Unir a la Juventud, por la República y el Socialismo
Por: Maite Martín - PCE
La lógica del capitalismo empuja a las multinacionales y a las potencias imperialistas (sobre todo a los EE.UU., la potencia más agresiva) a una competición sin fin, a una espiral de militarismo y neoliberalismo, de consecuencias fatales para la clase obrera y las masas populares: miseria, guerra, racismo, explotación salvaje, terrorismo de Estado, fascismo, etc.
En la Unión Europea (UE) imperialista, a causa de la crisis del capitalismo se desarrollan tendencias reaccionarias, y todos los gobiernos están comprometidos en la construcción apresurada de los instrumentos económicos, políticos y militares que le permitan fortalecer su posición internacional para afianzarse en el reparto imperialista. Al mismo tiempo, para que sus multinacionales puedan competir internacionalmente, la UE necesita aplicar recetas neoliberales y asestar nuevos ataques contra las conquistas y derechos de la clase obrera y las masas populares de los Estados miembros. De estas políticas salen especialmente perjudicados los jóvenes trabajadores: debido al incremento del paro, la precariedad laboral y el recorte de salarios, que se traduce en un descenso generalizado de sus condiciones de vida, el capitalismo genera una gran cantidad de frustración y desarraigo juvenil.
España: del franquismo a la monarquía. La derrota del movimiento juvenil popular
La transición de la dictadura franquista a la monarquía pretendía adaptar España al capitalismo europeo, y para ello se necesitaba una homologación de las estructuras políticas (la transición monárquica y la democracia burguesa) y económicas (desmantelamiento del sector público de la economía) para “modernizarse” y cumplir el papel que el imperialismo le había asignado a España en la división internacional del trabajo. La monarquía borbónica vino a sustituir al franquismo, sin una ruptura de fondo con éste, en un proceso controlado por los tentáculos de la CIA norteamericana y de la oligarquía imperialista europea, que se encargó de potenciar al Partido Popular y al Partido Socialista Obrero Español para crear un sistema bipartidista, tradicionalmente el sistema que mejor se adapta a la monarquía española. De esta transición nació en España una democracia burguesa limitada, resultado de los equilibrios entre las diversas fuerzas presentes: la tradicional oligarquía feudal española, en descomposición o reconvertida en oligarquía financiera; los sectores más reaccionarios de la Iglesia y el ejército; los sectores burgueses industriales ascendentes (algunos de ellos tradicionalmente apartados del poder político del Estado, como las burguesías nacionalistas catalana y vasca), y los sectores obreros y populares, entre los cuales el Partido Comunista de España (PCE) ejercía una gran capacidad de influencia. La dirección del PCE eurocomunista se sumó a esta política desde 1956 (teorizándola con el nombre de “reconciliación nacional”), pregonando la paz social, la colaboración de clases y la impunidad y el olvido de los crímenes fascistas. Hay que tener en cuenta que el PCE era el partido que movilizaba tras de sí cientos de miles de ciudadanos, la mayoría jóvenes, producto del prestigio ganado en la guerra civil y en la lucha antifranquista.
Los jóvenes obreros y estudiantes habían sido los protagonistas del importante movimiento popular antifranquista. Sin embargo, fruto de la inmadurez de algunos de los sectores que se lanzan a la lucha, ese movimiento se caracteriza desde un principio por una falta de perspectivas políticas claras, de desorganización, de espontaneidad, de cierta división, de parcialidad, de falta de claridad de objetivos y un gran peso de ilusiones y confusionismo, alentadas y mantenidas por los colaboracionistas que se limitan a sembrar falsas ilusiones entre le pueblo y entre la juventud.
Contra la traición del equipo de Santiago Carrillo y su política revisionista y antiestalinista, en las filas del Partido se libró una dura y difícil lucha (hay que tener en cuenta la feroz represión franquista). Fueron muchos los veteranos militantes los que se negaron a aceptar la política revisionista, y particularmente, fueron los jóvenes militantes, obreros y estudiantes, los artífices de esa lucha, entre ellos se encontraban nuestros dirigentes Elena Ódena y Raúl Marco. En septiembre de 1964, como resultado de la unión de los cuatro grupos m-l existentes en España y en la emigración, se creó el Partido Comunista de España (m-l). Fue el segundo partido m-l constituido en Europa.
