Conferencia mundial de los pueblos sobre el cambio climático y los derechos de la madre tierra
François Houtart Nouveaux Cahiers du Socialisme
Traducido por S. Seguí
Convocada por Evo Morales, tras el fracaso de la Conferencia sobre el Cambio Climático de Copenhague, convocada por las Naciones Unidas, y anterior a la de Cancún (México), que se celebrará en diciembre de 2010, tuvo lugar en Cochabamba, ciudad famosa por su lucha contra la privatización del agua en 1990, esta Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra. En Copenhague se alcanzó un raquítico acuerdo, que algunos grandes países impusieron a la mayoría, y que, entre otros, Bolivia y Ecuador se negaron a firmar.
La originalidad del planteamiento de Cochabamba consistió en convocar conjuntamente a los movimientos sociales y los gobiernos. De hecho, sólo dos jefes de Estado estuvieron presentes: Evo Morales y Hugo Chávez, y dos vicepresidentes, los de Cuba y Burundi. Las delegaciones oficiales ascendieron a 47, además de algunas organizaciones internacionales, como la Secretaría de las Naciones Unidas. Estuvieron presentes 147 nacionalidades y hubo cerca de 35.500 personas inscritas, que superaron con creces las 15.000 que se esperaban. Más de 800 europeos y un número de africanos y asiáticos se vieron impedidos de tomar parte en el evento debido a la interrupción del tráfico aéreo por la actividad volcánica.
La Conferencia se celebró en la Univalle, una universidad privada situada en un suburbio de Cochabamba, que puso su campus y algunos cientos de estudiantes al servicio de esta actividad. Diecisiete grupos de trabajo –mesas– dedicados al tema central prepararon la declaración final y elaboraron informes sobre temas como los datos científicos, las causas estructurales del cambio climático, las migraciones y la deuda climática, los derechos de la Madre Tierra, un referéndum sobre el clima mundial, la creación de un tribunal internacional de crímenes contra la naturaleza, etc.
Un decimoctavo grupo de trabajo, éste no oficial, se reunió fuera del campus, en un restaurante, y trató de un asunto no incluido en la conferencia: la contradicción entre la protección de la naturaleza (la Pachamama) y las políticas extractivas (petróleo, gas y minería) de los países progresistas de América Latina. Los grupos ambientalistas e indígenas hicieron críticas muy duras, a la vez que, en general, reconocían los méritos de las políticas sociales de estos países.
También hubo cientos de talleres autogestionados, organizados por los movimientos sociales y las ONG, que se ocuparon de cuestiones diversas, tales como el papel de los bancos internacionales (Banco Mundial, BID, etc.), la cultura y el cambio climático, los glaciares, el agua, los efectos sobre la salud, los pueblos indígenas, además de muchos casos prácticos, como el Yasuní, en Ecuador (región de gran diversidad habitada por pueblos indígenas que alberga una enorme reserva de petróleo que el gobierno está dispuesto a no explotar, a condición de que la comunidad internacional le proporcione la mitad de los beneficios que la explotación pudiera aportar al país) o las operaciones mineras en Canadá, EE.UU., Australia y América Latina. La Asamblea de Movimientos Sociales también abordó varios aspectos de estos asuntos, y fue Vía Campesina quien tuvo el papel central, con su presidente indonesio, y el MST (Movimiento de Campesinos Sin Tierra) de Brasil.
El último día, una reunión conjunta entre los representantes de países y organizaciones internacionales y los movimientos y organizaciones no gubernamentales (sociedad civil) permitió la presentación de los resúmenes de varios grupos, que fueron comentados por los representantes de los diferentes gobiernos. En esta ocasión el ministro de Relaciones Exteriores de Ecuador, Ricardo Platino, informó de que su país y Bolivia habían sufrido una reducción de 2,5 millones y tres millones de dólares, respectivamente, de los fondos de cooperación de Estados Unidos por no haber firmado el Documento de Copenhague. El ministro aprovechó la oportunidad para anunciar que Ecuador estaba dispuesto a otorgar a EE.UU. la suma de 2,5 millones dólares si este país ratificaba el Protocolo de Kioto.
En su discurso inaugural, Evo Morales, dio el tono de la Conferencia. Es el modo de desarrollo, dominado por los principios del capitalismo, lo que está en juego, porque es destructivo para la Madre Tierra y las comunidades humanas. Hugo Chávez afirmó, en la conclusión, que sólo el socialismo podría aportar una respuesta completa. Evo Morales proporcionó ejemplos simbólicos de las insólitas consecuencias de un modelo productivista, a la vez que se preguntaba por qué los europeos se volvían calvos, mientras que los indígenas de América Latina mantenían su cabellera, atribuyendo, de manera muy inoportuna, los cambios en la orientación sexual de los hombres a las hormonas femeninas presentes en la dieta de los pollos producidos industrialmente. La prensa boliviana particularmente hostil al régimen del presidente Morales, se apropió inmediatamente de este maná mediático para sus titulares. La prensa internacional no iba a ser menos, y, desde el New York Times a El País, expresaron una vez más a qué nivel se sitúan los medios de comunicación social cuando se trata de denigrar un proyecto que cuestiona el sistema dominante.
