A 100 años del Día Internacional de la Mujer Trabajadora: Construyamos un Socialismo Feminista…
Rebeca E. Madriz Franco Género con Clase
En 1910 un grupo de mujeres aprueba la propuesta realizada por la alemana Clara Zetkin de declarar el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Sin duda alguna hoy -100 años más tarde- las reivindicaciones del movimiento de la época han sido superados al menos en el plano formal, no obstante la compleja realidad social ha diversificado las formas de discriminación, subordinación, explotación y sometimiento de las mujeres.
El capitalismo en su actual fase monopolista transnacionalizada, ha generalizado fenómenos sociales como la feminización de la pobreza, ya que somos las mujeres las que representamos los mayores índices de deserción escolar, de analfabetismo, de desnutrición, mortalidad infantil, SIDA, desempleo; padecemos el femicidio y el feminicidio (asesinato de mujeres en razón del sexo, produciéndose éste último bajo inobservancia del Estado); e igualmente la trata y tráfico de personas especialmente mujeres, niñas y niños así como su esclavitud; entre otros efectos perniciosos.
Estos fenómenos son inherentes a una sociedad marcada radicalmente por las diferencias de clase y que de hecho, se sostiene sobre las desigualdades sociales. Sin embargo, es innegable que este siglo ha arrojado grandes cambios y avances que han sido producto de las luchas de los movimientos feministas en sus diversas expresiones. Logros que en muchos casos no es suficiente conquistarlos parcialmente, sino que se hace indispensable consolidarlos y profundizarlos porque de lo contrario corremos el riesgo de que esos logros sean barridos por políticas neoliberales, antidemocráticas, conservadoras (valga la redundancia) o incluso, por momentos históricos concretos que en determinados casos se prestan para retrocesos sociales.
Un ejemplo que puede graficar perfectamente esta realidad son las nefastas consecuencias que -especialmente sobre las mujeres- ha generado la actual crisis del capitalismo, que golpea y vulnera precisamente los sectores más desprotegidos. Ahora bien, esa realidad sólo puede contrarrestarse a través de la movilización popular y permanente de las mujeres, de las feministas, en defensa de los logros que hemos adquirido.
En América Latina no puede hablarse de un feminismo único, estático, homogéneo, sino que por el contrario se funden, diversas expresiones de mujeres que –sin declararse o considerarse feministas, aunque no en todos los casos- son una expresión concreta en su accionar de una práctica política liberadora desde las mujeres, de una práctica que muchas veces trasciende lo mero reivindicativo y que en el fondo es esencialmente feminista, ¿o es que acaso alguien puede cuestionar el carácter progresista y liberador de las luchas de las mujeres Zapatistas, o de las Madres de Plaza de Mayo, o de las Campesinas Indígenas del Bartolina Sisa en Bolivia, o de las Feministas en Resistencia en Honduras, o de las mujeres del MST en Brasil, o de las Madres del Barrio en Venezuela?. Se trata de expresiones particulares, pero todas son una expresión concreta de la lucha antipatriarcal, antiimperialista y en muchos casos anticapitalista.
En el actual contexto histórico, es urgente que podamos caracterizar minuciosamente el movimiento de mujeres, porque es a partir de esa caracterización que puede construirse un programa de lucha que será tan amplio cuanto menos sectario sea el movimiento.
Debe llamarnos a la reflexión, cómo la mayoría de las mujeres organizadas, están organizadas en tanto indígenas, campesinas, estudiantes, intelectuales, artistas, etc., y no en tanto mujeres. ¿O es que acaso no debe abrazar el feminismo a todas las mujeres, independientemente de que cada una tenga un sector de desarrollo y lucha particular? Es evidente que siguen existiendo interpretaciones diversas de lo que debe ser el Movimiento feminista, y es natural. Sin embargo, mal podríamos las mujeres repetir los esquemas que tanto hemos cuestionado a la izquierda tradicional, o la sociedad patriarcal – capitalista en general.
En la actualidad no puede pensarse que la naturalizada opresión de la mujer puede superarse con prácticas aisladas. Y en este sentido, o hay una disposición de construcción colectiva, o hay prácticas sectarias. Es necesario que comprendamos y asumamos la diversidad, pero una diversidad que no oponga a una práctica única y dominante, otra práctica que pretende no asumir una condición de igual reconociendo las diferencias, sino imponer otro modelo igualmente único y hegemónico.