El PCE, que negociaba arteramente, primero y luego oficialmente con sectores de la oligarquía franquista, años antes de la muerte de Franco, no sólo cometió una gran traición a las aspiraciones populares y a la lucha por la República y por el socialismo, sino que generó entre el pueblo una gran frustración que llega hasta nuestros días, consolidando unas formas de hacer política completamente burguesas entre la izquierda. Los anhelos de decenas de miles de jóvenes que durante esos años lucharon por conquistar sus derechos democráticos quedaron cortados, y se rompió la continuidad de las tradiciones de lucha, creando un gran desánimo.
A todo ello se sumó la degradación acelerada de la su situación económica y social, agudizó a los jóvenes el sentimiento de desconfianza y recelos contra las organizaciones, sin diferenciar claramente entre ellas. Esta desconfianza también fue sembrada por el revisionismo y el eurocomunismo, por sus traiciones y engaños y por su papel disolvente hacia la organización. La oligarquía aprovechó esta coyuntura y empezó a impulsar con especial fuerza el individualismo, el escepticismo, el egocentrismo, la indiferencia, la total inhibición ante los problemas políticos y sociales que se estaban dando en nuestro país, utilizando para ello diversas corrientes o modas.
Años más tarde, la caída de la URSS y del muro de Berlín, propiciaba durante los años 90 una de las campañas anticomunistas más virulentas de la historia, que fue aprovechada por elementos liquidadores para destruir momentáneamente, al PCE (m-l) y nuestra organización juvenil, la JCE (m-l). Pero los comunistas no nos rendimos, y logramos reconstruir tanto el Partido como la Juventud.
La situación socioeconómica de los jóvenes en España
En primer lugar debemos tener muy en cuenta la importancia que da la reacción a la corrupción ideológica y moral de los jóvenes. Los reaccionarios saben que los jóvenes están ansiosos de saber, que necesitan desarrollar sus conocimientos, que cuando se revelan contra las formas de vida “oficial” buscan otra forma de vida que cambien éstas radicalmente y lo tienen muy en cuenta para ver de que forma se pueden atraer o como mínimo neutralizar a los jóvenes para su causa, sembrando el individualismo, la indiferencia, la falta de solidaridad y la inutilidad del ideal revolucionario a través de los medios de comunicación, de las distintas instituciones oficiales, del campo de la cultura y de diversas formas de vida y de pensamientos. Todos estos caminos que utiliza la reacción tienen como finalidad desviar a los jóvenes de la lucha de clases y desviarlas a la “lucha de generaciones”, o a la solidaridad sobre las diferencias clases, o en convertirlos en una “clase de marginados” que se deben rebelar contra la “sociedad”. Pero la juventud no es una clase, ni su problema principal es la marginación (aunque puedan ser preocupantes algunas tendencias a la marginalidad), ni sus enemigos son las otras generaciones o la “sociedad” en general. La juventud es un sector particular insertado en un sistema dividido en clases sociales, unas trabajadoras y otras explotadoras y sus problemas surgen en función del papel que se tenga reservado en el fututo como miembro de tal o cual clase. Es precisamente contra las jóvenes trabajadores o de las clases populares contra los que van dirigidos las campañas de intoxicación ideológica de la reacción. El imperialismo y sus instrumentos de dominación conocen bien la realidad de la juventud obrera y la trabajan intensamente, con el objetivo de dormir las inquietudes de los jóvenes y asimilarlos al sistema, o bien se utiliza la represión cuando no se consigue domesticarlos, (como lo acabamos de ver en la represión de los estudiantes anti-Bolonia en Barcelona y otras ciudades europeas, o con la campaña y persecución anticomunista en el este de Europa, especialmente contra la KSM de la Rep. Checa).
No podemos cerrar los ojos a la nefasta y por desgracia masiva influencia de la cultura basura, superficial y alienante entre los jóvenes, que incluye un elevado grado de drogodependencias, de hedonismo extremo y de desculturización, de exaltación de la competitividad mediante los deportes de elite convertidos en mercancías, de consumismo enfermizo, todo ello fenómenos que conducen al lumpen, a la prostitución y a otros comportamientos que los anulan como luchadores en potencia.