En la ceremonia inaugural, la representante del Secretario General de las Naciones Unidas pronunció un discurso muy comprometido. A pesar de eso, fue abucheada por gran parte de la asamblea, no por el contenido de su discurso sino porque representaba una institución que había perdido su prestigio y credibilidad como resultado de la Conferencia de Copenhague.
La declaración final
La declaración final incluye, después de dejar constancia de una serie de hechos, un conjunto de principios y propuestas concretas. En primer lugar, propone reconocer la Madre Tierra como fuente de vida y afirmar el principio de la armonía y el equilibrio entre todos y con todo. Sobre esta base, el sistema capitalista debe ser cuestionado por cuanto ha sembrado la muerte y la depredación, contrariando así la armonía con la naturaleza y entrando en contradicción con el respeto de la vida. En efecto, este sistema ha impuesto una lógica de la competitividad, el progreso y el crecimiento ilimitado en una búsqueda sin fin de lucro que separa al hombre de la naturaleza, establece un sistema de dominación sobre ésta y convierte todo en mercancía. En su lugar, es preciso crear un nuevo sistema, basado en los principios de la complementariedad, la solidaridad y la equidad, del bienestar colectivo y de la satisfacción de las necesidades de todos, en armonía con la Madre Tierra, que reconozca al ser humano por lo que es y no por lo que tiene. En efecto, sólo puede haber equilibrio con la naturaleza si hay equidad entre los seres humanos.
En términos prácticos, se decidió transmitir una serie de propuestas a la Conferencia de las Naciones Unidas de Cancún: la ratificación por todos los países industrializados del Protocolo de Kyoto; la reducción del 50% de las emisiones de CO2 para 2050, tomando como base los valores de 1990; la limitación a un grado centígrado de aumento, en lugar de dos, la temperatura global, a diferencia de lo previsto en Copenhague; una carta de derechos de los migrantes climáticos; y el fomento de la educación en asuntos ambientales y climáticos. También se propondrá a Cancún un conjunto de medidas concretas, tales como el desarrollo de una Declaración Universal del Bien Común de la Madre Tierra y la Humanidad, de la que se elaboró un proyecto, presentado por el padre Miguel D'Escoto, ex presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas, como base para la reforma de la ONU; un referéndum mundial sobre el respeto y el derecho de la naturaleza, cuyas preguntas fueron redactadas por el grupo de trabajo formado a este efecto; y, por último, el establecimiento de un Tribunal Internacional de Justicia Climática y Ambiental.
Cuestiones pendientes
Aunque la Cumbre de Cochabamba ha permitido plantear preguntas fundamentales y promover el pensamiento y las propuestas políticas, siguen pendientes, como en cualquier proceso en curso, una serie de cuestiones que deben resolverse en el futuro. Conviene mencionar dos, una de orden teórico y otra, práctico. Las reflexiones que siguen a continuación podrían servir como hipótesis de trabajo.
En el plano teórico, es la concepción de las relaciones entre la Humanidad y la Naturaleza lo que está en juego, y por tanto también el vocabulario utilizado. Sin duda no es el término Madre Tierra lo que ha planteado un problema; de hecho, ya había sido aprobado por unanimidad por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2009, cuando el 22 de abril, fecha elegida también para la clausura de la Cumbre de Cochabamba, fue declarado Día de la Madre Tierra. Sin embargo, algunas voces pidieron, durante la Conferencia, una extensión del concepto. Es sobre todo, el texto de la introducción del documento de la Conferencia y algunos discursos, los que de forma muy explícita, iban más allá de lo metafórico, hasta asignar a la Madre Tierra las características de una persona viva, capaz de escuchar, responder, de ser amada, y, por esta misma razón, ser sujeto de derecho. La declaración final –el Acuerdo de los Pueblos–llama a la revalorización de la sabiduría y los conocimientos ancestrales de los pueblos indígenas, y a reconocer la Madre Tierra como un ser viviente con quien tenemos una relación indivisible, interdependiente, complementaria y espiritual. La declaración habla, entre otras cosas, del derecho de la Madre Tierra a la vida y la existencia, a ser respetada, a poder continuar sus ciclos y procesos vitales libre de alteraciones humanas, y a mantener su identidad e integridad con sus seres diferenciados e interactivos.
