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martes, 26 de enero de 2010

Adios camarada...


Yorciño Carrillo

Víctima de la agresión fascista en Mérida-Venezuela


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lunes, 18 de enero de 2010

Anatomía de una maldición


Por: Aurelio Alonso / Rebelión

Acabo de leer en un despacho de AP que el televangelista norteamericano Pat Robertson sentenció que sobre Haití pesa una maldición ocasionada por «un pacto con el demonio», supuestamente sellado en «ritos del vudú» que habrían precedido a los alzamientos de esclavos con los cuales se inició la revolución de 1791 en la colonia francesa de Saint Domingue. La revolución que conduciría a la primera independencia de nuestra América, consumada el 1 de enero de 1804, tras una cruenta contienda contra los ejércitos napoleónicos, contabilizada por la historia como una de las más estruendosas derrotas de Bonaparte. Si alguna influencia tuvieron los loas del vudú no fue exactamente negativa.

Pero la maldición no vino del cielo cristiano, vino de Europa y de los vecinos del Norte: del Occidente, al que no debiéramos sentir tanto orgullo de pertenecer. Era el Occidente que no podía tolerar en sus dominios una república nacida de una revolución de negros esclavos y de mulatos. Es curioso que la intolerancia procediera principalmente de la antigua metrópoli: la Francia salida de la primera gran revolución social, que le cerró los indispensables asideros económicos, forzando además a la nación haitiana a pagar una indemnización arbitrariamente impuesta, la cual costó más de medio siglo cancelar.

Por otra parte, actuando a modo de tenaza, la joven nación de América del Norte, nacida de la independencia de las trece colonias británicas, se asociaba a Francia en el bloqueo de su ex colonia. El novedoso experimento político, admirado por tantos europeos liberales de la época, iba a mantener el régimen de trabajo esclavo en el centro de su economía durante medio siglo más; Haití no cuadraba en su entorno cercano. Es decir, que los dos países más representativos de la avanzada de la modernidad no vacilaron en estrangular las rutas de asentamiento a la primera república que se emancipaba en la América realmente colonial.

Muchos años después, a principios del siglo XX, en el contexto ya de su expansión de poder en la región, los Estados Unidos completaron la tarea pendiente en Haití con una ocupación militar que duró cerca de treinta años (1915-1934), dejando el país materialmente desolado y en manos de una dictadura sui generis: la dinastía de los Duvalier. Paradojas de la historia: la dominación colonial francesa había llevado a Saint Domingue a la opulencia, en tanto la neocolonial norteamericana sirvió para perpetuar la pobreza extrema.

Me inclino a pensar que el pacto con el diablo existe, pero que no lleva la firma de Mackandal sino de quienes desde el comienzo del siglo XIX han ocupado la Casa Blanca y el palacio del Elíseo. Y de banqueros y empresarios ricos y blancos de los dos lados del Atlántico.

Las masas haitianas, empobrecidas a extremos que rebasan cualquier explicación histórica racional, se lograron sacudir la dictadura duvalierista en 1986, para caer de nuevo en un torbellino de inestabilidad muy difícil de afrontar. Sujeto siempre al lastre de «lo arcaico», denominador que engloba, en la comprensión de la realidad haitiana, a los factores económicos, políticos y culturales que comprimen las posibilidades de hacer viable un proyecto social que responda a las potencialidades y los intereses de la nación.

Un Haití superpoblado, de tierras agotadas y campos deforestados, con el setenta y ocho por ciento de su población bajo la línea de pobreza, un producto per cápita que no llega a 400 dólares anuales, clasificado en la posición 146 según el índice de desarrollo humano calculado por las Naciones Unidas, es el país maldito cuya capital ha sido castigada con el brutal terremoto del 12 de enero de 2010.

El conteo de las víctimas mortales del terremoto va a ser muy alto, tal vez imposible de fijar con exactitud. El de las víctimas que han sobrevivido va a ser mucho mayor. Pero el de las víctimas de dos siglos de opresión imperial es descomunal. El panorama de Puerto Príncipe arrasada por el sismo es siniestro. Pero no hay que olvidar que el panorama antes del sismo también lo era. Solamente con menos demoliciones y sangre en la calle. Eso es precisamente lo que hace mayor la desolación del pueblo haitiano ante esta desgracia.

La tragedia provocada por el huracán Katrina en Nueva Orleáns en 2006 mostró los niveles de desamparo que podía sufrir la población humilde en una ciudad del país más opulento y poderoso de la Tierra. Los sobrevivientes del Katrina han debido purgar también su maldición. Si nos guiamos por ese antecedente, ¿qué pueden esperar las víctimas haitianas de esta catástrofe natural?