Considerando que los jóvenes comprenden la franja de edad entre 16 y los 30 años, en España son algo más de 8 millones de personas, el 22% de la población total[1]. La inmensa mayoría de ellos son o serán trabajadores o bien jóvenes desempleados. Hoy los que forman el contingente de jóvenes trabajadores asalariados, son algo más de 3 millones de personas, alrededor del 25% de la clase obrera. Hay que considerar además que en España no se puede hablar de una única juventud obrera, puesto que existe una realidad plurinacional y regional que fragmenta a la juventud (en cuanto a posibilidades laborales, culturales, de identidad, etc.), incluyendo también a una compleja juventud inmigrante (por origen, por religión, etc.) que normalmente coexiste separada de la juventud autóctona y que suele tener dinámicas de vida muy particulares.
Los jóvenes son uno de los colectivos sociales que más sufren estas desigualdades, peores condiciones de vida y de trabajo. Se está dando un proceso de descomposición social con propensión a ir creciendo, proceso que padece sobre todo la juventud. La tasa de desempleo juvenil es del 22,2% (en algunas zonas de España como en Andalucía llega al 30,8 de la población). Según el informe FOESSA (2005), hay un “aumento acelerado del número de jóvenes que viven en la pobreza. El 44.1 % del total de los pobres en España tiene menos de 25 años… En la pobreza extrema,…, más del 65 % del colectivo tienen menos de 25 años. En el conjunto de los pobres severos el 53.2 % son jóvenes o niños”. La inestabilidad y precariedad laboral es especialmente preocupante en la juventud (según el sindicato CC.OO., el año 2007 el 68 %, de los jóvenes trabajadores tenía un contrato temporal) lo que imposibilita que puedan dar salida a sus expectativas vitales. Además de una mayor temporalidad los jóvenes se ven afectados por “… un mayor índice de siniestralidad y una menor ganancia salarial” y “el 37 % de los accidentes totales” laborales y diferencias salariales que pueden llegar a los 9.000 euros anuales de media (CC.OO., agosto 2005). Todos estos datos se ven ampliamente desfasados por los efectos devastadores de la crisis económica.
Hay que tener presente que en los últimos años se ha producido un cambio generacional en la clase obrera con la incorporación masiva de jóvenes al mundo del trabajo, y al mismo tiempo, la jubilación de la mayoría de la clase obrera que luchó contra la dictadura franquista. Además, los jóvenes han empezado a trabajar en condiciones mucho peores que sus padres y están soportando un mayor grado de explotación y maltrato por parte de la patronal, sin que prácticamente se haya trasladado la experiencia de lucha entre generaciones, lo que dificulta enormemente la organización sindical y política de los jóvenes obreros.
Por otro lado, uno de los grandes problemas de la juventud es el del acceso a una vivienda digna. Ésta se muestra inaccesible ya no sólo por su encarecimiento (entre 1987 y 2004, el coste medio ha crecido 3.5 veces más que los salarios) sino además por lo que apuntábamos arriba: la inestabilidad y precariedad laboral y los ínfimos salarios de nuestra juventud trabajadora. Y los que consiguen una, tienen, por esas razones, que estar encadenados casi de por vida a los bancos. La vivienda se ha convertido en el eje de fabulosas ganancias para las oligarquías de la construcción y las finanzas (un 86 % del endeudamiento familiar, que supone más del 76 % del PIB, corresponde a los préstamos para la compra de vivienda) teniendo como base la especulación. Los distintos gobiernos monárquicos la han facilitado o fomentado, encontrándose atados a la misma desde el momento en que una de las patas de su política económica es el sector de la construcción. No es de extrañar, pues, que la edad media de emancipación sea superior a los 29 años.
La enseñanza pública se privatiza y se reducen sus recursos. Con la LOGSE, ley que reformó el conjunto de la enseñanza básica, se abrió la puerta a la degradación acelerada de la misma, en detrimento de la enseñanza privada. Respecto a la enseñanza universitaria, los dictados de la UE pretenden su desmantelamiento paulatino, y su sustitución, por un modelo de enseñanza elitista, clasista y reaccionaria, que dificulta cada vez más el acceso de los sectores juveniles populares a una enseñanza digna. El Plan Bolonia, es la concreción actual de ese modelo neoliberal de enseñanza para toda la UE. Se basa en la privatización, el funcionamiento antidemocrático de los centros, en la mercantilización de la enseñanza, abriendo la puerta de la universidad a los capitalistas para obtener plusvalía directa (centros privados y concertados) e indirecta: no se basa en la formación integral de la persona sino en criterios de rentabilidad económica actual y futura, donde el alumno no es nada más que una potencial mano de obra a explotar, es decir, fuerza de trabajo para un determinado modo de producción. En este modelo, los jóvenes de la clases populares, entre otras cosas, serán marginados de una educación superior, segregados, por un criterio estrictamente económico. Cientos de jóvenes trabajadores becarios lo hacen por salarios ínfimos, y docenas de jóvenes investigadores tienen que salir del país porque no tienen futuro.