Es obvio que no se trata de cuestionar la necesaria armonía entre la Naturaleza y la Humanidad o la necesidad de regeneración del planeta, ni de aprobar el concepto capitalista de explotación destructiva de la naturaleza, de acuerdo con un desarrollo entendido como un crecimiento material ilimitado. No se trata tampoco de la necesidad de revisar una filosofía de esta relación que hace caso omiso de las otras especies vivientes y de la capacidad de reproducción del equilibrio de la naturaleza. No podemos aceptar tampoco el desprecio y la marginación de culturas pueden aportar a la humanidad de hoy una crítica salvífica, tanto de las relaciones de explotación que vehicula la lógica del capitalismo como del modelo de individualismo extremo del modelo de consumo, y de otros comportamientos que caracterizan a éste. No obstante, hay que reconocer que hay culturas diferentes. Querer expresar el cambio necesario sólo en términos de un pensamiento simbólico que tiende a identificar el símbolo con la realidad significa darse de bruces con una cultura caracterizada por el pensamiento analítico que sitúa la causalidad de los fenómenos en su ámbito específico, ya sea físico o social.
Las dos culturas existen en la actualidad. La primera con una riqueza de expresión que recuerda el poder del símbolo y la realidad de lo ideal, especialmente útil en el ámbito de la relación con la naturaleza, cuyos parámetros son perfectamente traducibles a conocimientos, actitudes y políticas, pero cuya visión del mundo es difícilmente asimilable por una cultura urbana e industrial en cualquier lugar del mundo. La segunda, que sin duda ha reducido la cultura a una racionalidad instrumental o una mera superestructura (la guinda del pastel, que diría Maurice Godelier), fortaleciendo así la lógica del capitalismo y contribuyendo a su reproducción, pero que ha permitido también el desarrollo de importantes conocimientos, útiles para resolver problemas prácticos y políticos. Al reaccionar ante las contradicciones del capitalismo, que lleva a la humanidad y la naturaleza al desastre, probablemente sería prudente permitir la expresión de diversas culturas, y aplicar el principio de la multiculturalidad en todas sus dimensiones.
Es sólo el comienzo de una reflexión, sin pretender imponer un marco de pensamiento sobre este tema, sino sólo abrir el debate y llegar a soluciones que permitan una lucha común en la diversidad y el respeto mutuo, lo que es particularmente importante en el aspecto jurídico. ¿Cómo definir el significado de los derechos de la Madre Tierra y hablar de un Tribunal Internacional de Justicia Climática y Ambiental? Obviamente, los conceptos jurídicos pueden evolucionar y el respeto de un equilibrio natural es esencial. Además, es preciso saber si se utiliza una metáfora para expresar una realidad concreta o si se crean nuevos conceptos para definir la armonía necesaria. Todo ello tiene consecuencias sobre la forma de formular el Derecho, precisar las responsabilidades y aplicar las sanciones.
La segunda cuestión es la planteada por el grupo número dieciocho, es decir, la contradicción entre las políticas extractivas y la defensa de la naturaleza política. Es evidente que la actividad minera implica un cierto grado de destrucción de la naturaleza, y que la producción y el uso de los recursos naturales producen daños ambientales. Por otra parte, no se puede pedir a Venezuela que detenga la explotación de su petróleo mañana mismo, o que Bolivia deje de producir gas o que Ecuador cierre sus minas de inmediato. Los ingresos de estas actividades forman la base de nuevas políticas, en particular en los planos social y cultural.
Una solución podría consistir en utilizar operativamente el concepto de transición y definirlo en términos políticos, tomando cuatro pautas básicas. En primer lugar, desarrollar una economía basada no en la extracción para la exportación, sino en el mercado nacional. Esto por supuesto, no se logra de hoy para mañana, y requiere el medio y largo plazo. Varios países ya están tomando medidas en este sentido. A continuación, establecer normas estrictas del punto de vista ecológico y social, a fin de limitar los daños a la naturaleza y garantizar el respeto de los derechos de las poblaciones. En tercer lugar, exigir de los países industriales (el Norte), para los que se lleva a cabo la mayor parte de las extracciones, que reduzcan el consumo de recursos naturales, sus emisiones de gases de efecto invernadero y apoyen los esfuerzos de los países del Sur en favor de la protección de la naturaleza y el respeto de los derechos sociales. Por último, establecer normas internacionales en estas áreas, sancionadas por un tribunal internacional, a fin de evitar que aquellos que cumplan estrictamente los principios de protección y equidad se vean penalizados económicamente. Sobre esta base, podrían conseguirse avances reales.
Lecciones de Cochabamba
La movilización popular en favor de la armonía entre la humanidad y la naturaleza, la Madre Tierra, es un requisito previo indispensable para que los responsables políticos tomen las decisiones necesarias. Con este fin, el diplomático mexicano a cargo de la preparación de la Conferencia de Cancún, Luis Alfonso de Alba, dio la bienvenida a todos los movimientos sociales. Algunos miembros de la delegación mexicana, sin embargo, no ocultaban su preocupación, temiendo que la presencia de estos movimientos perturbara la tranquilidad de los debates. Los presidentes Morales y Chávez han asegurado que presentarían los resultados de Cochabamba en sede oficial. El dossier no está cerrado, lo es quizás lo más importante.
François Houtart, sociólogo belga y profesor de la Universidad de Lovaina (Bélgica), es fundador del Centro Tricontinental (CETRI) y de la revista Alternatives Sud.
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