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sábado, 20 de marzo de 2010

Jornada de solidaridad de clase en el marco de la conmemoración Día del joven combatiente

Bloque Popular Rebelión

El terremoto del 27 de febrero y sus réplicas posteriores no sólo han segado la vida de cientos de chilenos y destruido miles de viviendas dejando destruidas ciudades, poblados y comunidades. Ha mostrado claramente el país real que los dueños del poder y la riqueza han venido construyendo: ocultos tras las mansiones, de los lujosos edificios llenos de luces, plástico y vidrios en que habitan los dueños de Chile, apareció el país real de los poblados asentados en zonas de riesgo, de las casas miserables, de las casas de adobe y de los cientos de construcciones y edificios donde las inmobiliarias criminalmente incumplieron normas constructivas.

El terremoto ha mostrado un país que intenta responder colectivamente al cataclismo y que no lo logra porque se pone en evidencia la otra destrucción que año tras año impusieron los poderosos: la destrucción de las organizaciones sociales, de la solidaridad, de la comunidad y la imposición del individualismo, de la desconfianza en el otro, de la atomización del pueblo organizado.

Muy fieles a sus intereses, las patrones se han preocupado más de proteger su riqueza, sus empresas y su propiedad privada sacando a las calles a los represores de siempre, desarrollando una histérica campaña de prensa criminalizando poblados y de sembrar rumores dividiendo a los pobladores que temen ser atacados y saqueados por la población vecina.
Desvergonzadamente, bajo el pretexto de la solidaridad, montan un millonario show donde empresarios y figurillas públicos lavan su imagen con dádivas y millones generados gracias a la inducción del consumo de sus productos, incrementando sus ganancias y de paso acogiéndose a normas que les significa rebajar el pago de impuestos al Estado: descarado negocio muy bien maquillado que engaña y confunde a los sectores más despolitizados del pueblo que no dudan en aceptar el crédito y el endeudamiento que las financieras y bancos le ofrecen hoy “solidariamente”.

El pueblo no debe dejarse engañar. Hay responsabilidades criminales patrones que en su afán de incrementar sus ganancias han incumplido normas. Hay responsabilidad del Estado y de funcionarios que no alertaron a la población del tsunami. El pueblo, los jóvenes, los hombres y mujeres que venden su fuerza de trabajo para poder sobrevivir, saben diferenciar entre la solidaridad y el “negocio de la solidaridad”. Saben que los patrones aprovechan cualquiera circunstancia para acumular riquezas y para fortalecer los mecanismos de dominación y de control social.

Los y las trabajadoras de las caletas pesqueras, de los poblados arrasados, de las poblaciones y ciudades que aun siguen sin energía eléctrica, sin agua, sin alimentos y viviendo en improvisados albergues, saben que el show de la solidaridad de los poderos y de la clase política durará solo algunos días más y volveremos a la realidad del abandono, de las carencias, del hambre y la miseria.

Hoy es la hora de desarrollar la solidaridad de clase. De ir, sin duda alguna, en apoyo de quienes hoy más lo necesitan. Pero también es la hora de prepararnos en escuelas, en cada caleta, poblado, comunidad, población o ciudad para luchar duramente por nuestros derechos y reivindicaciones que serán negados, tramitados. Porque cada una de nuestras demandas exigirá luchar. No podemos engañarnos y confiar que los patrones y gerentes que hoy controlan el país cederán ante nuestras justas demandas.

El día 29 de Marzo, el pueblo consciente y organizado conmemora el día del Joven Combatiente. Día que recuerda a todos los jóvenes revolucionarios caídos en la lucha y que año tras año hemos conmemorado con jornadas de rebeldía y protesta popular.

Nosotros convocamos a los jóvenes, a los revolucionarios, a los hombres y mujeres conscientes de este país a una Jornada de Solidaridad de Clase a realizarse el día 28, en el marco de la conmemoración Día del Joven Combatiente:

* a conmemorar en cada espacio donde estemos, desarrollando organización allí donde no exista,

* a acopiar ayuda material y canalizarla a las regiones más afectadas a través de las organizaciones populares de dichas zonas

* a difundir mediante asambleas, murales y actos culturales la necesidad de prepararse para una lucha a largo plazo exigiendo las reparaciones, indemnizaciones y reivindicaciones,

* a organizar a las comunidades para presentar demandas criminales y judiciales de carácter colectivas para impedir la impunidad de patrones y burócratas estatales,

* a no aceptar la impunidad de los actos criminales que los aparatos represivos ya están cometiendo amparados en el estado de catástrofe.

NUESTRO MEJOR HOMENAJE A LOS JOVENES COMBATIENTES CAIDOS EN LA LUCHA:

JORNADAS SOLIDARIDAD, ORGANIZACIÓN Y PREPARACION DE LA LUCHA POR NUESTRAS DEMANDAS.

Es la hora de la construcción de la alternativa popular, es la hora del Pueblo

Contra los Patrones: Lucha y Organización

Bloque Popular

Bloque2010@gmail.com

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sábado, 13 de marzo de 2010

El terremoto como metáfora de la transición

Raúl Zibechi La Jornada

"El naufragio siempre es el momento más significativo, escribió Fernand Braudel para explicar los "puntos de ruptura" que presentan las "estructuras profundas de la vida". En efecto, el naufragio es el momento privilegiado para observar qué cosas y en qué lugar fallan, y qué efectos tienen en cada uno de los actores. El reciente terremoto en Chile, como otras catástrofes naturales, nos muestra miserias y virtudes del género humano y, en especial, los puntos fuertes y débiles del sistema y de los movimientos antisistémicos. Nos desafía a pensar en términos de caos.

