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lunes, 20 de diciembre de 2010

Reflexión sobre la transición al socialismo


Enrico Simonetti Rebelión

“En el campo teórico del marxismo no hay nada indiferente para la acción. Las divergencias más lejanas y, al parecer, “abstractas”, si se reflexiona a fondo sobre ellas, tarde o temprano se manifiestan siempre en la práctica, y ésta no perdona el menor error teórico”1. León Trotsky

La estratégica pregunta por la transición al socialismo

Aun a riesgo de exagerar, podemos afirmar que luego de las experiencias revolucionarias del Siglo XX, una de las preguntas más importantes que hay que hacerse desde la clase trabajadora y la izquierda es por aquellos intentos de construir sociedades superadoras al capitalismo. De forma escueta podemos resumir esta pregunta así: ¿qué es un Estado Obrero?.

Pienso que avanzando en la respuesta a esta pregunta los trabajadores pueden acercarse a clarificar cuál es su objetivo histórico: la sociedad socialista. Implica acercarse, también, a la comprensión por cómo debe ser la forma por la cual abrir un proceso de transición histórica hacia el comunismo. En términos dialécticos implica responder a la pregunta por cómo superar históricamente el capitalismo, hacia un nuevo ordenamiento de las relaciones sociales y las formas de vida.

Desde las primeras investigaciones de Marx, hace más de 160 años, se ha avanzado en profundizar la multiplicidad de determinaciones concretas que requiere un proceso de transición, partiendo de sus primeras definiciones generales. Marx, en textos dispersos, pudo dar bosquejos de cómo podría tomar forma la transición al socialismo. Y sacando conclusiones de los procesos sociales y políticos de su presente ideó que esa transición tendría que realizarse por medio de la conformación de un Estado Obrero, es decir: una dictadura democrática de los trabajadores. Aunque, por su puesto, no conoció una experiencia desarrollada de este concepto, la Comuna de Paris fue lo más concreto que llegó a observar y de la cual extrajo las conclusiones generales de la teoría del gobierno de los trabajadores.

Sin embargo desde Marx hasta nuestros días, los elementos para pensar este problema son mucho más ricos. Todo un siglo de revoluciones y contrarrevoluciones, de crisis capitalistas y booms económicos, de guerras imperialistas y ascensos revolucionarios... son un inacabable caudal histórico de experiencia de la clase trabajadora en la lucha de clases. Muchos errores políticos se han cometido pero también muchos aciertos. Y ambos, combinados en un análisis materialista dialéctico, pueden darnos a luz una clarificación de uno los principales problemas de la revolución... mucho más aún cuando a nuestros ojos se está abriendo, retomando caracterización de Lenin, una nueva época de crisis, guerras y revoluciones.

¿Estatización y/o socialización de los medios producción?

I.

La pregunta por Estado Obrero, guarda en sí misma diferentes elementos que hay que pensar para responderla con la mayor integridad posible. En estas páginas se analizará uno de estos elementos, que se expresa en la disyunción entre identificar a un Estado Obrero por si los medios de producción están estatizados y/o por si están bajo administración de la clase obrera.

Con esta disyuntiva que se repite en los debates sobre el contenido de clase de un Estado Obrero se expresa la diferencia entre dos tareas políticas: la estatización de los medios de producción y la socialización de los medios de producción. Dos tareas que parecen, a primer vista iguales pero que pueden ser distintas y tenemos ejemplos históricos de esto. Pero antes definamos qué entendemos por “estatizar” y por “socializar”, siguiendo el método del materialismo dialéctico que plantea partir de lo general, es decir, de conceptos abstractos, para luego avanzar en la determinación de su contenido, que es complejo, vivo en contradicciones y dinámico. Así, habiendo profundizado en lo particular, en el proceso histórico, es que se vuelve necesario volver a la determinación conceptual, pero esta vez llena de contenido.

II.

¿Que entendemos por “estatización de los medios de producción”? La estatización implica el paso a manos del Estado de una parte o la totalidad de los medios de producción de una sociedad. Esto en general es hecho por la burguesía -en gobiernos nacionalistas o en crisis-, ya sea por medio de la compra de la empresa en cuestión o de la expropiación sin pago, cosa fuera de lo común. Gobiernos como el de Chávez realizan estatizaciones por medio de la compra de las empresas, pasándolas a control del Estado, dirigido por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Bajo otras coordenadas políticas, un gobierno como el de Obama también a realizado estatizaciones parciales de bancos o empresas (como General Motors), pero no para pasarlas al control total del Estado sino para darles a estas empresas capital líquido, comprándoles sus acciones devaluadas por la crisis a cambio de dinero por un valor más alto al del mercado. En el caso de este tipo de estatizaciones la intención es “salvar” a las empresas de la quiebra por medio de una estatización parcial y temporal.

Ambas estatizaciones se mantienen dentro de los reglas de intercambio de mercancías, son dentro del régimen capitalista. Son, entonces, estatizaciones de un Estado capitalista en relación con capitalistas particulares.

También, en la historia del siglo XX, ha habido estatizaciones de otra índole. Tanto en las revoluciones rusa, china y cubana, los gobiernos que tomaron el poder, estatizaron los medios de producción capitalistas, concentrándolos en manos del Estado. Fueron estatizaciones de clases y fracciones de clases no-capitalistas (obreras, campesinas, profesionales) en contra de la clase capitalista y su régimen de propiedad privada.

Pero la socialización de los medios de producción es un acontecimiento distinto, cualitativamente diferente, porque afecta no sólo a la propiedad de los medios de producción sino a las relaciones de producción en las que están inmersos. Y este es su rasgo distintivo fundamental.

A diferencia de la estatización, que puede ser realizada por cualquier clase social dominante en una sociedad, la socialización de los medios de producción es una tarea que sólo puede llevar adelante una clase social: los trabajadores.

Esto no se debe en lo esencia a que la clase obrera “no tiene nada que perder, más que sus cadenas”, lo que no es un aspecto social menor. La razón fundamental estriba, en cambio, en que es la clase que está frente a todos los medios de producción de la vida social de nuestra sociedad y los hace funcionar a diario. Son los verdaderos productores, hacedores, constructores de la sociedad humana. Y por esta razón, son los únicos que además de negar, de atacar, de oponerse a la clase dueña de los medios de producción, puede realizar una actividad revolucionaria, es decir, superadora. Dicho en otros términos: son los únicos que además de negar al capital pueden afirmar otro modo de producción basado en una relación económica y social en la que quién produce es el mismo que controla de forma directa los medios de producción. Una relación social de trabajo en la que no hay alguien que manda y no trabaja, sino en la que la mayoría trabaja y se organiza democráticamente para administrar y planificar la producción.2 Una sociedad en donde no existe el “despotismo de fábrica” típico de una régimen económico capitalista, es decir, de dictadura patronal en el lugar mismo de la producción.

Por tanto, la estatización de los medios de producción por parte de la clase trabajadora implica un principio de socialización de la economía que puede abrir una transición a una sociedad socialista. Tarea que ninguna otra clase social, por hallarse por fuera de las palancas fundamentales economía, tiene la capacidad objetiva de realizar.

Revolución obrera y revoluciones anticapitalistas

Lo referente a la estatización de los medios producción por distintas clases o fracciones de clase ya ha sido confirmado por la historia. Las variadas revoluciones del Siglo XX pusieron de manifiesto que es posible la expropiación de los capitalistas, su derrota como clase social dominante de una sociedad. La experiencia histórica mostró que es posible una revolución que termine con la propiedad privada de los medios de producción por medio de una acción de masas organizadas y movilizadas. Rusia, China y Cuba son los ejemplos más destacados expropiaciones y estatizaciones integrales de la economía capitalista de un país.

Todo el problema teórico y político surgió cuando varias corrientes del marxismo identificaron que en estos países, en donde se había expropiado a la burguesía, habían surgido “sociedades socialistas”. Esto sucedió cuando identificaron como el rasgo sobresaliente de una sociedad en transición al socialismo simplemente a la estatización de los medios de producción.

Esta fue la caracterización general de los Partidos Comunistas alineados a la URSS estalinista. Del lado del marxismo revolucionario, del trotskysmo, la caracterización más extendida fue que en estas sociedades habían surgido “estados obreros degenerados”. Esta caracterización la realizaban tomando como modelo la caracterización de la sociedad rusa realizada por Trotsky que planteaba que la contra-revolución stalinista había liquidado la democracia soviética reemplazándola por una dictadura burocrática. Pero, según los planteos de Trotsky, el régimen económico del Estado no había cambiado: seguía siendo en lo esencial un “Estado Obrero”. De esta manera Trotsky tendía a identificar los “restos del Estado obrero” en un elemento central producto de la Revolución de Octubre: la propiedad nacionalizada (estatizada) de los medios de producción. Es decir, el contenido o naturaleza de clase del Estado ruso era el mismo, “obrero”, pero su régimen político, su “superestructura política” no, estaba bajo control y administración de la burocracia, capa distanciada socialmente de la clase obrera.3

La tendencia de Trotsky a subrayar el carácter estatal de la economía como característica central del Estado obrero ruso le hizo descuidar una apreciación fundante del marxismo: que las relaciones de producción (la naturaleza de clase de una sociedad) determinan –de forma mediada y contradictoria- las formas de propiedad y la superestructura del Estado. Es decir, que no es posible, de forma duradera y orgánica, una sociedad en donde la clase dominante en la estructura económica sea una y la clase o grupo social dominante en el plano político sea otra. Trotsky sorteaba este problema teórico desechando el concepto de clase social para la burocracia soviética, adjudicándole la categoría de “capa social diferenciada” o “casta”. Así, la burocracia era una capa altamente privilegiada de la clase obrera, por fuera de su control y cada vez más separada de ella, pero nunca lo suficientemente como para convertirse en otra clase, distinta a ella y distinta de los capitalistas.

El curso histórico de la sociedad rusa confirmó la previsión que Trotsky se negaba a afirmar: que la burocracia soviética terminó por transformarse en una organismo social distinto a la clase obrera. Dando lugar en Rusia a una formación económica distinta al “Estado obrero con deformaciones burocráticas” (Lenin) y al “Estado obrero degenerado burocráticamente” (Trotsky). El proceso de contrarrevolución estalinista implicó en sus inicios una deformación, pero dio saltos de calidad importantes durante la Revolución Española -donde Stalin juega un papel abiertamente reaccionario- y luego en la Segunda Guerra Mundial, que coronó a la burocracia como la triunfante de la contienda frente al nazismo. Este triunfo la dotó de un prestigio y autoridad mucho mayor para completar su proceso de constitución como órgano de poder erigido sobre la clase obrera.

Durante los 80´ y 90´ el verdadero papel histórico de la burocracia quedó confirmado: finalmente se transformó en nueva burguesía rusa, mostrando a las claras que sus intereses se distanciaron a tal punto de los de la clase obrera, que se convirtieron en antagónicos, coincidiendo con los del capitalismo.

Por tanto, observamos que las burocracias que han dominado económica y políticamente estos Estados4 han mostrado que son incapaces de superar el régimen económico de dominación de clase, y abrir un proceso de transición hacia una sociedad sin explotación ni opresión. En este sentido, no podemos afirmar que se trataban de sociedades de transición hacia el socialismo, sino “sociedades transicionales”, en el sentido de que no pueden permanecer históricamente por mucho tiempo ni constituirse en un modo de producción alternativo al capitalismo. El caso de Rusia y China son expresión de eso.