Ahora habrá que concentrarse en salvar vidas de todos los impactados por los escombros. ¿Dónde escombrear en una ciudad que ya estaba en ruinas antes del desastre? Se hace urgente garantizar la alimentación de las victimas ahora impedidas. ¿Y la del resto de la población sumida en la miseria, que también carece de medios? Se necesita reponer progresivamente la perdida de techo a los que han quedado sin abrigo. ¿Y el techo de los cientos de miles que duermen en las calles habitualmente? ¿Cuáles van a ser las prioridades constructivas? ¿Reconstruir el palacio presidencial -el edificio más bello y emblemático de la capital haitiana- o levantar espacios de alojamiento para la población? Si fuese la Casa Blanca la arrasada no creo que sus inquilinos hubieran quedados tan desprovistos como las víctimas del huracán Katrina.

¿De donde van a salir los recursos para hacer frente a la restauración de Puerto Principe? Sabemos que seguramente de la solidaridad de gobiernos y pueblos hermanos, instituciones de la sociedad civil, seguramente. ¿Y el mundo del capital transnacional qué va a poner? ¿Cuánto van a aportar Carlos Slim, William Gates, Warren Buffet, Georges Soros, Álvaro Novoa, Lawrence Elliot y otros acaudalados personajes? Habría que dirigirse a los que se han beneficiado de las formidables inyecciones de dinero que Wall Street y la City recibieron para afrontar la crisis financiera. No basta con el esfuerzo de Cáritas Internacional, de otras instituciones benéficas y de los países amigos latinoamericanos, periféricos todos, para ayudar al pueblo haitiano a afrontar una catástrofe de tales magnitudes.

Y al despacho oval, donde ahora se sienta un afroamericano -como gustan decir para creer que la discriminación ha sido superada- quien podría compensar toda la discriminación que el Estado de la Unión impuso a la primera república latina en independizarse en América, por el sólo hecho de haber sido forjada por esclavos negros y mulatos que decidieron no seguir oprimidos por los colonos franceses.

¿Será posible conseguir lo necesario tocando a esas puertas?

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jueves, 10 de diciembre de 2009

Ultimátum a la Tierra


Ignacio Ramonet Rebelión

Representantes de todos los países del mundo se reúnen en Copenhague (Dinamarca) del 7 al 18 de diciembre en el marco de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, con el objetivo de evitar que, de aquí a 2050, la temperatura media del planeta aumente en más de dos grados. Si la Tierra fuese un balón de fútbol, el espesor de la atmósfera sería de apenas dos milímetros... Nos hemos olvidado de la increíble estrechez de la capa atmosférica y consideramos que ésta puede absorber sin límites cualquier cantidad de gases nocivos. Resultado: se ha creado, en torno al planeta, un sucio envoltorio gaseoso que captura el calor del sol y funciona como un auténtico invernadero.

El calentamiento del sistema climático es una realidad inequívoca. Unos 2.500 científicos internacionales, miembros del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre la Evolución del Clima (GIEEC) (1), lo han confirmado de modo indiscutible. Su causa principal es la actividad humana que produce un aumento descontrolado de emisiones de gases, sobre todo dióxido de carbono, CO2, producto del consumo de combustibles fósiles: carbón, petróleo, gas natural. La deforestación acrecienta el problema (2).

Desde la Convención del Clima y la Cumbre de Río de Janeiro en 1992, y la firma del Protocolo de Kioto en 1997, las emisiones de CO2 han progresado más que durante los decenios precedentes. Si no se toman medidas urgentes, la temperatura media del planeta aumentará por lo menos en cuatro grados. Lo cual transformará la faz de la Tierra. Los polos y los glaciares se derretirán, el nivel de los océanos se elevará, las aguas inundarán los deltas y las ciudades costeras, archipiélagos enteros serán borrados del mapa, las sequías se intensificarán, la desertificación se extenderá, los huracanes y los tifones se multiplicarán, centenares de especies animales desaparecerán...

Las principales víctimas de esa tragedia climática serán las poblaciones ya vulnerables de África subsahariana, de Asia del sur y del sureste, de América Latina y de los países insulares ecuatoriales. En algunas regiones, las cosechas podrían reducirse en más de la mitad y el déficit de agua potable agravarse, lo que empujará a cientos de millones de "refugiados climáticos" a buscar a toda costa asilo en las zonas menos afectadas... Las "guerras climáticas" proliferarán (3).

Para evitar esa nefasta cascada de calamidades, la colectividad científica internacional recomienda una reducción urgente del 50% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Único modo de evitar que la situación se vuelva incontrolable.

