzas fuesen represoras y apaleasen a los obreros porque en su interior permanecen reconocidos fascistas ya fuesen del régimen anterior o del actual.Pero la realidad es que estas fuerzas estatales son represivas por sí mismas, son necesarias para mantener el régimen capitalista en el que la minoría apropiadora somete a la mayoría productora. Son base del Estado imperialista ya sea este proveniente del fascismo franquista o de la democracia republicana francesa. Predicar la depuración de estos cuerpos, su limpieza democrática dentro de la legalidad burguesa solo apuntala los prejuicios burgueses de nuestra clase entre la que debemos generar una conciencia revolucionaria y no una conciencia democrático burguesa, para eso el Estado ya tiene sus medios de propaganda y a organizaciones como Movimiento Contra la Intolerancia que legitiman el monopolio de la violencia por parte del Estado y niegan el derecho de los explotados a utilizar su violencia revolucionaria contra el orden social existente.

Por cuestiones semejantes es negativa la consigna “muy antifascista” de ilegalizar los partidos fascistas depositando las esperanzas de la clase obrera en el Estado como un “árbitro” de la lucha de clases. Además de engañar a la clase obrera sobre las tareas de toda forma de Estado, y en concreto del Estado burgués, esta consigna deslegitima al propio movimiento antifascista como un movimiento revolucionario y anticapitalista, porque lo deja como un mero “denunciante” ante el Estado. El antifascismo consecuente, el antifascismo de verdad, no puede valerse de los instrumentos legales de la burguesía para exterminar al fascismo, consecuencia del régimen burgués, sino que debe basar su fuerza política en la propia clase obrera. No se puede olvidar en este caso que además hacemos apología de la Ley de partidos, una ley que consideramos dentro del movimiento como fascista o de fascistización de la sociedad, ¿Cómo se puede ser consecuentemente antifascista y utilizar leyes de excepción que permiten el encarcelamiento y la tortura de cientos de militantes antifascistas, comunistas, independentistas y anarquistas?. ¿También vamos a hacer propaganda para que el Estado burgués aplique las leyes antiterroristas al fascismo? Eso solo supone justificar nuestras detenciones ya que el Estado es considerado como un ente objetivizado y nivelador de las disputas políticas en vez de cómo un sujeto que apoya a una sola clase, la de los capitalistas. Debemos ser claros, debemos luchar contra estas leyes de excepción que la clase capitalista usa contra la clase obrera.

Las consideraciones legalistas no pueden tener cabida en el antifascismo de clase. La “victoria” en el juicio de nuestro compañero Carlos sobre el que se considerase el “agravante ideológico” para condenar más años al asesino fascista debería ser analizado con más frialdad. Es totalmente justo y comprensible que la compañera Mavi quiera que el asesino de su hijo pase el mayor número de años en prisión. Nosotros también podemos aplaudir porque Josué vaya a pasarse en prisión muchos años. Pero no se puede ocultar, que esa prisión ha sido construida por la burguesía para mantener su régimen de expropiación. Por lo que tenemos que luchar y hacer propaganda es porque se den algún día las condiciones subjetivas para que el proletariado derribe esas prisiones y sea él mismo quien ejerza la justicia directa contra los carniceros imperialistas y sus secuaces fascistas. No se quiere negar la utilización de la justicia burguesa para velar por la integridad física de militantes revolucionarios (a sabiendas de que es esta justicia la primera interesada en eliminarnos política y físicamente)pero caer en el posibilismo y trabajar de “cara a lo tangible” solo apuntala lo que hoy día es tangible y ya tenemos en frente: el capitalismo y el fascismo. Conectando con esto, al realizar nuestra propaganda entre la clase obrera no podemos advertirle para que se organice de cara a los peligros venideros, a la catástrofe que se nos viene encima (grupos fascistas, recortes de derechos…) porque la catástrofe ya está aquí. Es el actual régimen imperialista contra el que hay que luchar sin esperar a que vengan “tiempos peores”.