El caso de Cuba se encuentra, en la actualidad, corriendo el peligro de la misma suerte. Pero antes, analicemos sucintamente de qué hablamos cuando hablamos de Cuba.

El caso de la Revolución Cubana

Pasando en limpio lo analizado antes se puede afirmar: la socialización no puede hacerse sin la estatización porque implica la concentración de los medios de producción bajo el control de la clase obrera en manos de su Estado. Pero es posible estatizar sin socializar los medios de producción. Como ya señalamos, este ha sido uno de los grandes problemas y límites de las revoluciones del Siglo XX. Aunque muchos analistas y teóricos de izquierda afirmen lo contrario, la Revolución Cubana no ha sido ni es una excepción. Veamos.

I.

Un primer acercamiento a una revolución puede hacerse preguntándose ¿qué clase social fue la hegemónica durante el período de la toma del poder?. ¿Y qué alianza de clases constituyó la fuerza social que derrumbó a la antigua clase en el poder y se coronó como la victoriosa?. Dos preguntas que parecen similares pero que son sustancialmente distintas. La primera se pregunta por el carácter social del Estado que alumbró la revolución. Mientras que la segunda lo hace por las clases y fracciones de clase que se beneficiaron con ella.

De forma esquemática, sin entrar en detalles, podemos precisar lo siguiente para el caso cubano. Que la revolución fue comandada por una organización política compuesta por sectores medios profesionales y campesinos, estructurados en una guerrilla. Mientras que esta organización revolucionaria se apoyó -se alió- con los trabajadores de la ciudad, por medio de la expropiación de la burguesía, redundando en un conjunto de beneficios sociales para los obreros.

¿Qué es, entonces, Cuba?, ¿Qué tipo de sociedad y de Estado dio lugar la Revolución de 1959 y su desarrolló posterior?, ¿un Estado Obrero?. ¿Cómo definimos, entonces, a un estado obrero?. Aquí quiero detenerme para polemizar con el planteo que hacen los camaradas del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS), sección argentina de la Fracción Trostkista Cuarta Internacional (FT-CI). En sus publicaciones y en los debates que hemos mantenido sostienen la siguiente definición: que “un estado obrero se define por la expropiación de los medios de producción”, por la acción histórica de quitarle de forma violenta los medios de producción a la burguesía, que da lugar a un estado sin propiedad privada con una planificación económica. En el caso de Cuba, esta planificación es burocráticamente dirigida, pero como ”si se expropia, hay estado obrero”, el hecho de que el gobierno no lo ejerce la clase obrera es secundario en la caracterización de su contenido social. La revolución obrera se define, en lo fundamental, por la tarea de la expropiación.5

Pero, retomando la definición clásica del Manifiesto Comunista, un Estado obrero es “el proletariado organizado como clase dominante”. Es decir, cuando la clase obrera se apropia de los medios de producción, derrota al ejercito del Estado burgués y en ese mismo movimiento constituye su ejército propio. Esto, con todas sus contradicciones y matices, fue lo que ocurrió en Rusia en 1917. Es decir, un estado obrero es uno en el que es la clase obrera la que tiene el poder económico y militar, como producto de la expropiación de la burguesía y su derrota militar.

En la primera definición -que focaliza la cuestión en la expropiación- sólo se tiene en cuenta el aspecto negativo de la revolución (la desposesión de una clase, la burguesa), y se deja de lado el otro aspecto, igualmente necesario (la apropiación directa de los medios de producción por otra clase, la obrera).

Así, vemos que un estado obrero es producto de un movimiento dual, contradictorio, dialéctico: el movimiento de una clase negando y superando a la otra. Pero no la negación de una clase (la burguesa) por una alianza de clases entre la pequeña burguesía y el campesinado (como en Cuba), que dio lugar a un estado de una burocracia acomodada, viciada en privilegios, separada de la clase obrera, mientras la gran mayoría obrera y campesina cubana no manda ni gobierna, no tiene bajo su control los medios de vida. En un estado obrero, al contrario, es la propia clase obrera la que esta al mando de la economía y, por consiguiente, del estado en tanto régimen político.

II.

Retomando el debate entre estatización y/o socialización de los medios de producción, concluimos que la Revolución Cubana avanzó sólo en su estatización, expropiándolos a la burguesía. Sin embargo, en ningún momento avanzó en un proceso de control y administración obrera de la producción, que abra las puertas a su socialización. Es decir, no emprendió la construcción de un Estado asentado en los organismos de masas surgidos de la estructura económica de la sociedad cubana. El Estado revolucionario cubano realizó parcialmente las tareas planteadas en el programa transicional de la clase trabajadora... al estatizar la economía y abolir la propiedad privada. Auque no realizó, al no ser la clase obrera la hegemónica en el proceso revolucionario –aliada con el campesinado-, la tarea de generar las condiciones para abolir las relaciones sociales fundamentales que dividen a una sociedad entres clases.

Esta es, entre otras de importancia, la razón por la que luego de 50 años de revolución, se esté abriendo un proceso de restauración capitalista que cada día se vuelve más acelerado. Al constituirse, desde sus orígenes, una casta burocrática gobernante independiente tanto de la clase trabajadora como de la burguesía, sus raíces sociales son muy débiles, lo que tarde o temprano la pone en riesgo de sucumbir ante la presión imperialista mundial... si es que los propios trabajadores del campo y la ciudad cubanos y del mundo no defienden los elementos más progresistas de su sociedad, como la propiedad estatal y los beneficios sociales que implica, y logran frenar vía restauración capitalista.

De igual modo como en un país capitalista los marxistas defendemos la propiedad estatizada ante los intentos de la burguesía de privatizarla -como sucedió en Argentina a principios de los 90' o en la actualidad en Europa- planteamos de forma más categórica aún la defensa de la propiedad estatizada en la sociedad cubana que, pese a la burocracia restauracionista del Partido Comunista, sigue siendo mayoritaria.

En relación a esto, en lo tocante a la burocracia cubana se reedita el debate sobre la composición social de la burocracia en el stalinismo. Que la burocracia no sea una formación social ni orgánica a la burguesía ni a la clase trabajadora no significa que sea una clase social de nuevo régimen social completamente nuevo en términos históricos, y que la forma en la que se extrae la plusvalía a los trabajadores sea novedosa. Muy por el contrario, el régimen cubano, desde sus inicios, como el ruso como producto de la contrarrevolución stalinista a fines de la década del 30' y la sociedad china en manos de la burocracia del Partido Comunista Chino se identifican mucho más con sociedad capitalista que con un régimen social gobernado por la clase obrera. Y esta identificación estriba en el hecho de que tanto en Cuba como en cualquier sociedad capitalista del mundo persiste una división de clases sociales, y precisamente los trabajadores no se encuentran del lado de la clase dominante en términos objetivos. Esta comparación, por su puesto, no puede llevarnos a ubicar a la burocracia cubana en el mismo lugar político que la burguesía cipayo de Miami y el imperialismo.

Para la clase trabajadora cubana e internacional no es indiferente que el control de los medios de producción esté en manos de la burocracia estatal cubana que de la burguesía imperialista. Tener una mirada mecánica y simplista en cuestiones centrales como ésta puede ser un gran error de apreciación con su resultante política esquiva. Y de esto hemos podido aprehender de la caída del stalinismo que, de conjunto con la ofensiva del imperialismo en los 80´ y 90´, significó un golpe brutal para los trabajadores, abriendo un período de derrotas muy profundas para los oprimidos del mundo.

III.

El debate sobre un curso restauracionista en Cuba no es menor y preocupa el desinterés de la intelectualidad de izquierda por prevenir y denunciar estos intentos. Por ejemplo, es expresivo de esto, el menosprecio que Atilio Borón viene haciendo de esta posibilidad, subestimando el impacto negativo que el nuevo plan económico puede generar, aumentando cada vez más las grietas por donde penetrar el capital imperialista. Frases como

“Cuba se interna en un proceso de cambios y de actualización del socialismo (...). Lo que se intentará hacer es nada más y nada menos que llevar adelante reformas socialistas que potencien el control social, es decir, el control popular de los procesos de producción y distribución de la riqueza. El socialismo, correctamente entendido, es la socialización de la economía y del poder, más no su estatización. Pero para socializar es necesario primero producir, pues en caso contrario no habrá nada que socializar. Por lo tanto, se trata de reformas que profundizarán el socialismo”6.

Ahora bien, cuando analizamos las reformas encontramos que entre ellas se destaca el despido de 500.000 trabajadores del Estado!. ¿Es esta una reforma socialista de un Estado obrero?.

También se le suman medidas que buscan transformar a los trabajadores, hasta entonces del Estado, en cuentapropistas, buscando generar las bases para una nueva pequeña burguesía. El otorgamiento de parcelas de tierra para la explotación privada y el recorte en beneficios sociales esenciales. La descentralización de la administración económica, que implica un debilitando de la capacidad planificadora del Estado y el fortalecimiento de la iniciativa privada. Todas reformas muy distantes de “profundizar el socialismo”. Ni hablar el documento de avanzar en la administración y control efectivo de la producción, en la democratización de la base de poder del estado, sus empresas, sus tierras, sus instituciones productivas y sus organismos de organización política... hoy en día controlado por ejército y la burocracia del PCC.

Y todo esto sumado al criminal al bloqueo económico del imperialismo norteamericano, la crisis capitalista mundial que golpea sobre la Isla y la campaña internacional de la derecha mediática que puja por “democratizar” Cuba e “integrarla a la globalización”... es decir, sumirla en las fauces del capitalismo mundial.

La tarea de los trabajadores es la opuesta. Emprender un proceso de movilización anti-burocrático y anti-restauracionista que ponga bajo sus manos el control de la economía y el Estado.

La necesidad de un partido obrero y revolucionario

A raíz de estas cuestiones referidas al momento posterior a la toma del poder, se desprende que un partido obrero y socialista no tiene que prepararse sólo para la toma del poder del Estado, es decir, para la expropiación de la burguesía y la destrucción de su ejército. Sino que tiene que prepararse para la dirección de un futuro Estado Obrero, en lo económico y en la político.

En ese sentido es importante balancear que un problema fundamental de las revoluciones del Siglo XX ha sido la sustitución de los organismos de masas obreras (soviets, consejos) por partidos políticos de la revolución, en lugar de combinar la acción de ambos tipos de organizaciones, según las funciones específicas y necesarios de cada una. Esto llevó a que más que avanzar en la socialización de los medios de producción, avanzó sólo en su estatización.

Es decir, faltó un elemento central de una revolución socialista: su tendencia hegemónica a ir hacia el socialismo, a la socialización de los medios de producción. Esta tendencia sólo puede volverse hegemónica cuando hay una efectiva y conciente organización mayoritaria y democrática de la clase trabajadora en la estructura productiva y sobre el resto de la sociedad: un Estado obrero. Y esta tendencia sólo puede existir si una revolución tiene una de sus premisas socio-política fundamentales, que es ser hegemonizada por la clase obrera por intermedio de sus organismos de masas y su partido político socialista.