En esa perspectiva, tres son los temas centrales que se abordan en Copenhague: 1) determinar la responsabilidad histórica de cada Estado en la actual degradación climática, sabiendo que el 80% de las emisiones de CO2 son producidas por los países más desarrollados (que sólo reúnen el 20% de la población mundial), y que los países pobres, los menos responsables del desastre climático, padecen las consecuencias más graves. 2) fijar, en nombre de la justicia climática, una compensación financiera para que aquellos Estados que más han degradado el clima aporten una ayuda significativa a los países del Sur que permita a éstos luchar contra los efectos de la catástrofe climática. Aquí se sitúa uno de los principales desacuerdos: los Estados ricos proponen una suma insuficiente, cuando los países pobres reclaman una justa compensación más elevada. 3) definir con vistas al futuro un calendario vinculante que obligue política y legalmente a los actores planetarios -tanto a los países desarrollados como a las otras potencias (China, Rusia, la India, Indonesia, México, Brasil)- a reducir progresivamente sus emisiones de gases de efecto invernadero. Ni Estados Unidos ni China (los dos principales contaminadores) aceptan esta perspectiva.

Además de esta agenda, un fantasma recorrerá las mesas de discusión de Copenhague: el del necesario cambio de modelo económico. Existe en efecto una grave contradicción entre la lógica del capitalismo (crecimiento ininterrumpido, avidez de ganancias, explotación sin fronteras) y la nueva austeridad indispensable para evitar el cataclismo climático ( léase, p. 32, el artículo de Riccardo Petrella ).

Si el sistema soviético implosionó fue, entre otras razones, porque descansaba sobre un método de producción que valoraba principalmente el beneficio político de las empresas (creaban obreros) y no su coste económico. De igual modo, el sistema capitalista actual únicamente valora el beneficio económico de la producción, y no su coste ecológico. Con tal de obtener un beneficio, no le importa que un producto tenga que recorrer miles de kilómetros, con la emisión de toneladas de CO2 que eso supone, antes de llegar a las manos del consumidor. Aunque ello ponga en peligro, a fin de cuentas, a toda la humanidad.

Por otra parte, es un sistema despilfarrador que agota los recursos del planeta. Actualmente la Tierra ya es incapaz de regenerar un 30% de lo que cada año consumen sus habitantes. Y demográficamente éstos no cesan de crecer. Somos ya 6.800 millones, y en 2050 seremos 9.150 millones... Lo que complica el problema. Porque no hay recursos para todos. Si cada habitante consumiese como un estadounidense se necesitarían los recursos de tres planetas. Si consumiese como un europeo, los de dos planetas... Cuando no disponemos más que de una Tierra. Una diminuta isla en la inmensidad de las galaxias.

De ahí la urgencia en adoptar medidas que detengan la huida hacia el abismo. De ahí también, ante el cinismo de muchos líderes mundiales, la rabia de los miles de militantes ecologistas que convergen de todo el planeta hacia la capital danesa gritando dos consignas: "¡Cambiad el sistema, no el clima!" y "Si el clima fuese un banco ¡ya lo habrían salvado!".

Se cumplen diez años de las grandes manifestaciones de la "batalla de Seattle" que vieron nacer el movimiento altermundialista. En Copenhague, una nueva generación de contestatarios y activistas, en nombre de la justicia climática, se dispone a abrir un nuevo ciclo de luchas sociales. La movilización es enorme. La pelea va a ser grandiosa. Está en juego la supervivencia de la humanidad.

Notas: (1) Recompensado colectivamente, en 2007, con el Premio Nobel de la Paz por sus informes sobre los cambios climáticos.

(2) Los árboles, las plantas y las algas de los océanos absorben y neutralizan el CO2, y producen oxígeno; de ese modo ayudan a combatir el efecto invernadero.

(3) Léase Harald Welzer, Les Guerres du climat. Pourquoi on tue au XXIe siècle , traducido del alemán por Bernard Lortholary, Gallimard, París, 2009.

http://www.monde-diplomatique.es/



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domingo, 6 de diciembre de 2009

Hacia una nueva civilización


KAOS

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martes, 1 de diciembre de 2009

México: el Teletón y sus artimañas


Fernando Buen Abad Domínguez La Haine

Ahora resulta que los buenos son ellos. Además de recaudar las cifras record que los organizadores del TELETON dicen necesitar, pretenden instalarse como lideres morales de una idea bizarra pergeñada por una burguesía filantrópica.

Aunque los organizadores hagan maroma y media para relativizar los beneficios que recauda TELEVISA, el espectáculo en su totalidad es denigrante y soez si, especialmente, se lo contrasta con el papel histórico de las empresas que, año con año, se camuflan de solidarias ante lo que en la realidad cruda les importa un bledo.