Estos elementos nos llevan a la conclusión de que estamos obligadas a actuar bajo el principio de la “unidad en la diversidad”, como bien lo llegó a realizar el movimiento de mujeres venezolanas en diversos períodos del siglo XX. (Mujeres: Una fuerza social en movimiento. 1995).
Las mujeres no podemos permitirnos encerrarnos en dogmas, porque suponer un perfil único de “feminista” sería cerrar la participación en la lucha de las grandes mayorías de las mujeres del pueblo. Lo realmente importante para nosotras es asumirnos como entes políticos autónomos, porque en la medida que nos reconozcamos nosotras mismas como tales, podemos ver en nuestras compañeras una igual a la que le reconocemos también la capacidad de decidir su vida y su práctica cotidiana, y en este sentido la solidaridad (sororidad) entre mujeres tiene un papel fundamental que jugar entre nosotras.
Cuando asumimos que el sujeto histórico del feminismo no es “la mujer” sino “las mujeres”, entonces es posible comprender que no se pretende que las mujeres renunciemos a los que han sido y son objetivos del movimiento feminista, pero sí que comprendamos que no podemos anhelar imponer una práctica determinada sino que tenemos que contribuir a que la mayoría de las mujeres asuman esas reivindicaciones como propias.
Por ejemplo, hay casos como el tema de la despenalización de la Interrupción Voluntaria del Embarazo, la cual es una bandera histórica de las feministas revolucionarias. Ahora bien afirmar que toda feminista está de acuerdo con la despenalización del Aborto o de lo contrario no es feminista, sería subestimar 500 años de ideologización judío-cristiana, sería incluso negar la posibilidad o la factibilidad de que en América Latina se desarrolle un fuerte movimiento femenino de masas, porque la mayoría de nuestras mujeres tiene una fuerte carga moral que ha sido influenciada por el cristianismo. Este en un tema neurálgico, irrenunciable para muchas de nosotras, pero sin duda es necesario replantearse como coadyuvar a que tal reivindicación (justa y necesaria) sea una bandera de la mayoría de las mujeres, cuestión que podría lograrse más fácilmente si las mujeres asumimos esta problemática como un problema de salud pública que le arrebata la vida a miles y miles de mujeres, especialmente pobres.
Otro ejemplo pudiese ser el tema de la repartición de tareas dentro del Hogar, la cual muchas veces hemos considerado un planteamiento reformista que a la final sólo va a servir para acentuar y profundizar la explotación capitalista. Frente a esto reivindicamos el planteamiento de las revolucionarias de Socializar el Trabajo Doméstico –quedando éste a cargo de la sociedad en general y no de la mujer en particular, y no de la familia-, lo cual es y seguirá siendo sin duda una bandera de lucha para las mujeres. Pero tampoco podemos pecar de inocentes y pensar que vamos a suprimir la familia de manera voluntarista.
Asimismo es pertinente discutir la autonomía del movimiento de mujeres, necesaria en vista que algunas organizaciones partidarias vieron en la lucha de la mujer solo una oportunidad para la búsqueda de votos, obligando a las propias mujeres ha construir espacios para su lucha legítima. Ahora una cosa es la autonomía y otra muy distinta es aislarse de la lucha política general, ¿hasta dónde puede esa autonomía relajar o flexibilizar nuestros principios como revolucionarias?
Las feministas revolucionarias somos indispensables porque somos las únicas capaces de ver el enemigo de manera integral, el patriarcado (en nuestra condición de mujeres) y el capitalismo (en nuestra condición como clase). Ahora el capitalismo, y mucho menos el capital, los vamos a superar con prácticas que igualmente siguen funcionando bajo su lógica. Tanto menos podríamos decir del Patriarcado que ha logrado permear los diversos modos de producción y superarlos, manteniéndose incólume.