Por otro lado es preciso señalar que la hegemonía no es esencialmente la democracia en el régimen político. Es un problema de quién tiene el poder efectivo en la nueva sociedad que alumbra la revolución. Pero al tratarse de la mayoría social, la clase obrera no puede asumir el poder de la sociedad sino es actuando de forma masiva, por sí misma, a través de sus organismos de gobierno. Con estos organismos gestiona la planificación económica y ejerce su gobierno hacia el resto de la población, en beneficio de la población no obrera y popular y en contra de los resabios de la burguesía y sus expresiones políticas. Es, por tanto, un problema de régimen económico, de qué tipo de relaciones de producción y, por consiguiente de propiedad, están en la base de la nueva sociedad surgida de la revolución.

Para conducir esta tarea política de los organismos se vuelve imprescindible la estructuración de un partido político internacional de la clase trabajadora. Un partido que cumpla la función de dirección y orientación política para la lucha de clases, tanto para preparación de la revolución como para las tareas de transición al socialismo.

“Tomar el control de las fuerzas productivas”

En la lucha de la clase obrera, para liberarse a sí misma de la esclavitud asalariada, nunca se repetirá lo suficiente que todo depende de la clase obrera misma. La simple pregunta es ¿pueden los trabajadores capacitarse a ellos mismos, por medio de la educación, de la organización, de la cooperación y de la disciplina autoimpuesta, para tomar el control de las fuerzas productivas y de la dirección de la industria en el interés del pueblo y en beneficio de la sociedad? Esto es todo.

Marx. 1850

En esta frase se condensa, en resumen, la tarea que tiene por realizar la clase obrera. Es la única vía posible para encauzar un proceso histórico de transición al socialismo. La clase obrera es la única capaz de imprimirle una dinámica en ese sentido al desarrollo de las fuerzas productivas, porque el modo de producción sería realmente social, con su resultando sobre la vida en general. Esta posesión por los trabajadores de las fuerzas motrices de la sociedad es lo que hace socialista al modo de producción.

Al contrario: si no es social el modo de producción, si de hecho está controlado por alguna clase o grupo social externo a quienes son los trabajadores, el rumbo que tomará su desarrollo no es hacia una sociedad socialista, sino es que media una revolución obrera o una restauración capitalista.

Cualquier otra clase o estrato de una clase que realice la tarea de la expropiación de la burguesía conformará un tipo de sociedad contradictoria, con elementos propios del capitalismo, como la explotación del trabajo asalariado y la división entre productores directos del proceso de trabajo y quienes lo gerencien y controlen. Pero bajo ningún concepto una sociedad donde los trabajadores “hallan tomado las fuerzas productivas”.

Este ha sido el destino de las revoluciones posteriores a la Segunda Guerra Mundial: fueron revoluciones contra el capitalismo en lo inmediato, puesto que expropiaron a la burguesía... pero en lo mediato, tras un breve período histórico, avanzaron en la restauración del capitalismo. Fracasaron en construir un modo de producción alternativo y superador, negándolo parcialmente para luego terminar afirmándolo.

En conclusión, para afirmar la definitiva disolución del capitalismo hay que trabajar por una verdadera revolución socialista, tras el rumbo de la movilización revolucionaria de la clase obrera.

Conclusión sobre la libertad del hombre y su rumbo histórico

De entre todas, “la libertad” es sin dudas una de las preocupaciones fundamentales del hombre. Desde el punto de vista del materialismo dialéctico, es la capacidad de autodeterminarse. Esta preocupación no ha surgido como producto del ocio de un grupo de intelectuales de las clases dominantes, sino de los hombres primitivos que estaban dejando de ser simples monos para aventurarse en otra forma animal, más compleja e independiente con respecto a su medio. Esta preocupación la tuvieron por primera vez los hombres que trabajaban, los primeros hombres. Es decir, el hecho de empezar a trabajar puso el primer escalón para independizarse de la naturaleza y convertirse en lo que hoy somos.

Pero entre esos hombres primitivos y nosotros modernos media un desarrollado histórico de miles de años. En el medio el hombre se independizó de la naturaleza pero sólo a costa de someterse a otros hombres. A una minoría insignificante que, hoy, se denominan capitalistas. Esta dependencia de la mayoría de la humanidad de una minoría, esta subordinación universal de los trabajadores a los capitalistas no sólo se ha vuelto una calamidad brutal para el hombre sino para la naturaleza en donde habita.

Al hombre, por tanto no le queda más razón de ser que abolir su condición de explotado y liberarse completamente de sí mismo, e iniciar un nuevo período histórico de autodeterminación sobre sí y sobre su entorno. El problema filosófico y político es entonces como “mediar” históricamente entre el hombre de hoy y el hombre del mañana, y por lo tanto cuál es entonces el tipo de sociedad necesaria entre ambas formas determinadas de humanidad.

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sábado, 11 de diciembre de 2010

En la Unión Soviética se vivía mejor


Juan Carlos Argüello Revista Libre Pensamiento

La instauración del capitalismo ha significado un retroceso para todos los países de Europa del Este, tanto en el plano económico como en el social. Un informe de las Naciones Unidas declara: "El paso de una economía planificada a la economía de mercado ha sido acompañada de grandes cambios en la repartición de la riqueza nacional y del bienestar. Las cifras muestran que son los cambios más rápidos jamás registrados. Esto es dramático y ha acarreado un costo humano elevado."

Entre 1990 y 2002, el producto interno bruto (PIB, el conjunto de bienes y servicios producidos en un año) por habitante de los países de Europa del Este, ha disminuido en un 10%, mientras que ha aumentado en un 27% en países de nivel comparable. Esto representa una pérdida efectiva de casi el 40%. Esta regresión vale para todos los países, salvo Polonia y Eslovenia. Hoy, el PIB por habitante de los antiguos países comunistas de Europa central y oriental es inferior por un cuarto al de América Latina. Para las repúblicas de la ex-Unión Soviética, la situación es más dramática aún. En los años '90, el PIB bajó en un 33%. Ucrania ha tenido incluso una disminución del 48% entre 1993 y 1996, y Rusia del 47%.

Las acciones de la economía del Estado se vendieron a precios ridículamente bajos. Una gran parte del poderoso aparato económico e industrial se desmanteló. En algunos años, la gran potencia industrial que era Rusia, se convirtió en un país del tercer mundo. El PIB de Rusia (144 millones de habitantes) es más bajo que el de los Países Bajos (16 millones de habitantes). La Unión Soviética ha retrocedido en unos 100 años. Al momento de la revolución socialista en 1917, el PIB por habitante alcanzaba el 10% del de Estados Unidos. En 1989, a pesar del hecho de que la Unión Soviética salió completamente agotada y destruida en gran parte de la segunda guerra mundial, el PIB por habitante alcanzaba el 43% del de Estados Unidos. Hoy, es menos del 7%.

La situación social

Cerca de 150 millones de habitantes de la ex-Unión Soviética (es decir, el número de habitantes de Francia, Gran Bretaña, los Países Bajos y los países escandinavos reunidos) fueron sumidos en la pobreza a principios de los años '90. Tienen menos de 4 dólares por día . El número de pobres que viven con menos de un dólar por día se multiplicó por veinte. En Bulgaria, Rumanía, Rusia, Kasajstán, Ucrania, Kirguizistán, Turkmenistán, Uzbekistán y Moldavia, el número de pobres alcanza del 50 al 90% de la población.

Según un estudio reciente de la Unicef, uno de cada tres niños de los antiguos países del Este vive hoy en la pobreza. Un millón y medio de niños viven en orfelinatos. En Rusia, el número de niños abandonados se ha duplicado, a pesar de la fuerte disminución de nacimientos. En Bucarest, la capital de Rumanía, centenares de niños viven en la calle, 100 mil niños han sido abandonados. Más de 100 mil niños del antiguo bloque del Este son empujados a la prostitución. La acogida de la infancia ha sido casi desmantelada. Para muchas mujeres, el paso al capitalismo es también una verdadera catástrofe: "Un número creciente de mujeres es víctima de la violencia. Muchas mujeres que han buscado desesperadamente un trabajo y una vida mejor son empujadas a la prostitución, organizada por redes criminales." Cada año, alrededor de medio millón de mujeres de la región son literalmente exportadas hacia Europa occidental.

Antes del paso al capitalismo, la región conocía un bienestar social garantizado. Un informe de las Naciones Unidas dice: "Antes de los años noventa, los equipos sociales en los países de Europa central y oriental y en los países de la CEI eran notablemente buenos. Había una alta seguridad social de base. El empleo de tiempo completo estaba garantizado de por vida. Igual si el ingreso monetario era bajo, era estable y seguro. Muchos bienes de consumo y servicios básicos eran subsidiados y el aprovisionamiento era regular. Había suficiente alimentación, vestido y vivienda. El acceso a la educación y a la salud era gratuito. La pensión estaba asegurada y las personas podían disfrutar de muchas otras formas de protección social". El informe continúa: "Hoy, una educación correcta, una vida sana y una alimentación suficiente no están aseguradas. La tasa de mortalidad aumenta, nuevas epidemias potencialmente destructivas amenazan y tornan la vida (y la sobrevivencia) en un creciente y alarmante peligro".

Consecuencia: ciertos países se despoblan dramáticamente. En Ucrania, la población ha disminuido en 1.2 millones desde 1991. En Rusia, entre 1992 y 1997, la población ha disminuido por 5.7 millones, a pesar de la llegada de 3.7 millones de inmigrantes de países vecinos. Lo que quiere decir que hay 3500 rusos menos por día. Las Naciones Unidas estiman que si la tendencia no se invierte, la población de los antiguos países del Este habrá disminuido en 20% de aquí al 2050: de 307 a 250 millones.

¿Qué piensa la gente?

La población oscila entre la decepción, la resignación y la cólera. Algunos ejemplos.

Polonia salió más indemne de la transición. En este país tan católico, el comunismo no tuvo la vida fácil jamás. Sin embargo, hoy, 44% de los polacos juzgan el periodo del bloque del Este como positivo. 47% estiman que el socialismo es una buena doctrina, que "ha sido mal aplicada". 37% de los polacos incluso hacen una apreciación positiva del partido comunista que estuvo en el poder de 1945 a 1989. 31% están descontentos con este periodo. Sólo el 41% encuentra que el capitalismo es un mejor sistema.

76% de los alemanes del Este estiman que el socialismo es "una buena idea que ha sido mal aplicada" y sólo uno de tres está satisfecho con la forma en que funciona la democracia.

Según una encuesta de 1999, 64% de los rumanos preferían la vida bajo Ceausescu.

En Rusia, Lenin es aún popular. 67% de los rusos emiten una opinión positiva a su sujeto. Sólo el 15% hablan del rol de Lenin en términos negativos.

Hay una multitud de insatisfacciones y el potencial de revolución es grande. Las heridas del pasado están aún frescas y la confusión ideológica es aún grande, pero no está excluido que, en un futuro próximo, se regrese al socialismo, pero esta vez "bien aplicado".

Desde la instauración del capitalismo, Europa del Este parece más y más un país del tercer mundo.

- Un décimo de los habitantes de los antiguos países del Este está subalimentado. En Rusia, es un niño de siete quien sufre de subalimentación crónica.

- Por primera vez desde 50 años, el analfabetismo reapareció.

- La tuberculosis está de nuevo casi tan expandida como en el tercer mundo.

- El número de casos de sífilis era en 1998 en Rusia cuarenta veces más elevado que en 1990.