Con el TELETON, y otros desplantes que ellos llaman “solidarios”, pretenden saldar su cuota de “Responsabilidad Social de las Empresas”. Y muchos aprovechan la pachanga para subirse al desfile de la bondad televisada.

Mientras tanto el gobierno espurio aplaude a sus padrinos y jefes mediáticos, les disculpa todo (incluso el pago de impuestos) y les prepara donativos que exceden los pertinentes al TELETON. Ya se anuncia la entrega disfrazada de negocios jugosos en televisión, radio, prensa, Internet, telefonía...

El monopolio TELEVISA atendido cariñosamente por los burócratas que financia. Es decir, sus empleados con cargo al erario.

Celebran alegremente su hipocresía y aprovechan todo para invisibilizar el desastre económico-político en que han hundido al país: “Las cifras hablan por sí solas. En 2009 el PIB mexicano cayó un 5,5 por ciento, según cálculos oficiales del gobierno. No obstante, la OCDE dice que la caída será aún más abrupta, un - 8 por ciento.

El déficit fiscal está en aproximadamente 400.000 millones de pesos y el próximo año se prevé que suba hasta los 500.000 millones de pesos. El gobierno de Calderón está decidido a poner todo el peso de los recortes al gasto público sobre los hombros de las masas.”

Este en un negociado literalmente “espectacular” comercia con las donaciones, con la generosidad de las personas y con el déficit nacional de atención a la salud. Usan a los millones de discapacitados como señuelo de una estratagema mediática que les sirve de parapeto para esconder las millones de canalladas que hacen en las pantallas y detrás de ellas.

Exhibir “discapacitados” les resultó buen business

El desprestigio internacional de TELEVISA recibe un lavado de cara anual en el que se manosea sin pudor el drama de millones de personas carentes de toda atención pública en materia de salud.

Esta payasada ocurre plagada con luces y sonrisas de farándula en un escenario de hipocresía monstruosa mientras el país entero se hunde en pandemias, desnutrición, obesidad, dengue, sida... las empresas patrocinantes, de la mano de TELEVISA, hacen un negocio estelar con imagen de humanitarios.

Es falso que apoyen una causa noble, lo que hacen es usarla para alimentar a la bestia de la publicidad y la mercadotecnia que les mueve fortunas y les provee coartadas para evadir millonadas en impuestos.

“La verdad de todo es que las empresas hacen un enorme negocio al aparecer en un horario estelar con el mayor rating de la televisión, y lo que las empresas buscan es precisamente esa imagen hipócrita de filántropos humanitarios, cuando en realidad se están haciendo publicidad a muy buen precio.”

Escondido en toda esa parafernalia farandulera se incuba una moral discriminatoria que hace de los discapacitados un objeto de uso y exhibición obscena. Se deforma la realidad televisivamente con lloriqueo políticamente correcto.

Obligan a los discapacitados a ser cómplices de un modo de pedir limosna de manera nice, moralista y discriminatoria. Aunque parece que todos se conduelen y solidarizan, aunque se dice y se aparenta un gesto fraternal...

Aunque pongan cara de compungidos y derramen lágrimas televisivas, en el fondo lo que están diciendo es que debemos “ayudar” a los discapacitados que están “mal” nosotros los que estamos “bien”.

Que el abandono se arregla con dádivas, que la conciencia se lava con limosnas. Con la pedantería de clase que exudan sus inflexiones de voz, con el tonito gomoso de la “gente rica”, con el sonsonete bobalicón de los niños de papi...

Se infecta y empeora el moralismo burgués que muestra glamoroso su amor por el prójimo y sanciona a aquellos que se atreven a cuestionar los principios, los medios y los fines de este circo mediático de la sensiblería manipuladora.

No está mal hacer un bien... lo que está mal es comerciar vanidades con eso

La “discapacidad”, con sus penurias e injusticias, debe ser atendida con las exigencias éticas, médicas y psicológicas más avanzadas, y tal atención no puede ser obra de la “buena voluntad” burguesa sino del ejercicio socialista de un derecho que, precisamente, el capitalismo le ha conculcado a la humanidad.

El gobierno comete un crimen social si abandona sus obligaciones en materia de salud pública en manos de comerciantes. El gobierno comete un crimen si abandona los conceptos y las ganancias de una mega-colecta al criterio mercantil de unos cuantos que deciden a su antojo mass media lo que vale y lo que no vale.

Más temprano que tarde habrá que poner en su lugar ésta afrenta impúdica e impune y habrá que garantizar la obligación y el derecho de procurar justicia social y atención médica universal, no con dádivas.

Hay personas “discapacitadas”, muchos son niñas y niños, presa de una farándula oportunista, hipócrita y racista. Tal cual la vemos en la tele.