Todos estos son sólo elementos para ejemplificar, pero que bien lograrían su cometido si las feministas al menos nos tomamos la molestia de replantear nuestra incidencia real en la sociedad, y poner en la mesa y a debate algunos de estos elementos. Se trata, finalmente, de poder relajar las formas siempre que éstas nos permitan lograr los fines, sin que haya conciliación y mucho menos reproducción de los esquemas de dominación.
Las mujeres debemos actuar como a mediados de la década de los 90`s del siglo pasado se plantearon las feministas latinoamericanas, demostrando con ello el nacimiento de un movimiento de mujeres con altos niveles de conciencia y capacidad organizativa, cuya práctica política se edificaba:
…“Educando, construyendo, conquistando espacios estratégicos de poder en todas las esferas políticas, investigando, redefiniendo las prácticas políticas, fortaleciendo las organizaciones de mujeres, gestando nuevas concepciones y valoraciones de los sexos –sin las cuales estamos llamadas a traicionarnos y repetir errores del pasado-…”. (Mujeres: Una fuerza social en movimiento. 1995.- Pág.23).
Y es que sin duda, la fuerza política y social del movimiento de mujeres requiere de un proceso permanente de revisión y de evaluación en su práctica la cual está íntimamente relacionada con su incidencia social.
Las mujeres solas y aisladas no somos suficientes para transformar la sociedad, pero si somos indispensables, de allí la necesidad de articulación con el resto de los movimientos sociales, sin los cuales sería imposible la construcción de una nueva hegemonía que a su vez debe incluir los sectores explotados si se quiere tradicionales, a saber, trabajadores y campesinos, pero también a todos aquellos cuya problemática o condición pretende seguir siendo invisibilizada, y es allí donde encontramos la más amplia gama de sectores sociales en los que las mujeres somos también parte como: indígenas, afro-descendientes, ecologistas, comunidad sexo-diversa, la juventud, los inmigrantes, el sector de la economía informal, entre otros.
Debemos tomar en cuenta que el Socialismo, que en los últimos años se ha venido apellidando como “del Siglo XXI”, más que un cambio en el fin lo que debe plantear es la superación de los errores del pasado y muy especialmente se trata de dar una lectura correcta al actual contexto, y no tratar de repetir la misma hazaña histórica cuando las circunstancias son otras.
Ahora bien, el planteamiento de construcción de esa nueva hegemonía debe gestarse desde la práctica y ejercicio del poder por parte de estos sectores del pueblo organizado, y debe partir a su vez de la puesta en práctica de la democracia revolucionaria, para ir acumulando fuerzas en la construcción del Socialismo, y no como se ha venido acostumbrando desde algunos sectores, de tener una minúscula mayoría para aplastar o imponer una línea o una tendencia que termina desmembrando y atomizando al movimiento popular. El poder es un problema de todas y todos los revolucionarios, y no debemos permitirnos llegar a el para reproducirlo, al contrario, se nos plantea un doble reto, por un lado, deconstruir los valores patriarcales y reconstruir nuevos valores entre los géneros, y por el otro, combatir con la mayor fuerza y contundencia posible la hegemonía de la ideología burguesa y sus estructuras de poder.
Para ello es necesario que las mujeres nos mantengamos movilizadas y organizadas por nuestras reivindicaciones como mujeres, para lograr los niveles de conciencia y politización que nos permitan incidir en la conquista del poder por parte del pueblo pobre, y entre esas banderas siguen teniendo la vigencia necesaria:
- Incentivar la lucha de la mujer en todos los espacios para lograr la conquista de plazas de poder y toma de decisión por parte de las mujeres.
- La exigencia del 50 y 50 de participación política.
- Exigir y coadyuvar al fortalecimiento de las políticas dirigidas a la creación de programas de capacitación para el trabajo que permita a las mujeres desarrollar una labor productiva., y a su vez promoverlos y organizarlos desde los movimientos de mujeres y de base.
- Desarrollar e incentivar discusiones de planificación familiar desde la perspectiva de las mujeres.
- Exigir la implementación al menos en las Misiones Sociales, de un Plan Obligatorio de Equidad de Género, que garantice la superación de la Cultura Patriarcal como garantía de avance ideológico, necesario para la Construcción de una nueva Sociedad, así como promover la creación de una asignatura de los Derechos de la Mujer, transversalizando la problemática de la mujer.