- La esperanza de vida de los rusos de sexo masculino pasó de 63.8 a 57.7 años entre 1992 y 1994. En Ucrania disminuyó de 65.7 a 62.3 años.

- Desde 1992, el número de alcohólicos se duplicó en Rusia.

- Por 100 embarazos, hay 60 abortos en Rusia. Consecuencia: 6 millones de mujeres son estériles.

- En Polonia, el número de suicidios aumentó en 25%. En ciertos países de la ex-Unión Soviética, este número se ha incluso doblado.

- El número de delitos, en Bulgaria, es cuatro veces más elevado que en 1989, en Hungría y en la República Checa, se ha triplicado. En Polonia, ha aumentado en 60% el número de muertos, en otros países, ha aumentado hasta el 250%.

- Las Naciones Unidas estiman que el número de muertos en los antiguos países socialistas que se atribuyen a las nuevas enfermedades (fácilmente curables) y a la violencia (guerra), es de 2 millones en los primeros 5 años del paso al capitalismo.

Fuente: http://librepenicmoncjose.blogspot.com/2010/12/en-la-union-sovietica-se-vivia-mejor.html

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jueves, 25 de noviembre de 2010

Cuba, tiempos de cambio

Atilio A. Boron Rebelión

En Cuba se está generando un gran debate sobre el futuro económico de la Isla. Entre los cubanos se ha hecho carne la convicción de que el actual ordenamiento económico, inspirado en el modelo soviético de planificación ultra-centralizada, se encuentra agotado. Tal como lo advirtieron Fidel y Raúl, su permanencia pone en entredicho la supervivencia misma de la revolución. Si se la quiere salvar será preciso abandonar un esquema de gestión macroeconómica que, a todas luces, ya pasó a mejor vida.

La experiencia histórica ha enseñado que la irracionalidad y el derroche de los mercados pueden reaparecer en una economía totalmente controlada por planificadores estatales, los que no están a salvo de cometer gruesos errores que producen irracionalidades y derroches que afectan al bienestar de la población. Ejemplos: en un país con un déficit habitacional tan grave como Cuba el ente estatal a cargo de las construcciones registra 8.000 albañiles y 12.000 personas dedicadas a la seguridad y a custodiar los depósitos de las empresas constructoras del estado. O que los informes oficiales del gobierno consignen que el 50 % de la superficie agrícola de la isla está sin cultivar, en un país que debe importar entre el 70 y el 80 % de los alimentos que consume. O que casi la tercera parte de la cosecha se pierda debido a problemas de coordinación entre los productores (sean éstos organismos estatales, cooperativas agrícolas o empresas de otro tipo), las empresas de almacenaje y acopio y los servicios estatales de transporte que deben llevar la cosecha hasta los grandes centros de consumo. O que actividades tales como la peluquería y los salones de belleza sean empresas estatales -¿en qué página de El Capital recomendó Marx tal cosa?- en las cuales los trabajadores reciben todos los implementos y materiales para realizar su labor y cobran un sueldo, pese a lo cual cobran a sus clientes diez veces más que el precio oficialmente establecido, fijado décadas atrás, y sin pagar un centavo de impuestos.

Estos son unos pocos ejemplos que conversando con los amigos cubanos se multiplican ad infinitum. Pero plantean una cuestión de importancia práctica y también teórica: el proyecto socialista, ¿se realiza al lograrse la total estatización de la economía? La respuesta es un terminante NO. Si en la Unión Soviética (que sólo tuvo como precursora a la heroica Comuna de París) las condiciones específicas de su tiempo no le dejaron otra alternativa que fomentar la estatización integral de la economía, nada indica que en las condiciones actuales se deba obrar de la misma manera. Tal como con perspicacia lo anotara Rosa Luxemburgo a propósito precisamente del caso soviético, no hay razón alguna para hacer de necesidad virtud. Y si la estatización total y la planificación ultracentralizada pudo haber sido necesaria -y aún virtuosa- en su momento, al hacer posible que en un lapso de cuarenta años Rusia, el país más atrasado de Europa, pudiera derrotar al ejército Nazi y tomar la delantera en la carrera espacial, hoy ya no lo es. Dicho en términos del marxismo clásico, el desarrollo de las fuerzas productivas decretó la obsolescencia de formas e intervenciones estatales que siendo eficaces en el pasado ya no tienen posibilidad alguna de controlar la dinámica de los procesos productivos contemporáneos, decisivamente modelados por la tercera revolución industrial.

Cuba se interna en un proceso de cambios y de actualización del socialismo. Los primeros borradores del proyecto, un documento de una veintena de páginas aparecido como suplemento especial del Granma y Juventud Rebelde, fue distribuido masivamente en la población. Se tiraron 500.000 ejemplares que fueron inmediatamente adquiridos por la población, invitada reiteradamente a leerlo, discutirlo y hacer llegar sus propuestas. Van a hacer otra gigantesca tirada más, porque el ansia de participación es enorme. El documento será examinado críticamente por todas las organizaciones sociales, sin distinción alguna: desde el Partido Comunista hasta los sindicatos y el enjambre de asociaciones de todo tipo que existen en la isla. Por eso se equivocan quienes se ilusionan con que la introducción de las reformas de inicio a un indecoroso -¡y suicida!- retorno al capitalismo. Nada de eso: lo que se intentará hacer es nada más y nada menos que llevar adelante reformas socialistas que potencien el control social, es decir, el control popular de los procesos de producción y distribución de la riqueza. El socialismo, correctamente entendido, es la socialización de la economía y del poder, más no su estatización. Pero para socializar es necesario primero producir, pues en caso contrario no habrá nada que socializar. Por lo tanto, se trata de reformas que profundizarán el socialismo, y que no tienen absolutamente nada que ver con las que plagaron América Latina desde los años ochentas.

Va de suyo que el camino a recorrer por la Revolución Cubana no será nada fácil y se encuentra erizado de peligros. A las dificultades propias de toda transición se le agregan los derivados del infame bloqueo impuesto por Estados Unidos (y mantenido por el Premio Nóbel de la Paz Barack Obama), el permanente bombardeo mediático y las presiones a que se ve sometida la isla procurarán por todos los medios hacer que las reformas socialistas degeneren en una reforma económica capitalista. El quid de la cuestión está en la brújula política, la orientación que tendrán estos procesos de cambio. Y el pueblo y el gobierno cubanos disponen de una muy buena brújula, probada por más de medio siglo, y saben muy bien que es lo que deben hacer para salvar al socialismo de las mortales amenazas que le plantea el agotamiento de su actual modelo económico. Y saben también que si hay algo que liquidaría las conquistas históricas de la revolución, que las barrería de un plumazo, sería la re-mercantilización de sus derechos y su conversión en mercancías. Es decir, la reintroducción del capitalismo. Y nadie quiere que tal cosa ocurra.

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jueves, 20 de mayo de 2010

Declaración final de la Cumbre de los Pueblos "Enlazando Alternativas IV"

Red Enlazando Alternativas www.enlazandoalternativas.org

Las redes, plataformas y organizaciones de Europa y América Latina y el Caribe, reunidas en Madrid del 14 al 18 de mayo, durante la Cumbre de los Pueblos Enlazando Alternativas IV, reivindicamos nuestro derecho a plantear alternativas al modelo neoliberal y a los tratados de libre comercio, y creemos en nuestra capacidad para construir un dialogo político y social entre los pueblos.

Estamos inmersos en una crisis de civilización que afecta a todo el planeta, donde son los grupos sociales más vulnerables y los pueblos del Sur los que están soportando la carga más pesada. Mientras millones de trabajadoras y trabajadores han perdido su trabajo, sumiendose en la pobreza y precariedad, el sistema financiero obtiene ganancias multibillonarias con el apoyo de los Estados del Norte.

La crisis económica mundial está lejos de ser resuelta y los planes de rescate se han dirigido a defender los intereses del gran capital, como lo demuestran las recientes medidas de ajuste estructural exigidas a Grecia por la UE, y los anuncios en la misma dirección para España y Portugal. La historia de América Latina y el Caribe demuestra el impacto devastador de estas políticas de recorte del gasto público, privatizaciones y desregulación económica.

Justo cuando se cumplen dos siglos del inicio de las luchas de independencia en varios países de América Latina y el Caribe, la UE propone una “alianza” estratégica que supone volver al pasado. La creación de una «Zona Euro-Latinoamericana de Asociación Global Interregional», sustentada en la aprobación de una serie de acuerdos de libre comercio para proteger los intereses de las multinacionales europeas en América Latina y el Caribe y cercenar las posibilidades de una integración regional y birregional sobre nuevas bases.

En América Latina y el Caribe han surgido varios gobiernos progresistas y de izquierda sensibles a las exigencias de los movimientos populares, que buscan caminos alternativos de desarrollo más acordes con sus realidades locales y defienden su soberanía nacional. La derecha mundial, al tiempo que intenta desprestigiar y desestabilizar esos gobiernos, sigue predicando políticas de corte neoliberal que han sido promovidas por multinacionales europeas –en particular españolas dentro de América Latina y el Caribe– y cuentan con el apoyo de la UE. Estrategias como la “Europa Global: Competir en el Mundo” y “Europa 2020” van a seguir generando elevados costos sociales y agravando las desigualdades entre Estados y en el interior de cada país.

En Europa, con el Tratado de Lisboa se ha reforzado un modelo de integración antidemocrático y capitalista. La privatización de los servicios públicos, junto a la vulneración de los derechos sociales y laborales, consolida la Europa Fortaleza, de carácter militar, represivo y excluyente, en detrimento de la Europa Social.

Ante estas realidades la organización, la resistencia, la dignidad, la solidaridad y la movilización social son y serán factores esenciales para sostener los logros alcanzados en América Latina y el Caribe, impedir una vuelta al pasado y conquistar nuevos avances tanto en América Latina y el Caribe como en Europa. Nuestra estrategia de lucha y resistencia común se basa en la solidaridad entre nuestros pueblos para la construcción de una sociedad en la cual los derechos económicos, políticos, laborales, sindicales, sociales, culturales y ambientales sean la prioridad y razón de ser de las políticas gubernamentales.

En este sentido:


1. Rechazamos enérgicamente los Tratados de Libre Comercio, los Acuerdos de Asociación (AdAs) y los tratados bilaterales de inversión (TBIs) –o Acuerdos de Promoción y Protección Recíproca de Inversiones (APPRIs)– pactados entre algunos gobiernos latinoamericanos y europeos, que han sido negociados a espaldas y en contra de los intereses de nuestros pueblos. En particular, rechazamosel Acuerdo de Asociaciòn UE Cariforum, la firma de tratados con Colombia, Perú y Centroamérica y la reanudación de negociaciones con el Mercosur.

2. Rechazamos que la cooperación al desarrollo forme parte de estos acuerdos al servicio de intereses económicos privados. Queremos una cooperación que fortalezca la capacidad de los actores sociales y de los Estados para diseñar y aplicar políticas que apunten a combatir la injusticia social.

3. Rechazamos la aplicación de planes de ajuste estructural e intervención del FMI en los países de Europa y América Latina y el Caribe para hacer frente a la crisis económica. Reivindicamos la moratoria inmediata sobre el pago de la deuda publica y la realización de auditorias para la cancelación de deudas ilegitimas.