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miércoles, 29 de abril de 2009

Por qué hay hambre galopante en el siglo XXI y cómo erradicarla


x Damien Millet y Éric Toussaint

Uno de cada siete habitantes del planeta sufre hambre de forma permanente.

Las causas son conocidas: la injusticia profunda en la distribución de las riquezas, el acaparamiento de tierras en manos de unos pocos grandes terratenientes. Según la FAO, [1] 963 millones de personas sufrían hambre en 2008. Estructuralmente, estas personas pertenecen, paradójicamente, a la población rural. En su mayoría son campesinos que no tienen propiedades o pocas tierras, ni medios para sacarles rendimiento.

¿Qué es lo que provocó la crisis alimentaria de 2007-2008?

Hay que subrayar que en esos años, el número de personas hambrientas creció en 140 millones. Este aumento neto se debió a la enorme subida de los precios de los productos alimentarios. [2] En muchos países, esta subida de los alimentos al por menor se movió alrededor del 50 % y, a veces, más.

¿Por qué esta subida? Es importante comprender lo ocurrido desde hace tres años para contestar a esta pregunta y, después, poner en marcha políticas alternativas adecuadas.

Por una parte, los poderes públicos del Norte aumentaron sus ayudas y sus subvenciones para los agro-carburantes (llamados equivocadamente “biocarburantes porque no tienen nada de “bio”). De repente, era rentable remplazar los cultivos alimenticios por los forrajeros y oleaginosos, o dedicar una parte de la producción de cereales (maíz, trigo...) a la producción de agro-carburantes.

Por otra, tras la explosión de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos y, de rebote a continuación, en el resto del mundo, la especulación de los grandes inversores (fondos de pensiones, bancos de inversiones, hedge funds1...) se desplazó hacia los mercados bursátiles donde se negocian los contratos sobre los productos alimenticios (principalmente en tres Bolsas de Estados Unidos especializadas en las transacciones de cereales: Chicago, Kansas City y Mineápolis). Por ello es urgente para los ciudadanos tratar de prohibir legalmente la especulación sobre los alimentos... Aunque la especulación al alza haya acabado a mediados de 2008 y los precios en los mercados a plazo fijo se hayan desplomado, los precios al por menor no han seguido la misma pauta. Una mayoría aplastante de la población mundial dispone de ingresos muy bajos y todavía sufre las consecuencias dramáticas de la subida del precio de los alimentos de los años 2007-2008. Y las decenas de millones de pérdidas de empleo previstas para 2009-201 van a agravar la situación a escala mundial. Para contrarrestar estas circunstancias, es preciso que las autoridades ejerzan un control sobre los precios alimentarios a fin de que bajen.

El crecimiento del hambre en el mundo no se debe, por el momento, al cambio climático. Pero este factor tendrá consecuencias muy negativas en el futuro en lo relativo a la producción en ciertas regiones del mundo, en especial en las zonas tropicales y subtropicales. La producción agrícola en las regiones templadas debería verse menos afectada. La solución consiste en una acción radical para reducir drásticamente las emisiones de gas de efecto invernadero (el GIEC [3] recomienda una disminución del 80% de las emisiones de los países más industrializados y del 20% para los demás).

¿Es posible erradicar el hambre?

Por supuesto que es posible. Las soluciones básicas para alcanzar este objetivo vital exigen una política de soberanía alimentaria y una reforma agraria. Es decir, alimentar a la población partiendo del esfuerzo de los productores locales, y limitando las importaciones y las exportaciones.

Los gobiernos tienen que establecer la soberanía alimentaria como núcleo de sus decisiones políticas. Hay que basarse en las explotaciones agrícolas familiares utilizando técnicas destinadas a producir alimentos “bio” (u “orgánicos”). Ello hará posible, además, disponer de una alimentación de calidad; sin OGM2, sin pesticidas, sin herbicidas y sin abonos químicos. Pero para alcanzar ese objetivo, hace falta que más de 3.000 millones de campesinos puedan acceder a la tierra en cantidad suficiente y trabajarla para sí mismos en lugar de enriquecer a los grandes terratenientes, a las multinacionales agrícolas y a los comerciantes. Es preciso, también, que dispongan, mediante ayudas públicas, de medios para cultivar la tierra (sin agotarla).

Para ello, es necesaria una reforma agraria, una reforma que no se ha producido por desgracia, ni en Brasil, ni en Bolivia, ni en Paraguay, ni en Perú, ni en Asia o en algunos países de África. Una tal reforma agraria debe organizar la distribución de la tierra prohibiendo la existencia de grandes terratenientes privados y facilitando apoyo público al trabajo de los agricultores.

