Desmovilización popular y reofensiva imperial
Roland Denis Aporrea
La derecha continental ha comenzado su contraofesiva, o mejor dicho, después de varios intentos frustrados, principalmente: Venezuela 2002, Bolivia 2008, al fin logra articular entre sucesivos y muy distintos eventos producidos en diversos países (Honduras, Colombia, Chile Haití) una ofensiva que tiende a neutralizar la avanzada progresista continental que hemos vivido a lo largo de los años 2000. Este es al menos el retrato superficial de los hechos, que además, si lo vemos en perspectiva futura pareciera que la cosa pinta todavía peor, con una derecha victoriosa electoralmente en los gigantes de Brasil y Argentina y cuidado si a estos se le suma Venezuela con la pérdida por parte del chavismo de las próximas elecciones legislativas de Septiembre.
Ahora, ¿Por qué sucede esto? ¿Y qué supone todo esto? La diferencia del espacio continental nuestramericano respecto a buena parte del mundo, políticamente hablando, es que desde finales de los años ochenta, con la agudización de la crisis social creada por la entrada salvaje del neoliberalismo, se desarrolla una movilización de masas con fuertes tendencias subversivas que a su vez derivó en la formación de grandes frentes políticos de izquierda o en el apoyo a partidos históricos ya consolidados como es el caso del PT brasileño, el FSLN en Nicaragua o el FMLN en El Salvador. Estos, en la medida de su éxito, como era de esperarse se sitúan así mismos como re-presentantes de los deseos e ideales libertarios presentes en estos movimientos y ejecutores de los mismos a través de la capitalización electoral de la lucha condesada en un determinado liderazgo y de un programa político dirigido a arrancar el poder de estado a las élites partidistas y burguesas tradicionales por vía pacífica y la apertura de un camino progresivo de liberación. Empezando por la revolución bolivariana se trató de una ecuación exitosa que no se repitió prácticamente en todo el continente hasta abrazarlo por completo por los fraudes electorales ocurridos en Perú contra la candidatura de Ollanta Humala y de México contra la candidatura de López Obrado
Independientemente de la notable diferencia entre liderazgos, la estela emancipadora recomenzaba su camino. Sin embargo esta condición re-presentativa de los movimientos de unidad popular, incluso en el menos de ellos como lo fue en sus comienzos el gobierno de Chávez quien se presenta exclusivamente como un gobierno de impulso del proceso popular constituyente, es decir, un gobierno en principio bajo el mando de la dinámica revolucionaria de masas, o de “multitudes” como gusta decir ahora, todos estos gobiernos trajeron y traen consigo la maldición burguesa de la representación; súmenle a ello los desmanes de la corrupción, la burocratización, el aburguesamiento propio, etc. En otras palabras, pretenden –otra vez- presentarse como el “pueblo en el poder”, vanguardias de asalto democrático del poder constituido que a la final, por la misma lógica de estado y la re-presentación harán todo lo que esta en sus manos por bloquear el movimiento ofensivo de transformación revolucionaria, favoreciendo solamente algún nivel de “autonomía defensiva”, es decir, algunas moderadas y muy “sensatas” iniciativas de base encaminadas a salvar los gobiernos progresistas de los ataques conspirativos de la derecha.
Esta situación como era natural produjo un movimiento tutelado que en el caso de Venezuela por ejemplo, lleva diez años moldeando una subjetividad política en la base popular del chavismo cuyo reflejo movilizante está centrado básicamente en la lógica defensiva dejando que los lineamientos ofensivos que puedan tener un carácter transformador efectivo (la ocupación del espacio territorial y productivo en manos de la burguesía, la lucha por los derechos populares, el ataque al estado burgués que se reproduce a sus anchas, la expansión de espacios autogobernantes y de desarrollo alternativo, etc.) sean administrados directamente por el estado y la lógica burocrática del mismo, lo que equivale disminuirlos al mínimo hasta desaparecerlos. Vemos aún que luego de diez años incluso estos mismos reflejos defensivos van perdiendo velocidad y capacidad de convocatoria, reduciéndose a las movilizaciones de rigor convocadas desde arriba. Tenemos allí una razón de desmovilización fundamental a la cual se suma la situación económica vivida en todo el continente en buena parte de los años 2000. Nos referimos a una expansión del consumo y de la economía tanto de exportación como de importación, es decir, de la propia economía de mercado, que ha generado al menos hasta finales del 2008 una disminución de las presiones sociales y por tanto de la movilización reivindicativa, compensada por la existencia de una mayor distribución de dinero y capacidad de consumo dentro de los sectores mas marginados y de trabajadores en general.
Podríamos sumar un cierto incremento de programas sociales, acceso a algunos servicios, expansión del sistema educativo y de salud en algunos casos, que han servido para desacelerar la movilización cotidiana y desgraciadamente también para redoblar los mecanismos de sometimiento clientelar entre población y estado; otro formidable calmante de masas.
El modelo político representativo y las circunstancias históricas particulares le han quitando fuerza subversiva a los movimientos populares, elemento que a nuestro parecer es clave para entender no la ofensiva en sí del imperio y las puntas de playa obtenidas en los últimos meses, cosa que atañe a su propia estrategia y el juego imperial expansivo bajo la administración Obama (“el poder inteligente” muy distinto a la “razón bruta” del período de Bush) sino al porqué estas mismas iniciativas parecieran encaminadas a tener éxito en el inmediato y mediano plazo. Un pueblo desmovilizado, a la defensiva y administrado externamente en su dinámica política, se hace estúpido ante sus enemigos, perdiendo astucia y capacidad creadora a la hora de la confrontación y la defensa de los espacios ganados.
¿Cuál es entonces el horizonte que podemos prever? Si no hay mayores eventos que desvíen tendencias : guerras, nuevas conspiraciones, rebeliones, hechos nada descartables, lo más probable es que nos encontremos en uno o dos años con un campo de fuerzas donde se vuelven a equilibrar las tendencias conservadoras y progresistas a nivel electoral con preferencias hacia las primeras quedándose reducida la izquierda gobernante al espectro limitado del ALBA, recogido sobre sí mismo y con todas su limitaciones. Para un imaginario político anclado sobre el conflicto de representaciones esto podría entenderse como una derrota casi definitiva. Sin embargo somos del criterio que en adelante la confrontación esencial donde se juega realmente el problema emancipatorio se desplaza del contexto representativo y de asalto democrático a las viejas instituciones del estado burgués y colonizado, hacia el plano del control territorial efectivo, donde los gobiernos de izquierda si sobreviven, de ser el caso y no transmutarse en corporaciones burocráticas represivas y acusatorias como ya ha pasado en nuestro caso, podrán tener el chance de jugar el papel de retaguardias al servicio del avance territorial productivo y autogobernante de los pueblos. El imperio ya no va por países en sí, va por el control de recursos, saberes, fuerzas de trabajo, presentes transversalmente en todo el territorio, utilizando los aparatos de estado existentes, los “paraestados” en formación, las burguesías regionales y sus propias bases, como fuerzas de presión y de choque. Esa guerra por nuestra tierra y por nuestros sueños va a ser el terreno verdadero de la confrontación a venir en los tiempos inmediatos, inaugurando en nuestro criterio una nueva fase –no representativa- de la revolución social nuestramericana.
Fuente: http://www.aporrea.org/internacionales/a94939.html
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