4. Continuaremos buscando soluciones reales a la crisis ambiental y climática, basadas en la justicia climática y en la necesidad de cambiar el sistema, que produce la destrucción del planeta. Para frenar el cambio climático es necesario que la UE reduzca sustancialmente sus emisiones de gases de efecto invernadero a nivel domestico. Reclamamos a los gobiernos europeos que paguen las deudas ecológicas que acumulan con los pueblos del Sur, incluidos América Latina y el Caribe, para financiar la mitigación y la sobrevivencia al cambio climático. Ante el fracaso de la Cumbre sobre el Clima de Copenhague, nos comprometemos a llevar a cabo las propuestas acordadas en la “Conferencia Mundial de los Pueblos sobre Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra”, celebrada en Cochabamba en abril de 2010, como por ejemplo la creación de un tribunal de justicia climática.

5. Apoyamos a todas luchas de los movimientos campesinos de América Latina y el Caribe y Europa por la Soberanía Alimentaria de los Pueblos, la reforma agraria, contra los transgénicos y en defensa de sus territorios. La agricultura campesina, familiar y de pequeña escala alimenta a los pueblos y enfría el planeta.

6. Mantendremos nuestra lucha en favor de la democracia participativa, directa y plural, y nos opondremos a los intentos de coartarla. Apoyamos las luchas contra la impunidad y por la justicia para las víctimas de los genocidios. Rechazamos la criminalización de la protesta social.

7. Exigimos la ruptura de relaciones diplomáticas y financieras con el gobierno de Porfirio Lobo en Honduras, rechazado por varios gobiernos. Dicho Gobierno es proveniente de un golpe de Estado, elegido en condiciones antidemocráticas, sostenido a costa de la represión a los movimientos sociales y la violación de los derechos humanos. Apoyamos la lucha del frente de Resistencia Popular de Honduras y su lucha por una asamblea constituyente.

8. Rechazamos la militarización y la visión que desconoce la capacidad del pueblo haitiano para definir su propio destino, con el pretexto de la ayuda humanitaria. Exigimos el respeto a la soberanía del pueblo haitiano, la anulación de la deuda externa de ese país y el pago de reparaciones.

8. Exigimos a la UE la derogación de la Posición Común contra Cuba.

9. Acusamos a la UE, a sus instituciones y a sus gobiernos de flagrante complicidad en la violación de los derechos humanos, por ejemplo en Colombia, Honduras, Perú, Guatemala y México, países donde dirigentes sociales son asesinados cotidianamente y la protesta social es reprimida.

10. Repudiamos las políticas que aplica la UE en materia de inmigración, porque amenazan gravemente la democracia y la paz entre nuestros pueblos al fomentar la xenofobia y el racismo. Apoyamos las luchas de los movimientos y redes de migrantes contra la Europa Fortaleza, con sus campos de internamiento para extranjeros (CIE) y su “Directiva del Retorno” justamente llamada “Directiva de la Vergüenza”. Esta política migratoria representa la otra cara de la Europa del Capital.

11. Denunciamos la militarización de nuestros continentes y, en particular, el carácter belicista del gobierno de Colombia. La instalación de 7 bases militares de los Estados Unidos en este país representa una amenaza a la paz y estabilidad de la región. Reiteramos nuestra condena a la política belicista de la UE en Afganistán bajo la égida de la OTAN, así como el uso de recursos millonarios para sostener una maquinaria de guerra que podrían emplearse para otras prioridades de carácter social.

12. Apoyamos la lucha del pueblo griego en la defensa de sus derechos, que representan los derechos de todos los pueblos europeos.

13. Nos comprometemos a trabajar para consolidar un espacio político de solidaridad -en el que participan una diversidad amplísima de movimientos sociales y políticos- que abogan por una integración social, económica, de género, política, ambiental y cultural, y que sea alternativa a la que propone la Unión Europea (UE) y varios de los gobiernos de América Latina y el Caribe.

14. Nos comprometemos a fortalecer y consolidar nuestras luchas frente al poder corporativo y a abrir una nueva etapa de trabajo de la Red Enlazando Alternativas hacia la constitución de un instrumento internacional vinculante para juzgar crímenes económicos. La sesión del Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP), “La Union Europea y las Transnacionales en America Latina. Politicas instrumentos y actores” ha contribuido a este propósito.

15. Apoyamos y formamos parte de las luchas que libran las comunidades afrodescendietnes, las mujeres, los jóvenes y los excluidos de la América Latina y Europa, que están sufriendo los efectos de la crisis con mayor dureza.

16. Hacemos nuestras las luchas y reivindicaciones de los pueblos originarios y por el buen vivir, la creación de estados plurinacionales y el reconocimiento y defensa de los derechos de la madre tierra, que contribuyen a la necesidad de desarrollar modos de consumo y producción que son sostenibles, responsables y justos.

17. Saludamos los compromisos de los gobiernos de América Latina y el Caribe para romper con siglos de dependencia económica, el saqueo de los recursos naturales y la expoliación de los territorios.

18. Llamamos a los pueblos europeos a levantarse para construir otra Europa. Agradecemos a las y los integrantes de los colectivos del Estado español su esfuerzo y ayuda para la realización de nuestra Cumbre de los Pueblos Enlazando Alternativas IV, y damos la bienvenida a las compañeras y compañeros que desde ya están dispuestos a iniciar los preparativos para la Quinta Cumbre de los Pueblos Enlazando Alternativas a realizarse en 2012.

Dedicamos esta Cumbre de los Pueblos a la memoria de la activista indígena Betty Cariño, quien fue asesinada en Oaxaca (México), el 27 de abril, por su labor contra las transnacionales mineras. Hacemos este homenaje en representación de todas las personas asesinadas a causa de su lucha social y política, y a todas las vìctimas del modelo neoliberal injusto y excluyente en América Latina, el Caribe y Europa

Madrid, 16 de mayo de 2010
http://www.enlazandoalternativas.org/spip.php?article677

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miércoles, 27 de enero de 2010

Otra globalización es posible


Julio C. Gambina Rebelión

La crisis económica mundial puso en cuestión las desregulaciones que permitieron el libre movimiento de los capitales y las consecuentes operaciones especulativas. Los analistas formulan propuestas para pensar una organización alternativa sin caer en la “globalifobia”. Aun cuando algunos señalan el fin de la crisis de la economía mundial, existen evidencias de la gravedad económica social de la coyuntura, puesta de manifiesto en el crecimiento de la miseria, la pobreza, el desempleo. No hay dudas de que la crisis la pagan los trabajadores y los pueblos. ¿Es posible otra realidad? El movimiento de resistencia a la globalización capitalista sustenta un programa alternativo y hace esfuerzos por constituir un sujeto popular mundial que otorgue materialidad consciente a sus propósitos. La lucha es por otra globalización. Contrario a lo que muchos le endilgan, el movimiento no es “globalifóbico”. No hay fobia a la mundialización, sólo al contenido capitalista de la misma.

El orden mundial promovió la transnacionalización de la economía, alentando un proceso de libre movimiento de los capitales. Este es un programa empujado por los capitales más concentrados del mundo y sustentado en el poder político, diplomático y militar de los principales Estados capitalistas y los organismos internacionales que pretenden ordenar y legislar sobre el sistema mundial. Es una tendencia continua asumida como respuesta a la crisis de rentabilidad del capital a fines de los ‘60 y comienzos de los ’70. El terrorismo de Estado en el Cono Sur de América es inseparable de este proceso, del mismo modo que opera hoy, con la complacencia del sistema mundial, el militarismo estadounidense.

Junto al programa de máxima del capital surgió la resistencia popular que se desplegó por distintos carriles y se manifiesta actualmente en un sujeto diverso que reconoce distintos aportes. Uno de ellos es el movimiento mundial contra la liberalización de la economía, puesto de manifiesto en campañas contra el Libre comercio (como el ALCA); contra la OMC; por el no pago de la deuda externa y contra la militarización, ahora enfocada en el rechazo a la instalación de bases militares estadounidenses en Colombia. Otra manifestación proviene de la organización de un movimiento popular global, cuyo máximo exponente es la saga del Foro Social Mundial cuya primera reunión se realizó en 2001 en Porto Alegre, Brasil. Un tercer componente se asienta en gobiernos surgidos de la dinámica de resistencia popular y que animan la lucha contra la crisis capitalista intentando nuevas y creativas formas de articulación global. Es el camino del ALBA y su banco, los acuerdos para establecer una nueva arquitectura financiera al interior y más allá de ese proceso de integración, tal el caso del Banco del Sur, los acuerdos de cancelación de intercambio comercial con monedas locales y las experiencias de articulación productiva para asegurar la soberanía alimentaria, energética y financiera.

El orden mundial de 2010 es muy distinto del de 1990. En dos décadas se pasó de la ofensiva del capital, el Consenso de Washington y la liberalización de la economía mundial, a la crisis del orden capitalista. Además, se presenta un contradictor al orden social vigente. Hasta 1990 la contradicción se manifestaba como socialismo versus capitalismo, para dar paso con el colapso soviético a la unilateralidad del capitalismo. Se abrió camino el pensamiento de “fin de la historia” y ahora con la crisis se habilitó nuevamente el debate sobre el orden mundial. Esto se puso de manifiesto en Copenhague, donde unos en el Norte (liderados por Obama) quisieron mantener el statu quo de un desarrollo capitalista destructor de la naturaleza –con compensaciones menores a los subdesarrollados del Sur–, y otros pretendieron discutir el derecho al desarrollo capitalista del Sur (China, India, Sudáfrica, Brasil). Sólo una minoría asentó el problema en el capitalismo: los países que integran el ALBA. El presidente venezolano llevó al recinto oficial del debate, el sentimiento popular de quienes luchaban desde afuera del cónclave de los gobiernos, al señalar que “si la crisis medioambiental fuera un banco, ya la habrían salvado”.

La crisis capitalista es un hecho y una oportunidad. Existen dos sujetos en pugna por ordenar el sistema y superar la crisis. De un lado, el poder económico que articula desde la centralidad de las transnacionales el poder mayoritario de los Estados capitalistas y los organismos internacionales y otros ámbitos de articulación, como el G-20. Del otro, se presenta un conglomerado diverso y no articulado de movimientos populares y gobiernos que aún fragmentadamente levantan un programa contra el orden en crisis y sus instituciones. Por eso se sustentan auditorías de la Deuda Externa; se levantan rechazos a tribunales del estilo Ciadi; se propone eliminación de Tratados Bilaterales de Inversión y Tratados de Libre Comercio.

Constituye una discusión abierta el decurso que asuma la lucha para salir de la crisis. El interrogante es cuál de los contradictores se impondrá. El papel del poder apunta al logro de los consensos para la continuidad de la depredación de la naturaleza y la explotación. ¿Qué papel asumirán los pueblos para afirmar un proyecto emancipador?

* Profesor de la Universidad Nacional de Rosario. Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, Fisyp. Integrante del Comité Directivo de Clacso. Miembro fundador de Attac-Argentina.

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sábado, 13 de junio de 2009

Unir a la Juventud, por la República y el Socialismo


Por: Maite Martín - PCE

La lógica del capitalismo empuja a las multinacionales y a las potencias imperialistas (sobre todo a los EE.UU., la potencia más agresiva) a una competición sin fin, a una espiral de militarismo y neoliberalismo, de consecuencias fatales para la clase obrera y las masas populares: miseria, guerra, racismo, explotación salvaje, terrorismo de Estado, fascismo, etc.