Es importante subrayar que el Fondo Monetario Internacional y, sobre todo, el Banco Mundial, tienen enorme responsabilidad en la crisis alimentaria porque recomendaron a los gobiernos del Sur la supresión de los depósitos de cereales, que servían para abastecer el mercado interior en caso de falta de oferta o de escalada de los precios. El Banco Mundial y el FMI han presionado a los gobiernos del Sur para que suprimieran las instituciones públicas de crédito a los campesinos y han empujado a éstos a las garras de los prestamistas privados (generalmente, grandes comerciantes) o a las de los bancos privados que imponen intereses usureros, lo que ha provocado el endeudamiento masivo de los pequeños campesinos, bien sea en India, en Nicaragua, en México, en Egipto o en numerosos países del África subsahariana. De acuerdo con los datos oficiales, el enorme endeudamiento que afecta a los agricultores indios ha sido la causa principal del suicidio de 150.000 campesinos en la India durante los últimos diez años. Se trata de un país en el que precisamente el Banco Mundial se ha empleado a fondo con éxito en convencer a las autoridades para que suprimieran las agencias públicas de concesión de créditos a los agricultores. Y no sólo eso: en los últimos cuarenta años, el Banco Mundial y el FMI han presionado para que los países tropicales redujesen su producción de trigo, arroz o maíz para remplazarla por cultivos dedicados a la exportación (cacao, café, té, bananas, cacahuetes, flores...). En fin, para realizar su trabajo a favor de las grandes empresas agrícolas y de los grandes países exportadores de cereales (empezando por Estados Unidos, Canadá y Europa occidental), han presionado a los gobiernos para abrieran sus fronteras a las importaciones de alimentos beneficiados por subvenciones masivas de los gobiernos del Norte, lo que ha provocado la ruina de numerosos productores del Sur y una enorme reducción de la producción alimentaria local.

En resumen, es necesario impulsar la soberanía alimentaria y la reforma agraria. Hay que abandonar la producción de los agro-carburantes industriales y prohibir las subvenciones públicas a quienes las conceden. Asimismo, es preciso volver a establecer almacenes públicos de reservas de alimentos (en particular de cereales: arroz, trigo, maíz...); volver a crear instituciones públicas de crédito para los agricultores y restablecer una regulación de los precios de los alimentos. Hay que garantizar que las poblaciones con bajos ingresos puedan beneficiarse de precios bajos en los alimentos de calidad. El Estado debe garantizar a los pequeños productores agrícolas precios de venta suficientemente altos para mejorar sus condiciones de vida. El Estado debe, asimismo, desarrollar servicios públicos en el medio rural (salud, educación, comunicaciones, cultura, “bancos” de semillas...). Los poderes públicos están en condiciones de garantizar al mismo tiempo precios subvencionados para los consumidores de alimentos y precios de venta lo suficientemente altos para los pequeños productores agrícolas con el fin de que dispongan de ingresos suficientes.


¿Esta lucha contra el hambre no forma parte de un combate mucho más amplio?


No se puede pretender seriamente luchar contra el hambre sin atacar las causas esenciales de la situación actual. Y la deuda es una de ellas, y las frecuentes alusiones a este tema en estos últimos años, como en las cumbres del G8 o del G20, enmascaran mal que el problema sigue sin resolverse. La crisis global que hoy afecta al mundo, agrava la situación de los países en desarrollo frente al coste de la deuda y están a punto de producirse otras crisis nuevas derivadas der la deuda de los países del Sur. Es decir, que esta deuda ha conducido a los pueblos del Sur, por lo general dotados de considerables riquezas naturales y humanas, a un empobrecimiento general. La deuda es un expolio organizado al que es urgente poner fin.

En efecto, el mecanismo infernal de la deuda pública es un obstáculo esencial para la satisfacción de las necesidades humanas básicas, entre las que se encuentra el acceso a una alimentación digna. No existe duda de que la satisfacción de las necesidades humanas esenciales debe estar por encima de cualquier otra consideración, geopolítica o financiera. En el plano moral, los derechos de los acreedores, inversores y especuladores no tienen peso frente a los derechos esenciales de seis mil millones de ciudadanos, aplastados por ese mecanismo implacable que representa la deuda.

Resulta inmoral pedir a los países empobrecidos por una crisis global, de la que no son en absoluto responsables, que dediquen gran parte de sus recursos a reembolsar a los acreedores (tanto si son del Norte como son del Sur), en lugar de a satisfacer esas necesidades básicas. La inmoralidad de la deuda se deriva también del hecho de haber sido contraída muy frecuentemente por gobiernos no democráticos que no han invertido las sumas recibidas en el interés de sus pueblos y que, generalmente, han organizado grandes desvíos de dinero, con la aprobación tácita o explícita de los estados del Norte, del Banco Mundial y del FMI. Los acreedores de los países más industrializados han prestado dinero, con total conocimiento de lo que hacían, a gobiernos corruptos y no tienen derecho a exigir de los pueblos que devuelvan esas deudas inmorales e ilegales.