En cuanto a la represión, es bueno denunciarla, de hecho la propaganda del antifascismo debe dar cuenta ante la clase obrera de cómo trata la burguesía a quienes nos oponemos a su régimen social. Pero es mucho más importante que la denuncia, el pertrecharse para eludir esta represión desde nuestro trabajo fuera de los instrumentos del Estado. Porque desde el trabajo legal, democrático, posibilista, no se evita la represión de la burguesía, más bien al contrario se va a su paso y se justifica el uso de ésta por parte del Estadocuando alguien decide saltarse su legalismo. Y se justifica esta represión no ante los medios de propaganda y el Estado (estos ya tienen su propia maquinaria de criminalización) sino ante los trabajadores que amansados y acostumbrados al legalismo burgués verán con miedo y no seguirán al movimiento cuando este tenga que rebasar los legalismos y usar su violencia revolucionaria, ya sea en un contexto de resistencia o de ofensiva. En este sentido creemos que son mucho más positivas para la concienciación a medio plazo del proletariado acciones como las de Lavapiés en marzo de 2008, siempre que sean precedidas y seguidas de una fuerte agitación y propaganda política entre los trabajadores, que las peticiones de ilegalizar marchas fascistas que se hacen a las subdelegaciones del gobierno de la provincia de turno. Y si no se puede actuar como los compañeros de Madrid en Lavapiés, se debe hacer todo cuanto esté a nuestro alcance para que eso se pueda llevar a cabo lo más pronto posible sin conformarnos con la intermediación del Estado en los problemas de la clase obrera. Lavapiés, Vallekas o Euskal Herria son ejemplos de cómo las masas organizadas expulsan a los fascistas de barrios y ciudades sin necesidad de recurrir a la legalidad burguesa. Así mediante su experiencia propia, los trabajadores de estas zonas ya saben que solo su implicación directa sirve para acabar con los grupos fascistas sin esperar ninguna ayuda del Estado capitalista.

Las peticiones o reivindicaciones del antifascismo si no se toma este como un frente más de lucha insertado en la lucha general de la guerra de clases, quedarán como producto espontáneo de las luchas inmediatas y parciales que no cuestionan las premisas de las condiciones en las que se desenvuelven, el estado burgués y la división clasista de la sociedad, reproduciendo esas mismas premisas que debemos combatir y eliminar. Se cae entonces en la reforma parcial del sistema que no es sino la legitimación del sistema en su conjunto, obstaculizando su destrucción pues las reformas apuntalan lo viejo, la sociedad de clases, y obstaculizan lo nuevo, la Revolución Social por la que todos los antifascistas revolucionarios luchamos.



En los últimos años se han dado grandes avances en el movimiento antifascista tanto a los niveles locales como a nivel estatal. Pero estos avances han sido en muchos casos fruto de la espontaneidad de la juventud trabajadora y de distintas organizaciones anticapitalistas, convirtiendo lo inmediato en lo principal y cayendo en consignas reformistas. Ahora que el movimiento antifascista de los últimos años empieza a asentarse y a alcanzar cierto grado de madurez política debemosacabar con todo vestigio de reformismo pequeño-burgués que exista en nuestro interior.

En lo organizativo los encuentros estatales han dado cierta homogeneidad al movimiento, coordinándose convocatorias, materiales de agit-prop, y lemas de manifestaciones a nivel estatal. Esto es positivo. Ahora toca dar un paso más en la conformación de nuestro movimiento como un frente proletario enmarcado en la lucha de clases contra la burguesía. Toda nuestra propaganda debe ir encaminada a esclarecer el carácter clasista del Estado y del reformismo para acabar con las ilusiones pequeño-burguesas de la clase proletaria. No se puede caracterizar al Estado como árbitro en la lucha de clases. Ya hemos visto como multitud de movimientos parciales eran reconvertidos y asumidos por el Estado burgués para vaciarlos de contenido revolucionario y convertirlos en otro puntal del régimen capitalista (el No a la Guerra, el feminismo, el ecologismo, la memoria histórica…)

¡Que el antifascismo no se convierta en la hoja de parra de la democracia burguesa!

¡Que a las masas trabajadorasno se les engañe con cantos pacifistas y reformistas, solo con su violencia revolucionaria podrán convertirse en dueñas de su destino!

El imperialismo sea cual sea su forma, es el enemigo de la clase obrera y de los pueblos oprimidos del mundo. Contra él tenemos que dedicar toda nuestra propaganda y nuestra organización debe desarrollarse en base a la destrucción del Estado imperialista. Decirle lo contrario a los trabajadores, es ponerse del lado enemigo.



Plataforma Antifascista de Zamora.

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