En la Unión Europea (UE) imperialista, a causa de la crisis del capitalismo se desarrollan tendencias reaccionarias, y todos los gobiernos están comprometidos en la construcción apresurada de los instrumentos económicos, políticos y militares que le permitan fortalecer su posición internacional para afianzarse en el reparto imperialista. Al mismo tiempo, para que sus multinacionales puedan competir internacionalmente, la UE necesita aplicar recetas neoliberales y asestar nuevos ataques contra las conquistas y derechos de la clase obrera y las masas populares de los Estados miembros. De estas políticas salen especialmente perjudicados los jóvenes trabajadores: debido al incremento del paro, la precariedad laboral y el recorte de salarios, que se traduce en un descenso generalizado de sus condiciones de vida, el capitalismo genera una gran cantidad de frustración y desarraigo juvenil.




España: del franquismo a la monarquía. La derrota del movimiento juvenil popular

La transición de la dictadura franquista a la monarquía pretendía adaptar España al capitalismo europeo, y para ello se necesitaba una homologación de las estructuras políticas (la transición monárquica y la democracia burguesa) y económicas (desmantelamiento del sector público de la economía) para “modernizarse” y cumplir el papel que el imperialismo le había asignado a España en la división internacional del trabajo. La monarquía borbónica vino a sustituir al franquismo, sin una ruptura de fondo con éste, en un proceso controlado por los tentáculos de la CIA norteamericana y de la oligarquía imperialista europea, que se encargó de potenciar al Partido Popular y al Partido Socialista Obrero Español para crear un sistema bipartidista, tradicionalmente el sistema que mejor se adapta a la monarquía española. De esta transición nació en España una democracia burguesa limitada, resultado de los equilibrios entre las diversas fuerzas presentes: la tradicional oligarquía feudal española, en descomposición o reconvertida en oligarquía financiera; los sectores más reaccionarios de la Iglesia y el ejército; los sectores burgueses industriales ascendentes (algunos de ellos tradicionalmente apartados del poder político del Estado, como las burguesías nacionalistas catalana y vasca), y los sectores obreros y populares, entre los cuales el Partido Comunista de España (PCE) ejercía una gran capacidad de influencia. La dirección del PCE eurocomunista se sumó a esta política desde 1956 (teorizándola con el nombre de “reconciliación nacional”), pregonando la paz social, la colaboración de clases y la impunidad y el olvido de los crímenes fascistas. Hay que tener en cuenta que el PCE era el partido que movilizaba tras de sí cientos de miles de ciudadanos, la mayoría jóvenes, producto del prestigio ganado en la guerra civil y en la lucha antifranquista.

Los jóvenes obreros y estudiantes habían sido los protagonistas del importante movimiento popular antifranquista. Sin embargo, fruto de la inmadurez de algunos de los sectores que se lanzan a la lucha, ese movimiento se caracteriza desde un principio por una falta de perspectivas políticas claras, de desorganización, de espontaneidad, de cierta división, de parcialidad, de falta de claridad de objetivos y un gran peso de ilusiones y confusionismo, alentadas y mantenidas por los colaboracionistas que se limitan a sembrar falsas ilusiones entre le pueblo y entre la juventud.

Contra la traición del equipo de Santiago Carrillo y su política revisionista y antiestalinista, en las filas del Partido se libró una dura y difícil lucha (hay que tener en cuenta la feroz represión franquista). Fueron muchos los veteranos militantes los que se negaron a aceptar la política revisionista, y particularmente, fueron los jóvenes militantes, obreros y estudiantes, los artífices de esa lucha, entre ellos se encontraban nuestros dirigentes Elena Ódena y Raúl Marco. En septiembre de 1964, como resultado de la unión de los cuatro grupos m-l existentes en España y en la emigración, se creó el Partido Comunista de España (m-l). Fue el segundo partido m-l constituido en Europa.

El PCE, que negociaba arteramente, primero y luego oficialmente con sectores de la oligarquía franquista, años antes de la muerte de Franco, no sólo cometió una gran traición a las aspiraciones populares y a la lucha por la República y por el socialismo, sino que generó entre el pueblo una gran frustración que llega hasta nuestros días, consolidando unas formas de hacer política completamente burguesas entre la izquierda. Los anhelos de decenas de miles de jóvenes que durante esos años lucharon por conquistar sus derechos democráticos quedaron cortados, y se rompió la continuidad de las tradiciones de lucha, creando un gran desánimo.

A todo ello se sumó la degradación acelerada de la su situación económica y social, agudizó a los jóvenes el sentimiento de desconfianza y recelos contra las organizaciones, sin diferenciar claramente entre ellas. Esta desconfianza también fue sembrada por el revisionismo y el eurocomunismo, por sus traiciones y engaños y por su papel disolvente hacia la organización. La oligarquía aprovechó esta coyuntura y empezó a impulsar con especial fuerza el individualismo, el escepticismo, el egocentrismo, la indiferencia, la total inhibición ante los problemas políticos y sociales que se estaban dando en nuestro país, utilizando para ello diversas corrientes o modas.

Años más tarde, la caída de la URSS y del muro de Berlín, propiciaba durante los años 90 una de las campañas anticomunistas más virulentas de la historia, que fue aprovechada por elementos liquidadores para destruir momentáneamente, al PCE (m-l) y nuestra organización juvenil, la JCE (m-l). Pero los comunistas no nos rendimos, y logramos reconstruir tanto el Partido como la Juventud.

La situación socioeconómica de los jóvenes en España

En primer lugar debemos tener muy en cuenta la importancia que da la reacción a la corrupción ideológica y moral de los jóvenes. Los reaccionarios saben que los jóvenes están ansiosos de saber, que necesitan desarrollar sus conocimientos, que cuando se revelan contra las formas de vida “oficial” buscan otra forma de vida que cambien éstas radicalmente y lo tienen muy en cuenta para ver de que forma se pueden atraer o como mínimo neutralizar a los jóvenes para su causa, sembrando el individualismo, la indiferencia, la falta de solidaridad y la inutilidad del ideal revolucionario a través de los medios de comunicación, de las distintas instituciones oficiales, del campo de la cultura y de diversas formas de vida y de pensamientos. Todos estos caminos que utiliza la reacción tienen como finalidad desviar a los jóvenes de la lucha de clases y desviarlas a la “lucha de generaciones”, o a la solidaridad sobre las diferencias clases, o en convertirlos en una “clase de marginados” que se deben rebelar contra la “sociedad”. Pero la juventud no es una clase, ni su problema principal es la marginación (aunque puedan ser preocupantes algunas tendencias a la marginalidad), ni sus enemigos son las otras generaciones o la “sociedad” en general. La juventud es un sector particular insertado en un sistema dividido en clases sociales, unas trabajadoras y otras explotadoras y sus problemas surgen en función del papel que se tenga reservado en el fututo como miembro de tal o cual clase. Es precisamente contra las jóvenes trabajadores o de las clases populares contra los que van dirigidos las campañas de intoxicación ideológica de la reacción. El imperialismo y sus instrumentos de dominación conocen bien la realidad de la juventud obrera y la trabajan intensamente, con el objetivo de dormir las inquietudes de los jóvenes y asimilarlos al sistema, o bien se utiliza la represión cuando no se consigue domesticarlos, (como lo acabamos de ver en la represión de los estudiantes anti-Bolonia en Barcelona y otras ciudades europeas, o con la campaña y persecución anticomunista en el este de Europa, especialmente contra la KSM de la Rep. Checa).

No podemos cerrar los ojos a la nefasta y por desgracia masiva influencia de la cultura basura, superficial y alienante entre los jóvenes, que incluye un elevado grado de drogodependencias, de hedonismo extremo y de desculturización, de exaltación de la competitividad mediante los deportes de elite convertidos en mercancías, de consumismo enfermizo, todo ello fenómenos que conducen al lumpen, a la prostitución y a otros comportamientos que los anulan como luchadores en potencia.

Considerando que los jóvenes comprenden la franja de edad entre 16 y los 30 años, en España son algo más de 8 millones de personas, el 22% de la población total[1]. La inmensa mayoría de ellos son o serán trabajadores o bien jóvenes desempleados. Hoy los que forman el contingente de jóvenes trabajadores asalariados, son algo más de 3 millones de personas, alrededor del 25% de la clase obrera. Hay que considerar además que en España no se puede hablar de una única juventud obrera, puesto que existe una realidad plurinacional y regional que fragmenta a la juventud (en cuanto a posibilidades laborales, culturales, de identidad, etc.), incluyendo también a una compleja juventud inmigrante (por origen, por religión, etc.) que normalmente coexiste separada de la juventud autóctona y que suele tener dinámicas de vida muy particulares.

Los jóvenes son uno de los colectivos sociales que más sufren estas desigualdades, peores condiciones de vida y de trabajo. Se está dando un proceso de descomposición social con propensión a ir creciendo, proceso que padece sobre todo la juventud. La tasa de desempleo juvenil es del 22,2% (en algunas zonas de España como en Andalucía llega al 30,8 de la población). Según el informe FOESSA (2005), hay un “aumento acelerado del número de jóvenes que viven en la pobreza. El 44.1 % del total de los pobres en España tiene menos de 25 años… En la pobreza extrema,…, más del 65 % del colectivo tienen menos de 25 años. En el conjunto de los pobres severos el 53.2 % son jóvenes o niños”. La inestabilidad y precariedad laboral es especialmente preocupante en la juventud (según el sindicato CC.OO., el año 2007 el 68 %, de los jóvenes trabajadores tenía un contrato temporal) lo que imposibilita que puedan dar salida a sus expectativas vitales. Además de una mayor temporalidad los jóvenes se ven afectados por “… un mayor índice de siniestralidad y una menor ganancia salarial” y “el 37 % de los accidentes totales” laborales y diferencias salariales que pueden llegar a los 9.000 euros anuales de media (CC.OO., agosto 2005). Todos estos datos se ven ampliamente desfasados por los efectos devastadores de la crisis económica.

Hay que tener presente que en los últimos años se ha producido un cambio generacional en la clase obrera con la incorporación masiva de jóvenes al mundo del trabajo, y al mismo tiempo, la jubilación de la mayoría de la clase obrera que luchó contra la dictadura franquista. Además, los jóvenes han empezado a trabajar en condiciones mucho peores que sus padres y están soportando un mayor grado de explotación y maltrato por parte de la patronal, sin que prácticamente se haya trasladado la experiencia de lucha entre generaciones, lo que dificulta enormemente la organización sindical y política de los jóvenes obreros.

Por otro lado, uno de los grandes problemas de la juventud es el del acceso a una vivienda digna. Ésta se muestra inaccesible ya no sólo por su encarecimiento (entre 1987 y 2004, el coste medio ha crecido 3.5 veces más que los salarios) sino además por lo que apuntábamos arriba: la inestabilidad y precariedad laboral y los ínfimos salarios de nuestra juventud trabajadora. Y los que consiguen una, tienen, por esas razones, que estar encadenados casi de por vida a los bancos. La vivienda se ha convertido en el eje de fabulosas ganancias para las oligarquías de la construcción y las finanzas (un 86 % del endeudamiento familiar, que supone más del 76 % del PIB, corresponde a los préstamos para la compra de vivienda) teniendo como base la especulación. Los distintos gobiernos monárquicos la han facilitado o fomentado, encontrándose atados a la misma desde el momento en que una de las patas de su política económica es el sector de la construcción. No es de extrañar, pues, que la edad media de emancipación sea superior a los 29 años.