En resumen, la deuda es uno de los principales mecanismos mediante los cuales se desarrolla una nueva forma de colonización de los pueblos. Y viene a añadirse a otros intentos históricos llevados a cabo, asimismo, por los países ricos: la esclavitud, el exterminio de las poblaciones indígenas, el yugo colonial, el expolio de las materias primas, de la biodiversidad, de la experiencia de los campesinos (mediante las patentes que benefician a las multinacionales agrícolas del Norte sobre los productos agrícolas del Sur como el arroz indio basmati) y de los bienes culturales, huida de cerebros, etc. Ha llegado ya el momento de remplazar la lógica de la dominación por una lógica más justa de redistribución de la riqueza.

El G8, el FMI, el Banco Mundial y el Club de París3 imponen su propia verdad, su propia justicia, de la que son al mismo tiempo juez y parte. Frente a la crisis, el G20 ha tomado el relevo y trata de volver a situar a un FMI, desacreditado y deslegitimado, en el centro del juego político y económico. Hay que acabar con esta injusticia que beneficia a los opresores, tanto si son del Norte como si lo son del Sur.

Notas

[1] Organismo de la ONI para la alimentación y la agricultura, www.fao.org
[2]Ver, Damien Millet y Eric Toussaint, « Retour sur les causes de la crise alimentaire mondiale », 2008, http://www.cadtm.org/spip.php?article3625 . Ver también, Eric Toussaint, « Une fois encore sur les causes de la crise alimentaire, http://www.cadtm.org/spip.php?article3773 .
[3] Para el Grupo intergubernamental de expertos sobre la evolución del clima, véase: www.ipcc.ch/languages/french.htm

Damien Millet, es matemático y portavoz del CADTM France (Comité pour l'annulation de la dette du tiers-monde,www.cadtm.org. Eric Toussaint, doctor en Ciencias Políticas, es presidente del CADTM belga. Han escrito juntos el libro: “60 Questions 60 Réponses sur la dette, le FMI et la Banque mondiale”, CADTM/Syllepse, noviembre de 2008.

Mondalisation, 27 de abril de 2009

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lunes, 27 de abril de 2009

La juventud contra la explotación capitalista, por un empleo digno y con derechos


Luis R Delgado J

La sociedad mundial actual se inscribe en las relaciones sociales capitalistas de explotación, dominación y subordinación. Lo que se conoce como globalización es la internacionalización sin precedentes del Capital, no hay país del mundo que se encuentre hoy aislado de esta realidad, que beneficia a unas pocas naciones súper-industrializadas y condena a otras a la dependencia, el atraso y la miseria. Esto es lo que se conoce como el desarrollo desigual producto de la división internacional del trabajo, donde cada ves la mayor riqueza de unas naciones se traduce en el incremento de la pobreza de otras.

Hoy la contradicción social fundamental sigue siendo la misma descrita hace 160 años por Marx y Engels, la contradicción Capital-Trabajo, que se traduce en la socialización creciente de la producción de la riqueza frente a la apropiación privada de la misma. Esto se manifiesta de la siguiente manera; mientras la distribución de la población indica que en el mal llamado Tercer Mundo o naciones dependientes vive el 80 % de la población mundial y en las naciones altamente industrializadas vive el 14 % de la población mundial, en la escala de distribución de la producción de riqueza esta relación se invierte, mientras a los países periféricos le corresponde el 20 % a las naciones imperialistas les corresponde el 78 % de la distribución de la producción de la riqueza, esto a su vez se expresa en que mientras el PIB por habitante de los países ricos es de 28.400 dólares para los países pobres esta cifra es de 1.300 dólares.