La necesidad de la juventud comunista
Como hemos visto, la situación de los jóvenes en España por una parte es similar en lo económico, lo cultural, las mentalidades y los valores, a la dinámica de los jóvenes de otros países imperialistas, y por otra parte, está íntimamente ligada al régimen político imperante y su historia reciente.
La mayor parte de los jóvenes vive las odiosas consecuencias del capitalismo, en los barrios obreros, en las fábricas, en las estructuras elitistas y competitivas de la enseñanza. Ese potencial es el que hay que organizar, para nutrir a la causa del socialismo de futuro cuadros y dirigentes, antes de que sean sumidos en la resignación y la impotencia, de que sean integrados en las miles de redes invisibles del capitalismo.
Frente a ello, los jóvenes más combativos se organizan en los frentes de masas sobre la base de sus reivindicaciones, a veces de forma todavía poco consciente o espontánea. Las movilizaciones de los estudiantes por la universidad pública, antifascistas, antiimperialistas y en contra de la crisis son ejemplos clarificadores. Estos movimientos juveniles de carácter reivindicativo, desempeñan su importante función de cara a organizar a los jóvenes en general.
El problema de la mayoría de los frentes y organizaciones de masas, es que no pueden superar los estrechos límites de sus reivindicaciones inmediatas, además de que al existir varias organizaciones, se crea una tremenda dispersión y mucha confusión. Es necesario impulsar las luchas, los movimientos y las organizaciones juveniles para contribuir a darles un carácter popular, amplio y unitario, contra todas las tendencias automarginales o entreguistas. Es necesario para combatir la tendencia a la dispersión y desorganización, dar la batalla ideológica y política, entre los destacamentos más avanzados de la juventud. Además, a la precaria situación socio-económica de la juventud obrera, hay que añadir la extrema debilidad del movimiento comunista y de una izquierda caracterizada mayoritariamente por el reformismo, la dispersión y división, así como su institucionalización en las estructuras de la monarquía.
La ofensiva neoliberal y la fascistización de un imperialismo en crisis y decadencia, ha producido división y enfrentamientos, y ha comportado la debilidad política de las organizaciones, que no han podido continuar la lucha y mantener viva la memoria revolucionaria y combativa de los pueblos de España, y ha dejado a una parte importante de la juventud desarmada ante las fuerzas reaccionarias, fascistas, socialdemócratas, revisionistas, trotskistas, anarquistas… Éstas han aprovechado el desconocimiento de la historia de lucha por la Republica y contra el fascismo, así como la trascendencia histórica de la Gran Revolución de Octubre, sus logros y sus conquistas para la humanidad, para revisar la historia con todo tipo de leyendas anticomunistas.
Los golpes que hemos recibido tanto a nivel nacional como internacional son en parte el resultado de una batalla y enfrentamiento abierto con el enemigo de clase durante una guerra sostenida de desgaste, y en parte el resultado de la degeneración ideológica, la traición interna y la conciliación con ideologías burguesas en el seno de los partidos. Por ello es importante combatir resueltamente toda manifestación de revisionismo y oportunismo, y nuestros principales esfuerzos deben ir dirigidos a educar en las ideas del marxismo-leninismo, de la revolución, de la dictadura del proletariado (concepto que necesita ser explicado no de forma simplista y superficial, sino de forma suficientemente pedagógica por ser uno de los caballos de batalla de la ideología anticomunista) y, sobre todo, del internacionalismo proletario a los jóvenes, que implica una adhesión de hecho, y no formal, hacia los pueblos oprimidos por el imperialismo. Y no olvidamos, como nos enseña Lenin, Stalin y demás dirigentes comunistas, que el internacionalismo es también un concepto concreto, militante entre los partidos y organizaciones marxista-leninistas, sin distinción entre grandes y pequeños, jóvenes y veteranos, fuertes y aún débiles.