- Presionar a los organismos competentes para que se creen los mecanismos necesarios para supervisar y sancionar aquellas empresas o instituciones públicas y privadas que tienen como pre-requisito de empleo, la exigencia de atributos estereotipados para acceder al mercado laboral (la exigencia de “buena presencia” es discriminatoria y genera trastornos psico – sociales).
- Velar por la celeridad y funcionamiento de los Tribunales Violencia contra de la Mujer, así como promocionar su existencia y funciones.
- Velar por el cumplimiento de la No esterilización forzadaza de nuestras mujeres, así como el acceso diligente a su esterilización cuando sea solicitada por las mismas. Asimismo generar acciones de calle para exigir la nacionalización de las maternidades y evitar con ello que se sigan registrando muertes de mujeres embarazadas o de sus hijos, las cuales son perfectamente evitables.
- Promover la organización y creación de Sindicatos de Trabajadoras Domésticas, así como promover permanentemente la representatividad femenina en los Sindicatos.
- Supervisar y garantizar que en los centros de Salud Pública no se produzca ningún tipo de Violencia contra la Mujer por motivo de prácticas o maniobras abortivas por parte de éstas, así como exigir al Estado que se creen las condiciones para tener acceso a estadísticas confiables sobre las cifras de Abortos Clandestinos que se producen. Denunciar permanentemente y hacer público los maltratos que sufren las mujeres por éste o cualquier otro motivo en los centros de salud.
- Exigir la creación en las oficinas regionales del Instituto de la Mujer de una Oficina especializada de Atención a las Mujeres desplazas, inmigrantes, e indocumentadas, que garanticen el goce y ejercicio de sus Derechos, vulnerados en muchas ocasiones, por los organismos de seguridad de Estado.
- Promover con campañas masivas y continuas, la prevención de las enfermedades de transmisión sexual, así como exigir que se garantice el acceso a tratamientos de las mujeres que padecen enfermedades propias de la mujer, así como VIH, cáncer, entre otras.
- Desarrollar campañas dirigidas a la prevención del embarazo temprano.
- Exigir en todas las alcaldías que se cree un sistema de Guarderías Infantiles, que le permita a las mujeres adolescentes madres continuar sus estudios. Asimismo exigir la masificación de los Simoncitos para permitir mayores niveles de participación y desarrollo de las mujeres en diversos espacios sociales. Igualmente promover, según lo establecido en la ley, la creación de guarderías en los centros de trabajo públicos y privados con el fin de disminuir la carga de trabajo de nuestras mujeres.
- Exigir con movilizaciones y campañas permanentes al Ministerio de la Salud, de la Mujer y la Igualdad de Género, y a los Centros de Salud Pública incluyendo Barrio Adentro, la implementación en las Escuelas Estadales y en las Misiones Sociales, de un programa de Educación Sexual Integral adecuado a nuestra realidad cultural, que permita a nuestras niñas, niños y adolescentes asumir una salud sexual responsable, así como la distribución masiva de métodos anticonceptivos en los centros de educación media, diversificada y profesional con la periodicidad pertinente que garantice el ejercicio de los derechos sexuales de nuestras y nuestros ciudadanos, que incluye una sexualidad libre, consciente y sana.
- Exigirle a los organismos competentes el acceso de las Mujeres en situación de Pobreza al Seguro Social.
- Exigir al Ministerio de la Mujer e Igualdad de Género, así como el de Planificación -a través del Instituto Nacional de Estadísticas- la realización de estudios socio-económicos que permitan manejar datos y cifras confiables sobre la situación de las mujeres en cuanto al acceso al empleo, igualdad de salarios, acceso a la educación, salud, violencia, muertes, etc., para una mejor planificación económica e implementación de políticas públicas sobre aquellas materias que se consideren un problema social por su magnitud, pero que sin datos precisos no pasan de ser especulaciones.
- Desarrollar modelos productivos desde la perspectiva de género que tome en cuenta las condiciones particulares de las mujeres. En este sentido, instar a que se creen los mecanismos necesarios que garanticen la Seguridad Social de Amas de Casa, Trabajadoras Informales, Trabajadoras Domésticas y Trabajadoras Sexuales, como sector prioritario en situación de vulnerabilidad y pobreza extrema, mediante el otorgamiento de pensiones, y la creación de Programas de capacitación que permitan el acceso de éstas mujeres al mercado laboral formal, y dar garantía de nuestros Derechos Humanos Fundamentales.