Hasta ahora venimos concibiendo la transición a una sociedad poscapitalista como un proceso ordenado y dirigido. Sin embargo, como alerta Immanuel Wallerstein, la desintegración del capitalismo debe hacernos pensar en una transición caótica, no necesariamente desastrosa. Mientras una transición ordenada tiende a reproducir la explotación, la caótica implica bifurcaciones en que las fuerzas antisistémicas tienen mayores posibilidades de incidir en los resultados. Propongo observar las catástrofes creadas por terremotos como los de Chile y Haití, y por el huracán Katrina en Nueva Orleáns, como metáforas de transiciones caóticas.

En Chile durante varios días de-sapareció el Estado. También el capital. Sin energía no hay circulación de dinero, bancos y cajeros no funcionan, tampoco supermercados y farmacias que dependen del sistema informático y de las tarjetas de crédito y débito. La población no puede abastecerse, porque los grandes supermercados erradicaron comercios de barrio. Los pobres suelen tener muy limitada cantidad de alimentos en su casa. Los pobres de Concepción –epicentro del terremoto– que hoy habitan las periferias de la ciudad, fueron trasladados allí a la fuerza por el régimen de Pinochet, que expulsó a los pobres que vivían en campamentos (asentamientos irregulares) y también a los que habitaban en barrios formales.

Entre 1983 y 1985 el régimen realizó una gigantesca limpieza social como respuesta a las protestas que arreciaban en las periferias urbanas. En Boca Sur, un gran barrio de 60 mil habitantes arrinconado entre el Pacífico y el río Bío Bío, los mayores aún recuerdan cómo fueron erradicados a sitios remotos, donde sus protestas pudieran ser aisladas y reprimidas sin alterar el orden de la ciudad burguesa. "Nos dieron una semana y nos trajeron a la fuerza a este sitio que era como una isla, sin luz, pavimento ni teléfono", recordaba meses atrás una vecina. Los niños te-nían que levantarse dos horas antes para llegar a tiempo a la escuela. Aún hoy, la polvareda de tierra negra que levanta el viento lastima la vista y ensucia la ropa.

Boca Sur es casi un castigo. La humedad, densa, pesada y gélida, se mete en el cuerpo aumentando la sensación de frío e incomodidad. Las viviendas son casi celdas para prisioneros: casitas de 36 metros cuadrados y una sola pieza para familias de ocho personas, paredes de volcanita (tiza y papel) y baño de dos por uno. Y pagan por vivir allí. En el año 2000 se realizaron las últimas erradicaciones forzosas, por el gobierno de la Concertación Democrática. La desocupación ronda 50 por ciento.

El terremoto derribó los tres puentes que unen Boca Sur con la ciudad de Concepción. Las islas que son hoy las barriadas periféricas quedaron más aisladas que nunca. Esperaron ayuda durante 48 horas. Luego, sin alimentos ni medicinas, entraron a los supermercados a llevarse comida. Detrás de ellas –porque siempre son las mujeres las que toman la delantera, empujadas por el llanto de sus hijos– vinieron camionetas cuatro por cuatro con varones a cargar electrodomésticos y televisores plasma. A unos y otras los llaman saqueadores. Por cierto, los medios que clamaron mano dura no dijeron una palabra del otro saqueo: el que sufrieron esos mismos pobladores al ser expulsados por la fuerza a islas remotas. En dictadura y en democracia. Como si aquello no tuviera ninguna relación con esto. Se hizo alarde de los 58 millones de dólares que juntó la Teletón del inefable Don Francisco. Apenas un poquito más de los 48 millones que embolsan diariamente las multinacionales de la minería. De este otro saqueo, ni palabra.

Para los movimientos antisistémicos las catástrofes naturales iluminan zonas de sombra. Uno: nadie se va a ocupar de los de abajo, si los de abajo no nos ocupamos de nosotros mismos. Los vecinos de La Legua, barrio de Santiago que resistió el golpe de Pinochet, llevaron un camión con miles de kilos de alimentos hasta Boca Sur, y los entregaron sin intermediarios a otros iguales a ellos. Llegaron antes que la "ayuda" disciplinadora de los militares. Dos: el único principio de orden en medio del caos, es el ejército arriba y la comunidad abajo. Tres: "ellos" van a intentar salvarse como sea, apelando a cualquier recurso, legal o ilegal, pacífico o violento, sin excluir el genocidio. Cuatro: eso que llaman "orden" es lo que el capital necesita para no interrumpir su acumulación incesante; eso que llaman "caos", son los de abajo adueñados de la vida cotidiana.

En El capitalismo organizado, Pablo González Casanova expone con brillante sencillez los desafíos que enfrentan los movimientos antisistémicos en una era de caos creciente como ésta: “Los sistemas de redes autónomas con subsistemas de mandos centrales y de centros coordinadores tendrán en los movimientos alternativos más importancia que los sistemas de ‘partidos’ y organizaciones relativamente homogéneos propios de los sistemas simples”. La comunidad es una organización compleja, insustituible, capaz de asegurar la vida en medio del caos sistémico. Falta mucho más.

Falta la autodefensa. Luis Razeto, chileno precursor de la economía solidaria, dijo estos días que puede ser eficaz para afrontar las catástrofes. Pero admitió: "No tenemos resuelta la seguridad, la protección de la economía solidaria". La experiencia chiapaneca es la única, por ahora, que conjuga comunidad y autoprotección.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2010/03/12/index.php?section=opinion&article=020a1pol

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