La enseñanza pública se privatiza y se reducen sus recursos. Con la LOGSE, ley que reformó el conjunto de la enseñanza básica, se abrió la puerta a la degradación acelerada de la misma, en detrimento de la enseñanza privada. Respecto a la enseñanza universitaria, los dictados de la UE pretenden su desmantelamiento paulatino, y su sustitución, por un modelo de enseñanza elitista, clasista y reaccionaria, que dificulta cada vez más el acceso de los sectores juveniles populares a una enseñanza digna. El Plan Bolonia, es la concreción actual de ese modelo neoliberal de enseñanza para toda la UE. Se basa en la privatización, el funcionamiento antidemocrático de los centros, en la mercantilización de la enseñanza, abriendo la puerta de la universidad a los capitalistas para obtener plusvalía directa (centros privados y concertados) e indirecta: no se basa en la formación integral de la persona sino en criterios de rentabilidad económica actual y futura, donde el alumno no es nada más que una potencial mano de obra a explotar, es decir, fuerza de trabajo para un determinado modo de producción. En este modelo, los jóvenes de la clases populares, entre otras cosas, serán marginados de una educación superior, segregados, por un criterio estrictamente económico. Cientos de jóvenes trabajadores becarios lo hacen por salarios ínfimos, y docenas de jóvenes investigadores tienen que salir del país porque no tienen futuro.

La necesidad de la juventud comunista


Como hemos visto, la situación de los jóvenes en España por una parte es similar en lo económico, lo cultural, las mentalidades y los valores, a la dinámica de los jóvenes de otros países imperialistas, y por otra parte, está íntimamente ligada al régimen político imperante y su historia reciente.

La mayor parte de los jóvenes vive las odiosas consecuencias del capitalismo, en los barrios obreros, en las fábricas, en las estructuras elitistas y competitivas de la enseñanza. Ese potencial es el que hay que organizar, para nutrir a la causa del socialismo de futuro cuadros y dirigentes, antes de que sean sumidos en la resignación y la impotencia, de que sean integrados en las miles de redes invisibles del capitalismo.

Frente a ello, los jóvenes más combativos se organizan en los frentes de masas sobre la base de sus reivindicaciones, a veces de forma todavía poco consciente o espontánea. Las movilizaciones de los estudiantes por la universidad pública, antifascistas, antiimperialistas y en contra de la crisis son ejemplos clarificadores. Estos movimientos juveniles de carácter reivindicativo, desempeñan su importante función de cara a organizar a los jóvenes en general.

El problema de la mayoría de los frentes y organizaciones de masas, es que no pueden superar los estrechos límites de sus reivindicaciones inmediatas, además de que al existir varias organizaciones, se crea una tremenda dispersión y mucha confusión. Es necesario impulsar las luchas, los movimientos y las organizaciones juveniles para contribuir a darles un carácter popular, amplio y unitario, contra todas las tendencias automarginales o entreguistas. Es necesario para combatir la tendencia a la dispersión y desorganización, dar la batalla ideológica y política, entre los destacamentos más avanzados de la juventud. Además, a la precaria situación socio-económica de la juventud obrera, hay que añadir la extrema debilidad del movimiento comunista y de una izquierda caracterizada mayoritariamente por el reformismo, la dispersión y división, así como su institucionalización en las estructuras de la monarquía.

La ofensiva neoliberal y la fascistización de un imperialismo en crisis y decadencia, ha producido división y enfrentamientos, y ha comportado la debilidad política de las organizaciones, que no han podido continuar la lucha y mantener viva la memoria revolucionaria y combativa de los pueblos de España, y ha dejado a una parte importante de la juventud desarmada ante las fuerzas reaccionarias, fascistas, socialdemócratas, revisionistas, trotskistas, anarquistas… Éstas han aprovechado el desconocimiento de la historia de lucha por la Republica y contra el fascismo, así como la trascendencia histórica de la Gran Revolución de Octubre, sus logros y sus conquistas para la humanidad, para revisar la historia con todo tipo de leyendas anticomunistas.

Los golpes que hemos recibido tanto a nivel nacional como internacional son en parte el resultado de una batalla y enfrentamiento abierto con el enemigo de clase durante una guerra sostenida de desgaste, y en parte el resultado de la degeneración ideológica, la traición interna y la conciliación con ideologías burguesas en el seno de los partidos. Por ello es importante combatir resueltamente toda manifestación de revisionismo y oportunismo, y nuestros principales esfuerzos deben ir dirigidos a educar en las ideas del marxismo-leninismo, de la revolución, de la dictadura del proletariado (concepto que necesita ser explicado no de forma simplista y superficial, sino de forma suficientemente pedagógica por ser uno de los caballos de batalla de la ideología anticomunista) y, sobre todo, del internacionalismo proletario a los jóvenes, que implica una adhesión de hecho, y no formal, hacia los pueblos oprimidos por el imperialismo. Y no olvidamos, como nos enseña Lenin, Stalin y demás dirigentes comunistas, que el internacionalismo es también un concepto concreto, militante entre los partidos y organizaciones marxista-leninistas, sin distinción entre grandes y pequeños, jóvenes y veteranos, fuertes y aún débiles.

La necesidad de la lucha ideológica se acentúa en la situación que actualmente vivimos, teniendo en cuenta que nos encontramos en el siglo XXI y por lo tanto, las tácticas y la manera de intervenir políticamente no pueden ser exactamente las mismas que las del siglo XX: hay que tener en cuenta la inexperiencia de la juventud en la lucha, el individualismo y la alienación extrema, que ha marcado a gran parte de la juventud en el espíritu pequeño-burgués, lo que dificulta su organización. Estas condiciones son el caldo de cultivo para despolitizar a amplios sectores juveniles, y así imponer valores basados en la excitación de odios nacionales, la xenofobia, el racismo y el oscurantismo religioso, el fascismo… y también el radicalismo fácil, el nihilismo y el anarquismo. Por todo ello, para intervenir políticamente entre la juventud hay que erradicar toda manifestación de sectarismo y establecer espacios de unidad entre los jóvenes comunistas y entre éstos y el resto de la juventud progresista para avanzar en una política unitaria y democrática por la superación del capitalismo.

La problemática y dinámica específica de los jóvenes hace que sea más difícil para el partido organizarlos directamente. Es necesaria una organización flexible y activa, para poder formarse, con la ayuda del partido en la ideología, la política y la organización marxista-leninista, en el internacionalismo proletario, en la teoría y en la práctica, individual y colectiva, en la discusión y en la disciplina, y así prepararlos para ser futuros militantes del partido: se trata de que nuestra organización de jóvenes comunistas sea una escuela de comunistas. Para el PCE (m-l) el trabajo entre los jóvenes se organiza casi en exclusiva a través de nuestra organización juvenil, la JCE (m-l). Nuestro partido entiende que es de vital importancia organizar a los jóvenes y los comunistas tienen la tarea imprescindible de romper la dispersión y debilidad del movimiento juvenil que existe actualmente en España. Los comunistas tenemos la teoría, la experiencia histórica y la organización para llevar el debate ideológico y político en el seno de la juventud.

Los comunistas debemos ser los más firmes defensores de los derechos de la juventud obrera y popular. La lucha por sus derechos es una formidable escuela para los jóvenes que no tienen formación política y que sólo la adquieren al comprender en su lucha, con quien se tienen que ir enfrentando para conseguir sus derechos. El trabajo entre los jóvenes es importante porque es donde las organizaciones comunistas juveniles pueden adoptar un carácter de masas y aparecer ante los jóvenes como un instrumento útil para su movimiento, como una organización que les ayuda, que les da perspectivas, que trabaja con ellos. Se trata además de hacer frente de forma concreta a los planes de la burguesía de descargar su crisis sobre los trabajadores y el pueblo, y de esta forma preparar a los jóvenes para las batallas políticas que se van a desarrollar. De esta forma también se trata de ligar las cuestiones políticas a las concretas, de no separarlas como dos mundos aparte, de que en la lucha por los problemas concretos impulsemos la lucha de clases. Incorporar a los jóvenes a la lucha política es fundamental, porque es la única forma de ir a la raíz de los problemas que atraviesa y además porque la juventud tiene deberes inexcusables con nuestro pueblo en su lucha por la libertad.

La política de los comunistas entre la juventud


Es importante ir desarrollando constantemente y en todos los sitios, la verdadera unidad combativa de la juventud. Sabemos que nada de lo que planteamos puede llevarse a cabo si la juventud no se une y lucha, junto con el resto de la clase obrera. Los caminos de la unidad pasan porque las masas juveniles se vayan dotando, aunque sea parcialmente y gradualmente, de objetivos claros, de posiciones claras de lucha, de conciencia revolucionaria. También pasan porque los jóvenes vayan aplicando esa unidad por abajo, en cada movimiento o asociación juvenil de forma concreta, con la participación directa de jóvenes, en su mayoría sin organizar. Aquí es donde se abre el camino de la unidad y aquí es donde los jóvenes comunistas deben impulsarla. Los comunistas debemos trabajar en los movimientos unitarios, no podemos quedarnos al margen de ninguno de ellos ni tampoco diluirnos en ellos. Debemos intervenir para impulsar acciones de lucha, para divulgar nuestros objetivos, para llevar también allí la política unitaria, la unidad de la juventud. Los comunistas somos los primeros que debemos dar ejemplo respetando los compromisos unitarios, pero eso no significa que debamos disolver nuestra organización en el seno de los movimientos juveniles. Por otra parte, tampoco podemos presentarnos en las organizaciones sociales juveniles de forma estridente y llamativa, o como grupos cerrados y separados, donde podamos dar una impresión de espíritu sectario o de querer acaparar el movimiento. Debemos trabajar de forma unitaria para evitar crear divisiones en el seno de los movimientos juveniles, respetando su autonomía y no tratando de dirigirlos de forma forzada. Los comunistas nos ganamos nuestro puesto en cualquier movimiento mediante nuestra lucha, mediante nuestro trabajo regular y paciente. Nuestro objetivo es tratar de impulsar las luchas dándoles un contenido político general, y para ello debemos educar a los jóvenes en el espíritu de camaradería en una organización ligada a la lucha. Asimismo, hay que educar a los jóvenes en el espíritu de solidaridad activa y de consagración hacia la juventud trabajadora y hacia los pueblos oprimidos por el imperialismo, desterrando el individualismo y los prejuicios raciales que el imperialismo inculca a la población.

Un ejemplo de vital importancia es el Movimiento Estudiantil. En la actualidad el Movimiento Estudiantil se caracteriza a nivel organizativo por la dispersión de las luchas, al no existir unos cauces organizativos sólidos que transmitan la experiencia, así que éstos se crean y se destruyen con el paso de generaciones de estudiantes diferentes. Por eso es necesaria una coordinación estatal efectiva como paso previo a un único referente estatal para los estudiantes, luchando contra el chovinismo burgués de algunas organizaciones independentistas en las nacionalidades del Estado, con fuerte influencia en el movimiento estudiantil, que se oponen frontalmente a cualquier tipo de coordinación estatal. De lo que se trata es de trabajar por un movimiento no excluyente para ninguno de los sentimientos nacionales, sino amplio y unitario. Asimismo hay que luchar contra las organizaciones trotskistas y anarquizantes que intentan instrumentalizar el movimiento estudiantil para supeditarlo directamente a sus intereses como organización.