La necesidad de la lucha ideológica se acentúa en la situación que actualmente vivimos, teniendo en cuenta que nos encontramos en el siglo XXI y por lo tanto, las tácticas y la manera de intervenir políticamente no pueden ser exactamente las mismas que las del siglo XX: hay que tener en cuenta la inexperiencia de la juventud en la lucha, el individualismo y la alienación extrema, que ha marcado a gran parte de la juventud en el espíritu pequeño-burgués, lo que dificulta su organización. Estas condiciones son el caldo de cultivo para despolitizar a amplios sectores juveniles, y así imponer valores basados en la excitación de odios nacionales, la xenofobia, el racismo y el oscurantismo religioso, el fascismo… y también el radicalismo fácil, el nihilismo y el anarquismo. Por todo ello, para intervenir políticamente entre la juventud hay que erradicar toda manifestación de sectarismo y establecer espacios de unidad entre los jóvenes comunistas y entre éstos y el resto de la juventud progresista para avanzar en una política unitaria y democrática por la superación del capitalismo.
La problemática y dinámica específica de los jóvenes hace que sea más difícil para el partido organizarlos directamente. Es necesaria una organización flexible y activa, para poder formarse, con la ayuda del partido en la ideología, la política y la organización marxista-leninista, en el internacionalismo proletario, en la teoría y en la práctica, individual y colectiva, en la discusión y en la disciplina, y así prepararlos para ser futuros militantes del partido: se trata de que nuestra organización de jóvenes comunistas sea una escuela de comunistas. Para el PCE (m-l) el trabajo entre los jóvenes se organiza casi en exclusiva a través de nuestra organización juvenil, la JCE (m-l). Nuestro partido entiende que es de vital importancia organizar a los jóvenes y los comunistas tienen la tarea imprescindible de romper la dispersión y debilidad del movimiento juvenil que existe actualmente en España. Los comunistas tenemos la teoría, la experiencia histórica y la organización para llevar el debate ideológico y político en el seno de la juventud.
Los comunistas debemos ser los más firmes defensores de los derechos de la juventud obrera y popular. La lucha por sus derechos es una formidable escuela para los jóvenes que no tienen formación política y que sólo la adquieren al comprender en su lucha, con quien se tienen que ir enfrentando para conseguir sus derechos. El trabajo entre los jóvenes es importante porque es donde las organizaciones comunistas juveniles pueden adoptar un carácter de masas y aparecer ante los jóvenes como un instrumento útil para su movimiento, como una organización que les ayuda, que les da perspectivas, que trabaja con ellos. Se trata además de hacer frente de forma concreta a los planes de la burguesía de descargar su crisis sobre los trabajadores y el pueblo, y de esta forma preparar a los jóvenes para las batallas políticas que se van a desarrollar. De esta forma también se trata de ligar las cuestiones políticas a las concretas, de no separarlas como dos mundos aparte, de que en la lucha por los problemas concretos impulsemos la lucha de clases. Incorporar a los jóvenes a la lucha política es fundamental, porque es la única forma de ir a la raíz de los problemas que atraviesa y además porque la juventud tiene deberes inexcusables con nuestro pueblo en su lucha por la libertad.
La política de los comunistas entre la juventud
Es importante ir desarrollando constantemente y en todos los sitios, la verdadera unidad combativa de la juventud. Sabemos que nada de lo que planteamos puede llevarse a cabo si la juventud no se une y lucha, junto con el resto de la clase obrera. Los caminos de la unidad pasan porque las masas juveniles se vayan dotando, aunque sea parcialmente y gradualmente, de objetivos claros, de posiciones claras de lucha, de conciencia revolucionaria. También pasan porque los jóvenes vayan aplicando esa unidad por abajo, en cada movimiento o asociación juvenil de forma concreta, con la participación directa de jóvenes, en su mayoría sin organizar. Aquí es donde se abre el camino de la unidad y aquí es donde los jóvenes comunistas deben impulsarla. Los comunistas debemos trabajar en los movimientos unitarios, no podemos quedarnos al margen de ninguno de ellos ni tampoco diluirnos en ellos. Debemos intervenir para impulsar acciones de lucha, para divulgar nuestros objetivos, para llevar también allí la política unitaria, la unidad de la juventud. Los comunistas somos los primeros que debemos dar ejemplo respetando los compromisos unitarios, pero eso no significa que debamos disolver nuestra organización en el seno de los movimientos juveniles. Por otra parte, tampoco podemos presentarnos en las organizaciones sociales juveniles de forma estridente y llamativa, o como grupos cerrados y separados, donde podamos dar una impresión de espíritu sectario o de querer acaparar el movimiento. Debemos trabajar de forma unitaria para evitar crear divisiones en el seno de los movimientos juveniles, respetando su autonomía y no tratando de dirigirlos de forma forzada. Los comunistas nos ganamos nuestro puesto en cualquier movimiento mediante nuestra lucha, mediante nuestro trabajo regular y paciente. Nuestro objetivo es tratar de impulsar las luchas dándoles un contenido político general, y para ello debemos educar a los jóvenes en el espíritu de camaradería en una organización ligada a la lucha. Asimismo, hay que educar a los jóvenes en el espíritu de solidaridad activa y de consagración hacia la juventud trabajadora y hacia los pueblos oprimidos por el imperialismo, desterrando el individualismo y los prejuicios raciales que el imperialismo inculca a la población.