Otras estadísticas nos revelan la ignominiosa situación que vive nuestro mundo producto de las desigualdades y las asimetrías: Hoy en día (Millet, Toussaint, 2005):

- El ingreso anual del 1% más rico de la población mundial equivale al del 57% más pobre del planeta;

- El ingreso del 5% de las personas más ricas del mundo es 114 veces superior al del 5% más pobre;

- Se calcula que 2.800 millones de personas viven con menos de 2 dólares diarios, de los cuales 1.200 millones sobreviven con menos de 1 dólar por día;

- Las 238 personas más ricas del mundo concentran una riqueza similar a los ingresos de las 2.300 millones de personas más pobres del planeta;

- El patrimonio de las 147 personas más ricas del mundo superaba para el 2002 el Billón de dólares;

- Las siete mayores fortunas del mundo poseían en conjunto más que el PIB total del grupo de los 49 países más pobres, donde viven 650 millones de personas;

- Unas 840 millones de personas sobreviven en la hambruna;

- Cada 3 segundos muere una persona de hambre. Al ritmo actual, serán necesarios 130 años para eliminar el hambre en el mundo;

- Diariamente mueren en el mundo 30 mil niños por enfermedades curables;

- En el Tercer Mundo 1 de cada cuatro niños no recibe las vacunas básicas, es por eso que 1 de cada 6 niños muere antes de los 5 años de edad;

- 2 mil millones no tienen acceso a la electricidad;

- 40% de la población mundial no posee condiciones sanitarias básicas;

- 1100 millones de personas no tienen fuentes seguras de agua potable, de ellos, cinco millones, sobre todo niños y niñas, mueren cada año por enfermedades relacionadas a este problema.

Estas son sólo algunas de las perniciosas consecuencias que ha traído el desarrollo del capitalismo imperialista, fundamentalmente con la aplicación de las criminales políticas neoliberales que han arroyado a pueblos enteros en las últimas décadas, produciendo deudas externas infinitas, aparatos productivos totalmente destruidos, deterioro y disminución creciente del gasto social (salud, educación, vivienda, servicios básicos, etc.), desastres ambientales, precariedad laboral y desempleo crónico, entre otros efectos negativos.

En este sentido el capitalismo para asegurar su proceso constante de acumulación ampliada, debe elevar permanentemente sus índices de extracción de plusvalía, por dos vías, elevando los niveles de extracción de plusvalía absoluta y por medio de la explotación de la plusvalía relativa. La primera consiste en intensificar gradualmente la productividad del trabajo, aumentando el tiempo de trabajo, para esto en los últimos años se han aplicado políticas de desregularización laboral, que implican un retroceso de la sindicalización y otras conquistas logradas por la clase obrera durante el siglo pasado. La segunda vía consiste en la aplicación de grandes avances tecnológicos para elevar exponencialmente la productividad del trabajo, sin embargo este hecho que debería ser liberador, por el contrario eleva los niveles de explotación de la clase obrera, porque lo que antes producía en un tiempo determinado ahora lo produce en mucho menor tiempo, pero la jornada laboral sigue siendo la misma.

Estos fenómenos afectan con mucha fuerza a la juventud en general, la cual desde temprano debe enfrentarse a condiciones difíciles de trabajo o al desempleo permanente.

Esta vulnerabilidad de la juventud hace que sea presa apetecible para la burguesía explotadora. Por lo cual es alarmante la presencia de trabajo infantil esclavo y semi-esclavo en varias zonas del planeta, en maquilas, minas o cultivos. Son preocupantes los índices de explotación que sufren los y las jóvenes en las franquicias de servicios y otras empresas de trabajo temporal, en las cuales se prohíbe la sindicalización y no brindan la menor seguridad social. Es negativa la situación de los jóvenes al acceder al primer empleo. Son enormes los niveles de desempleo de la juventud en todo el mundo, ya que no se puede hablar que este es sólo un problema de los países pobres, ni siquiera los pocos jóvenes que logran el título universitario están a salvo de esta realidad estructural, que promueve el capitalismo para mantener bajos los salarios. Fenómenos como la fuga de cerebros de los países pobres a los países ricos son fenómenos correlacionados.

Por esta razón la juventud en todo el mundo debe alzar su voz contra la barbarie capitalista que los condena a la explotación más ruin.

Los y las jóvenes deben luchar por la conquista de empleos dignos que destierren las prácticas atrasadas y anacrónicas del trabajo esclavo, semi-esclavo y servil. La juventud debe luchar por la reconquista de los derechos laborales logrados por la clase obrera en los últimos 150 años, como son el derecho a organizarse sindicalmente, el derecho a una seguridad social, por esta razón debe oponerse a los regimenes de empleo ofrecidos por las empresas de trabajo temporal y las franquicias. Los y las jóvenes deben poder desarrollarse en el ámbito que ellos escojan profesionalmente, sin tener que pasar por la amarga experiencia de colgar el título o abandonar sus países en la búsqueda de un empleo acorde a su preparación.

El reto que se presenta para los y las jóvenes es que muchas de estas exigencias son cuesta arriba mientras sigan existiendo las relaciones sociales capitalistas de explotación, dominación y subordinación, por lo cual es imperativo la construcción del horizonte revolucionario, que permita la construcción de otro mundo posible y necesario, como lo es el Socialismo.

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