Debemos hacer que los movimientos tengan un carácter popular, combatiendo el marginalismo, tanto a nivel ideológico como práctico, proponiendo nuestros planteamientos y una manera de trabajar diferentes. Debemos politizar el movimiento dándole un contenido ideológico sólido, reivindicativo y de carácter popular, relacionando los problemas concretos con el marco general, llevando a cabo el análisis político en aquellos frentes donde luchemos y ser capaces de hacer que los estudiantes entiendan las causas políticas y económicas que provocan la situación de la enseñanza pública, pues no haremos que ningún movimiento estudiantil avance si este no parte de un análisis previo y correcto de la educación. Haciendo este análisis exponemos implícitamente que la raíz del problema se encuentra en el marco político actual, y por tanto la solución implicará un cambio político. También por eso es necesario globalizar las luchas y unir las reivindicaciones. Debemos dotar a la lucha estudiantil de una perspectiva más general, abarcando el resto de problemas que se dan en la sociedad evitando que los frentes estudiantiles se aíslen del resto de reivindicaciones de las clases populares, actuando de manera conjunta con el resto de la clase obrera, haciendo ver a los estudiantes que todos pertenecemos a una misma clase y por tanto nuestros intereses están relacionados al igual que lo están nuestras luchas. En nuestro país las reivindicaciones pasan por la defensa de la enseñanza pública y la lucha contra la enseñanza privada burguesa, por la derogación de la LOGSE y el rechazo al Plan Bolonia, aspirando a conquistar una única enseñanza pública, universal, gratuita, científica, democrática y popular.

Otro ejemplo de lucha juvenil es el movimiento Antifascista. Unas de las consecuencias inmediatas e inevitables de la crisis capitalista, es la fascistización del Estado y el aumento de la represión contra las masas populares por un lado, y por el otro, el surgimiento, reforzamiento e implantación de bandas nazifascistas que ya actúan con bastante impunidad, a lo largo y ancho del estado Español amparados o con la cobertura, en general, directa o indirecta, de medios de “comunicación” e instituciones. Constantemente se repiten las amenazas, las palizas, los atentados terroristas contra locales, y por desgracia, también los viles asesinatos impunes. La ausencia de una referencia de izquierdas que canalice sus ansias de rebelión hacia la ruptura con el capitalismo, empuja a algunos sectores obreros hacia el fascismo y explica, al menos en parte, el auge de las bandas fascistas en algunos barrios obreros. Tenemos que dar al antifascismo un carácter político, amplio de masas, popular con el que se identifique no sólo el joven sino también el ciudadano de a pie, el anciano, el padre y la madre de familia. Debemos huir del “antifascismo” de pandilla y sectario, y criticarlo políticamente, ya que lo único que hace es echar piedras contra nuestro propio tejado. En muchos jóvenes se observa esta tendencia, sin contenido político, basada en agresión por la agresión, que lleva en su seno el aislamiento y la incomprensión de las masas, tendencia que se niega a ver que el fascismo es la expresión terrorista de la dictadura de la burguesía, arraigada en el Estado Español por cuarenta años de régimen fascista. Nuestro deber es promocionar el antifascismo de masas, incorporando a la lucha contra las agresiones a las asociaciones de vecinos, sindicatos, etc., estableciendo plataformas unitarias que politicen a las masas y les muestren la vinculación entre el fascismo y crisis del capitalismo.

Unidad de la juventud progresista y de los jóvenes comunistas


Para superar la actual situación de dispersión, nosotros proponemos la unidad de la izquierda y de los jóvenes comunistas que hoy están en diferentes organizaciones. Nuestro deber es buscar siempre la unidad de las fuerzas, y sabemos que el peor favor que le podemos hacer a la clase obrera es seguir prolongando la fragmentación que hay actualmente en la izquierda, que disgrega nuestra fuerza como proletariado y además desanima a éste. Sabemos también que este no es nuestro caso, y que la unidad de la izquierda es una tarea muy difícil que no siempre podemos conseguir. La unidad de la izquierda es prioritaria para nosotros, pues una izquierda fragmentada nunca podrá conseguir un proletariado unido, y si no estamos unidos, tampoco podremos llevar a cabo nuestros objetivos. Es posible y necesario que entre las organizaciones juveniles comunistas se establezcan actividades conjuntas y debates políticos que permitan crear espacios unitarios. Las experiencias positivas de trabajo en común en el movimiento estudiantil, republicano, antifascista y otros, deben servir para levar el grado de unidad de diferentes organizaciones juveniles, sin sectarismos, con el fin llegar a ser un instrumento político de la juventud trabajadora.

La JCE (m-l) ya tiene experiencias unitarias muy interesantes con otras organizaciones juveniles comunistas del Estado español, y va a proseguir en su trabajo unitario poniendo todos sus esfuerzos para contribuir a la unidad de los jóvenes comunistas, ya que esa es una prioridad de nuestra organización. Las experiencias más importantes son:

* Las plataformas antifascistas, donde en algunos lugares se ha conseguido unir a diferentes organizaciones políticas juveniles, sindicatos, asociaciones de vecinos, etc., dando una respuesta de masas a las agresiones fascistas.
* El trabajo internacionalista y la solidaridad hacia los países que luchan contra el imperialismo (Cuba, Venezuela, etc.), participando en brigadas juveniles unitarias de solidaridad, en diferentes eventos juveniles internacionales (CIIJA, FMJD), en organizaciones antiimperialistas locales, etc.
* Campamentos juveniles. Una experiencia importante que creemos que puede ayudar a la unidad y la organización de los jóvenes progresistas es el Campamento Estatal de la Juventud Antiimperialista, Antifascista y Republicana (CEJAAR), que cada año se celebra en una localidad diferente de España. Esta actividad no es propia de la JCE (m-l), pero sus militantes participan activamente en la misma con mucha ilusión. Se realiza este año por octava vez consecutiva, y podría convertirse en un punto interesante de unidad ya que permite reunir durante varios días a decenas de jóvenes de e actividades políticas, culturales y deportivas, creando un gran ambiente de camaradería.
* Espacios concretos de unidad juvenil comunista en España, que han posibilitado establecer relaciones fraternales con camaradas de diversas organizaciones juveniles, preparar debates políticos unitarios, y realizar actos políticos unitarios entre las masas.

Los comunistas debemos dar la batalla entre las masas y también dentro de nuestra organización. Es fácil que ciertas posturas elitistas, individualistas, hiperdemocráticas y oportunistas sean mantenidas por elementos avanzados de la juventud que ingresen en nuestra organización; para desterrar estas actitudes pequeñoburguesas es necesario una labor paciente de explicación y convencimiento, además de ejercer la vigilancia revolucionaria sobre la base de la crítica y la autocrítica, y esto es imposible sin una formación adecuada. Para ello, como correctamente apunta nuestro camarada Raúl Marco: “los comunistas tenemos como base las ideas teorizadas y desarrolladas por Marx, Engels, Lenin y Stalin, por citar a los cuatro principales, pero son muchos más los teóricos comunistas que nos permiten orientarnos. Y una de las enseñanzas leninistas, es la de que sin teoría revolucionaria, no hay movimiento revolucionario. De ahí la necesidad de que no abandonemos el estudio en ningún momento, tarea que incumbe a los cuadros y dirigentes, pero también a toda la militancia, sea veterana o joven.”

Es necesaria una amplitud de miras que no ponga barreras a la incorporación de jóvenes y es necesario combatir el liberalismo que consiste en no exigirles nada, explicando la necesidad de la organización, orientándolos a actuar. A partir del momento en que un joven decide organizarse hay toda una labor por delante para hacer de ellos militantes comunistas, y a veces se tiene miedo de hacer comprender la necesidad de la disciplina a estos jóvenes, aunque tampoco se trata de confundir disciplina con autoritarismo vulgar y mecánico, si no de dar la explicación y formación necesarias para que la disciplina sea consciente y libremente asumida. Organizar jóvenes no consiste sólo en darles tareas, sino incorporarles a las decisiones que se debe tomar en cada centro en donde actuemos, incorporarlos a la responsabilidad colectiva, a la actuación práctica colectiva. Marx señalaba que no es la conciencia la que determina la vida, sino que es ésta la que determina la conciencia. Por eso debemos crear un espacio en el que el joven desarrolle su conciencia revolucionaria y este espacio no es otro que el trabajo organizado y colectivo, el acercamiento a la teoría y la vinculación con las masas.

Unir a la juventud por la republica y el socialismo

La situación de la clase obrera en España, las condiciones de vida y de trabajo en nuestro país ponen en evidencia la imposibilidad de avanzar en el marco actual, y la juventud de hoy sufre los problemas generados por esta transición inexistente. Para la oligarquía en España, el régimen monárquico es la forma concreta de defender sus intereses de clase, para perpetuar la dominación del imperialismo contra los pueblos de España y asegurarse la explotación de la clase obrera. El PCE (m-l) y la JCE (m-l) defendemos la lucha por la República, de carácter laico, democrático, popular y federal, como único marco posible para la defensa de los intereses de las clases populares frente al imperialismo, la oligarquía y el fascismo, como paso indisoluble a la lucha por el socialismo y el comunismo.

A día de hoy, la situación viene marcada por la profundización de la crisis capitalista y sus efectos. La salida de la burguesía a la crisis es el empeoramiento de las condiciones de vida de la clase trabajadora y la juventud, a través de despidos, ERE’s (suspensión temporal de empleo), aumento de la jornada laboral, disminución de salario y mercantilización de los servicios públicos. Y no debemos descartar que la oligarquía recurra al fascismo, peligro que sólo se podrá enfrentar si la izquierda demuestra capacidad de tejer alianzas e implica a las masas en la lucha política antioligárquica y republicana, en la perspectiva de superación del capitalismo.

No podemos finalizar sin recordar nuestra historia. En 1936, cuando el pueblo español necesitó defender la República que democráticamente había conquistado, miles de jóvenes orientados y organizados por las Juventudes Socialistas Unificadas (producto de la unidad de los jóvenes socialistas y comunistas), estuvieron en primera fila defendiendo a la Republica del pueblo. También recordamos que en 1920, a la luz de la revolución de Octubre y para combatir las posiciones oportunistas de los dirigentes socialdemócratas, cuando la clase obrera necesitó un Partido revolucionario, los jóvenes socialistas fueron los primeros en dar el paso fundando el PCE. Y recordamos, sobre todo, la lucha antifranquista, a la que se incorporaron miles de jóvenes de forma decisiva, llegando a dar su vida en esta lucha.

Los jóvenes a lo largo de la historia, han estado siempre en las primeras filas de las luchas de los trabajadores y el pueblo, y en la defensa de sus intereses. Los jóvenes representan para el pueblo el futuro, la decisión de cambiar y rechazar el conservadurismo y las injusticias. Por eso desde el PCE (m-l) y la JCE (m-l) nos esforzamos en educar a nuevas generaciones de jóvenes en los valores de la revolución, del internacionalismo y del socialismo, tratando de orientar a nuestros jóvenes en la lucha por un mundo mejor.

2009

Ponencia presentada por la delegada del PCE (m-l),

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