Un ejemplo de vital importancia es el Movimiento Estudiantil. En la actualidad el Movimiento Estudiantil se caracteriza a nivel organizativo por la dispersión de las luchas, al no existir unos cauces organizativos sólidos que transmitan la experiencia, así que éstos se crean y se destruyen con el paso de generaciones de estudiantes diferentes. Por eso es necesaria una coordinación estatal efectiva como paso previo a un único referente estatal para los estudiantes, luchando contra el chovinismo burgués de algunas organizaciones independentistas en las nacionalidades del Estado, con fuerte influencia en el movimiento estudiantil, que se oponen frontalmente a cualquier tipo de coordinación estatal. De lo que se trata es de trabajar por un movimiento no excluyente para ninguno de los sentimientos nacionales, sino amplio y unitario. Asimismo hay que luchar contra las organizaciones trotskistas y anarquizantes que intentan instrumentalizar el movimiento estudiantil para supeditarlo directamente a sus intereses como organización.
Debemos hacer que los movimientos tengan un carácter popular, combatiendo el marginalismo, tanto a nivel ideológico como práctico, proponiendo nuestros planteamientos y una manera de trabajar diferentes. Debemos politizar el movimiento dándole un contenido ideológico sólido, reivindicativo y de carácter popular, relacionando los problemas concretos con el marco general, llevando a cabo el análisis político en aquellos frentes donde luchemos y ser capaces de hacer que los estudiantes entiendan las causas políticas y económicas que provocan la situación de la enseñanza pública, pues no haremos que ningún movimiento estudiantil avance si este no parte de un análisis previo y correcto de la educación. Haciendo este análisis exponemos implícitamente que la raíz del problema se encuentra en el marco político actual, y por tanto la solución implicará un cambio político. También por eso es necesario globalizar las luchas y unir las reivindicaciones. Debemos dotar a la lucha estudiantil de una perspectiva más general, abarcando el resto de problemas que se dan en la sociedad evitando que los frentes estudiantiles se aíslen del resto de reivindicaciones de las clases populares, actuando de manera conjunta con el resto de la clase obrera, haciendo ver a los estudiantes que todos pertenecemos a una misma clase y por tanto nuestros intereses están relacionados al igual que lo están nuestras luchas. En nuestro país las reivindicaciones pasan por la defensa de la enseñanza pública y la lucha contra la enseñanza privada burguesa, por la derogación de la LOGSE y el rechazo al Plan Bolonia, aspirando a conquistar una única enseñanza pública, universal, gratuita, científica, democrática y popular.
Otro ejemplo de lucha juvenil es el movimiento Antifascista. Unas de las consecuencias inmediatas e inevitables de la crisis capitalista, es la fascistización del Estado y el aumento de la represión contra las masas populares por un lado, y por el otro, el surgimiento, reforzamiento e implantación de bandas nazifascistas que ya actúan con bastante impunidad, a lo largo y ancho del estado Español amparados o con la cobertura, en general, directa o indirecta, de medios de “comunicación” e instituciones. Constantemente se repiten las amenazas, las palizas, los atentados terroristas contra locales, y por desgracia, también los viles asesinatos impunes. La ausencia de una referencia de izquierdas que canalice sus ansias de rebelión hacia la ruptura con el capitalismo, empuja a algunos sectores obreros hacia el fascismo y explica, al menos en parte, el auge de las bandas fascistas en algunos barrios obreros. Tenemos que dar al antifascismo un carácter político, amplio de masas, popular con el que se identifique no sólo el joven sino también el ciudadano de a pie, el anciano, el padre y la madre de familia. Debemos huir del “antifascismo” de pandilla y sectario, y criticarlo políticamente, ya que lo único que hace es echar piedras contra nuestro propio tejado. En muchos jóvenes se observa esta tendencia, sin contenido político, basada en agresión por la agresión, que lleva en su seno el aislamiento y la incomprensión de las masas, tendencia que se niega a ver que el fascismo es la expresión terrorista de la dictadura de la burguesía, arraigada en el Estado Español por cuarenta años de régimen fascista. Nuestro deber es promocionar el antifascismo de masas, incorporando a la lucha contra las agresiones a las asociaciones de vecinos, sindicatos, etc., estableciendo plataformas unitarias que politicen a las masas y les muestren la vinculación entre el fascismo y crisis del capitalismo.
