¿Cuándo será mi primera vez?
Por Diana Iglesias Aguilar Somos Jóvenes
No pocos padres y madres de adolescentes varones se muestran preocupados porque sus hijos no han iniciado su vida sexual. Se preguntan si son normales o no, y preguntan qué hacer para estimular el inicio de las relaciones sexuales en los adolescentes varones.
Para nadie es un secreto que existe una educación sexista y machista que plantea una dualidad de discursos diferentes: a las muchachas, que esperen para no pasar por livianas; a los muchachos que se apuren para no hacer el papel de bobos; a las muchachas que no debe ser con cualquiera; a los muchachos, que con la primera que aparezca.
Discursos que, a la larga, distancian y confunden, y luego se reproducen en la educación de sus hijos a través de patrones erróneos y caóticos.
Ni a ni a unos u otras se les debe alentar en cuanto a relaciones sexuales sin antes prepararlos y estar seguros de que verdaderamente las desean, de manera que sean responsables de su salud psicosexual.
El inicio de la vida sexual es un paso muy significativo en las vidas de los y las adolescentes, pues sienta pautas para el desarrollo psicosexual y las relaciones de pareja posteriores. Hoy encontramos no pocos adultos con disfunciones sexuales cuyos orígenes están no solo en una equívoca primera vez, sino también en acudir a ella con muy poco o ningún conocimiento sobre la respuesta sexual humana; peor aún, sin implicaciones afectivas con la persona con quien se compartió la experiencia.
Los adolescentes varones, como las muchachas, tienen la inquietud de saber cuándo es la edad idónea para comenzar la actividad sexual, y la respuesta es: cuando se esté preparado.
La preparación no solo tiene que ver con la edad cronológica, también amerita una madurez psicosexual. Es decir, no basta con tener genitales bien proporcionados, caracteres sexuales secundarios que aparentan mayoría de edad (vellos pubianos, axilares o en el rostro). Es necesario haber madurado como ser humano y ver el sentido relacional y humano de estas relaciones íntimas, que es lo que nos distingue del resto de los animales.
Opino que la iniciación sexual puede ser tan complicada para ellos como para ellas, aunque la familia en general suele tomar el tema, cuando hay hijos varones, un poco a la ligera, con argumentos indelebles como “total, si no tienen nada que perder ni van a quedar embarazados”.
Sin embargo las consecuencias negativas de este discurso educativo tienen un costo muy alto en la realización personal y sexual de los hombres. Los adolescentes varones se sienten empujados a demostrar una virilidad que resulta incómoda.
Un pequeño sondeo anónimo realizado por la autora entre varios grupos de muchachos constató que la mayoría de los entrevistados catalogaba su primera vez como un desastre, debido a la ansiedad, desinformación y presión grupal sobre esta experiencia vital.
El adolescente varón solo estará apto para comenzar la actividad sexual coital cuando venza las etapas del enamoramiento, el autoconocimiento y las relaciones de pareja de manera satisfactoria, y estas se sucedan como fases de un mismo proceso que fluye sin presiones externas, de la familia, el grupo o la pareja.
El noviazgo es la etapa cuando se produce y prolifera el ambiente adecuado para el surgimiento de la confianza, el respeto y el aprendizaje mutuo de los sentimientos y la actividad sexual. De ahí que constituya una experiencia riquísima que tiene sus encantos.
Existe un mito que estimula a los muchachos a iniciarse con mujeres experimentadas, lo que deja en ocasiones un mal sabor si no están implicados emocionalmente.
Lo primero es autoconocerse, conocer también de la respuesta femenina y desmitificar estereotipos sobre el rendimiento masculino, como, por ejemplo, que los hombres son responsables exclusivos del orgasmo femenino.
La ansiedad ante el desempeño sexual es una de las aspectos más temidos por los muchachos, e incluso por hombres jóvenes y maduros en dependencia de las circunstancias. La ansiedad impide el acto o frustra la satisfacción personal y de la pareja, pero se domina con el tiempo y, sobre todo, cuando la actividad sexual no es una meta impuesta por las reglas de un grupo o persona, y sí el producto de un sano intercambio amoroso con otra persona por la que se experimenta mutua atracción y sólidos sentimientos.
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