- La realización de una Campañas de Concientización que permitan dar a conocer el valor económico del Trabajo Doméstico, con la intención de promover la participación de las Mujeres en el sector productivo, así como una mayor conciencia de Clase y de Género. Asimismo, impulsar desde las mujeres y los espacios de participación (consejos comunales, comunas) la implementación en las comunidades de propuestas alternativas a esta problemática. Desarrollando un modelo de sistema de sistema de socialización para la realización de tareas domésticas en el ámbito comunal (comedores, guarderías, lavanderías).
- Reivindicar la eliminación de las barreras burocráticas que impiden el acceso de las Mujeres de la tercera edad a una pensión digna.
- Incentivar y demandar la flexibilización de los requisitos para el acceso de las mujeres a los créditos ofrecidos por las distintas entidades del Estado.
- Combatir, denunciar y boicotear de manera permanente, la imagen sexista y estereotipada que promueven los medios de comunicación y la publicidad sobre la mujer, convirtiéndola en un objeto sexual, en un objeto de consumo, en un adorno para ensalzar los antivalores de la sociedad capitalista.
- Promover la realización de convenios entre el Estado y las Misiones Sociales, para promover la participación de la Mujer en la Investigación Científica, especialmente en lo referido al tema de Género.
- Reclamar la creación de programas que permitan la asignación de Viviendas de manera prioritaria, a través de una cuota mayoritaria, a aquellas mujeres que ejercen la Jefatura del Hogar, Amas de casa, y Mujeres Jóvenes que en condiciones normales poseen mayores trabas a la hora de ejercer su derecho a una Vivienda digna, tanto n el campo como en la ciudad.
- Promover en los espacios comunales la creación de lugares de cuidado y esparcimiento para los Adultos Mayores con el fin de garantizar su bienestar y disminuir la carga de las Mujeres.
- Apoyar y promover a nivel internacional, nacional, regional y comunal, las iniciativas de Género tendientes a promover la unidad y participación de las Mujeres en espacios de organización, y articulación que permitan cohesionar nuestras luchas como mujeres.
- Impulsar de manera permanente la creación de una instancia nacional de articulación y unidad de las mujeres (como la Plataforma Unitaria de Mujeres o Frente de Mujeres Bicentenario).
Finalmente, estas propuestas son sólo una mínima expresión de la amplia gama de dificultades que en el marco del capitalismo debemos superar las mujeres, para crear condiciones de lucha más apropiadas para que la mayoría de nosotras pueda integrarse a la lucha revolucionaria. Sin embargo, sólo una amplia unidad de las mujeres podrá recoger todas las expectativas y problemáticas que nos aquejan, y sólo la más amplia unidad con el pueblo nos permitirá la construcción de un verdadero Socialismo Feminista.
Nora Castañeda, sintetiza muy bien en esta frase, una pasión que seguramente mueve a la mayoría de las mujeres en la Revolución Bolivariana, en la Revolución Latinoamericana, con la que seguramente la mayoría nos sentimos y nos sentiremos identificadas:
“Creemos en un desarrollo donde los seres humanos son el centro de atención. Creemos en un desarrollo que impulse una relación armoniosa con el ambiente y “los poderes creadores del pueblo”. Creemos, en fin, en un desarrollo capaz de superar todas las formas de discriminación. Esa es la razón estratégica de la lucha del movimiento de mujeres.(…) Las mujeres organizadas queremos contribuir para la construcción de una sociedad de iguales en la diversidad. Creemos en la solidaridad como motor fundamental del desarrollo, mas no estamos dispuestas a continuar siendo administradoras de una pobreza creciente que nos degrada y degrada a quienes la impulsan”.
(Nora Castañeda, Coordinadora del Comité “Juntas por Venezuela Camino a Beijing.- Pág.65).
Referencias Bibliográficas:
Este artículo tiene como fuente principal el texto del “Comité juntas por Venezuela camino a Beijing” (1995). Mujeres: Una fuerza social en movimiento.
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