Unidad de la juventud progresista y de los jóvenes comunistas
Para superar la actual situación de dispersión, nosotros proponemos la unidad de la izquierda y de los jóvenes comunistas que hoy están en diferentes organizaciones. Nuestro deber es buscar siempre la unidad de las fuerzas, y sabemos que el peor favor que le podemos hacer a la clase obrera es seguir prolongando la fragmentación que hay actualmente en la izquierda, que disgrega nuestra fuerza como proletariado y además desanima a éste. Sabemos también que este no es nuestro caso, y que la unidad de la izquierda es una tarea muy difícil que no siempre podemos conseguir. La unidad de la izquierda es prioritaria para nosotros, pues una izquierda fragmentada nunca podrá conseguir un proletariado unido, y si no estamos unidos, tampoco podremos llevar a cabo nuestros objetivos. Es posible y necesario que entre las organizaciones juveniles comunistas se establezcan actividades conjuntas y debates políticos que permitan crear espacios unitarios. Las experiencias positivas de trabajo en común en el movimiento estudiantil, republicano, antifascista y otros, deben servir para levar el grado de unidad de diferentes organizaciones juveniles, sin sectarismos, con el fin llegar a ser un instrumento político de la juventud trabajadora.
La JCE (m-l) ya tiene experiencias unitarias muy interesantes con otras organizaciones juveniles comunistas del Estado español, y va a proseguir en su trabajo unitario poniendo todos sus esfuerzos para contribuir a la unidad de los jóvenes comunistas, ya que esa es una prioridad de nuestra organización. Las experiencias más importantes son:
* Las plataformas antifascistas, donde en algunos lugares se ha conseguido unir a diferentes organizaciones políticas juveniles, sindicatos, asociaciones de vecinos, etc., dando una respuesta de masas a las agresiones fascistas.
* El trabajo internacionalista y la solidaridad hacia los países que luchan contra el imperialismo (Cuba, Venezuela, etc.), participando en brigadas juveniles unitarias de solidaridad, en diferentes eventos juveniles internacionales (CIIJA, FMJD), en organizaciones antiimperialistas locales, etc.
* Campamentos juveniles. Una experiencia importante que creemos que puede ayudar a la unidad y la organización de los jóvenes progresistas es el Campamento Estatal de la Juventud Antiimperialista, Antifascista y Republicana (CEJAAR), que cada año se celebra en una localidad diferente de España. Esta actividad no es propia de la JCE (m-l), pero sus militantes participan activamente en la misma con mucha ilusión. Se realiza este año por octava vez consecutiva, y podría convertirse en un punto interesante de unidad ya que permite reunir durante varios días a decenas de jóvenes de e actividades políticas, culturales y deportivas, creando un gran ambiente de camaradería.
* Espacios concretos de unidad juvenil comunista en España, que han posibilitado establecer relaciones fraternales con camaradas de diversas organizaciones juveniles, preparar debates políticos unitarios, y realizar actos políticos unitarios entre las masas.
Los comunistas debemos dar la batalla entre las masas y también dentro de nuestra organización. Es fácil que ciertas posturas elitistas, individualistas, hiperdemocráticas y oportunistas sean mantenidas por elementos avanzados de la juventud que ingresen en nuestra organización; para desterrar estas actitudes pequeñoburguesas es necesario una labor paciente de explicación y convencimiento, además de ejercer la vigilancia revolucionaria sobre la base de la crítica y la autocrítica, y esto es imposible sin una formación adecuada. Para ello, como correctamente apunta nuestro camarada Raúl Marco: “los comunistas tenemos como base las ideas teorizadas y desarrolladas por Marx, Engels, Lenin y Stalin, por citar a los cuatro principales, pero son muchos más los teóricos comunistas que nos permiten orientarnos. Y una de las enseñanzas leninistas, es la de que sin teoría revolucionaria, no hay movimiento revolucionario. De ahí la necesidad de que no abandonemos el estudio en ningún momento, tarea que incumbe a los cuadros y dirigentes, pero también a toda la militancia, sea veterana o joven.”
Es necesaria una amplitud de miras que no ponga barreras a la incorporación de jóvenes y es necesario combatir el liberalismo que consiste en no exigirles nada, explicando la necesidad de la organización, orientándolos a actuar. A partir del momento en que un joven decide organizarse hay toda una labor por delante para hacer de ellos militantes comunistas, y a veces se tiene miedo de hacer comprender la necesidad de la disciplina a estos jóvenes, aunque tampoco se trata de confundir disciplina con autoritarismo vulgar y mecánico, si no de dar la explicación y formación necesarias para que la disciplina sea consciente y libremente asumida. Organizar jóvenes no consiste sólo en darles tareas, sino incorporarles a las decisiones que se debe tomar en cada centro en donde actuemos, incorporarlos a la responsabilidad colectiva, a la actuación práctica colectiva. Marx señalaba que no es la conciencia la que determina la vida, sino que es ésta la que determina la conciencia. Por eso debemos crear un espacio en el que el joven desarrolle su conciencia revolucionaria y este espacio no es otro que el trabajo organizado y colectivo, el acercamiento a la teoría y la vinculación con las masas.
Unir a la juventud por la republica y el socialismo
La situación de la clase obrera en España, las condiciones de vida y de trabajo en nuestro país ponen en evidencia la imposibilidad de avanzar en el marco actual, y la juventud de hoy sufre los problemas generados por esta transición inexistente. Para la oligarquía en España, el régimen monárquico es la forma concreta de defender sus intereses de clase, para perpetuar la dominación del imperialismo contra los pueblos de España y asegurarse la explotación de la clase obrera. El PCE (m-l) y la JCE (m-l) defendemos la lucha por la República, de carácter laico, democrático, popular y federal, como único marco posible para la defensa de los intereses de las clases populares frente al imperialismo, la oligarquía y el fascismo, como paso indisoluble a la lucha por el socialismo y el comunismo.
A día de hoy, la situación viene marcada por la profundización de la crisis capitalista y sus efectos. La salida de la burguesía a la crisis es el empeoramiento de las condiciones de vida de la clase trabajadora y la juventud, a través de despidos, ERE’s (suspensión temporal de empleo), aumento de la jornada laboral, disminución de salario y mercantilización de los servicios públicos. Y no debemos descartar que la oligarquía recurra al fascismo, peligro que sólo se podrá enfrentar si la izquierda demuestra capacidad de tejer alianzas e implica a las masas en la lucha política antioligárquica y republicana, en la perspectiva de superación del capitalismo.
No podemos finalizar sin recordar nuestra historia. En 1936, cuando el pueblo español necesitó defender la República que democráticamente había conquistado, miles de jóvenes orientados y organizados por las Juventudes Socialistas Unificadas (producto de la unidad de los jóvenes socialistas y comunistas), estuvieron en primera fila defendiendo a la Republica del pueblo. También recordamos que en 1920, a la luz de la revolución de Octubre y para combatir las posiciones oportunistas de los dirigentes socialdemócratas, cuando la clase obrera necesitó un Partido revolucionario, los jóvenes socialistas fueron los primeros en dar el paso fundando el PCE. Y recordamos, sobre todo, la lucha antifranquista, a la que se incorporaron miles de jóvenes de forma decisiva, llegando a dar su vida en esta lucha.
Los jóvenes a lo largo de la historia, han estado siempre en las primeras filas de las luchas de los trabajadores y el pueblo, y en la defensa de sus intereses. Los jóvenes representan para el pueblo el futuro, la decisión de cambiar y rechazar el conservadurismo y las injusticias. Por eso desde el PCE (m-l) y la JCE (m-l) nos esforzamos en educar a nuevas generaciones de jóvenes en los valores de la revolución, del internacionalismo y del socialismo, tratando de orientar a nuestros jóvenes en la lucha por un mundo mejor.
2009
Ponencia presentada por la delegada del PCE (m-l),
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