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jueves, 15 de septiembre de 2011

Contrahegemonía: La “belleza” agresora

Willey Peñuela.

La base La hegemonía cultural del capital no se ha constituido en poco tiempo, muchos de los mecanismos culturales de dominación han sido el resultado de una evolución de mecanismos propios de otras épocas que resultaban atractivos a la clase dominante de las diversas sociedades. En Europa es costumbre antigua la elección de reyes y reinas ficticios para la celebración de fiestas. En nuestras sociedades latinoamericanas, caracterizadas por la lucha histórica entre coloniaje e independencia, las formas culturales “correctas” casi siempre debían contar con la venia de la iglesia católica europea como el ente regulador conformador de la moralidad. Sin embargo, en la historia contemporánea la influencia de la iglesia europea ha venido disminuyendo y ha pasado a ser fundamental la promoción estadounidense de formas culturales, principalmente para impulsar negocios.

Los concursos de belleza tal como se conocen hoy, vienen de Estados Unidos, no de Europa. Los primeros intentos tuvieron forma de un negocio playero en Delaware, y comenzaron a ser habituales en las playas, comenzó a expandirse este negocio en forma de franquicia playera. Se hizo oficial por primera vez cuando se desarrolló el primer Miss Estados Unidos, en Atlantic City, 1921.

Estrategia de Guerra

La idea de los concursos de belleza, no tuvo tanto arraigo y consolidación sino hasta que fue impulsado por el poder norteamericano. En la segunda guerra mundial se reclutaron a las “reinas de belleza” para entretener a las tropas y vender bonos, como una estrategia comunicacional estadounidense para legitimar la guerra y asociarla al entretenimiento. A partir del impulso de los órganos de poder de los Estados Unidos, se consolidó el modelo de concursos de belleza como lo conocemos hoy.

En Venezuela

Venezuela no había conocido los concursos de belleza hasta 1952 cuando Panamerican Airways delegó a una persona para fundar el negocio en nuestro país, con fines de legitimar el concurso Miss Mundo con una participante venezolana.

En el país no tuvieron suficiente fuerza estos concursos hasta que en 1962 la tristemente célebre Radio Caracas Televisión transmitió por primera vez el evento. En la época ya los principales grupos económicos abrazaban la idea de hacerse de estas franquicias pues identificaron que este tipo de concursos impulsa un modelo de belleza que requiere muchísimas compras cosméticas cotidianas y diarias. El sistema capitalista entonces, reconoció en los concursos de belleza, una forma cultural que le brindaba muchísimos recursos a la industria cosmética, textil, entre muchísimas otras. Exaltaba el consumo y terminaba beneficiando al gran capital transnacional en proporciones inimaginables. El modelo estético impulsado cada vez se ha hecho más exigente para aumentar el gran consumo y por lo tanto las grandes corporaciones buscaron apoderarse de los concursos. Así fue como la organización Cisneros en la década de los 80 se apoderó de la franquicia de los concursos de belleza y delegó a Osmel Souza como el dirigente de la organización.

La Agresión Permanente

Este modelo de concursos es siempre una forma cultural sumamente agresiva para millones y millones de mujeres en el mundo, en especial en nuestro país. Ya desde niñas muchísimas de nuestras mujeres se sienten excluidas y agredidas por el sistema cultural con aquella vieja costumbre persistente de las reinas de carnaval (tal vez heredadas de la vieja Europa) en la que una niña era realzada y mostrada como la más bella de todas delante de otras cientos de niñas que quedaban excluidas y agredidas por una forma cultural ajena a la humanidad misma. Ese tipo de concursos se realizan hoy día con absoluta libertad. No debería permitirse que se agreda con tanta naturalidad a niñas.

No falta quien afirme con parsimonia que eso es parte de nuestras tradiciones, pues, de serlo, hay que transformarlas. No pueden todas las supuestas tradiciones ser positivas; para la formación de una cultura nuestra basada en la convivencia hay que superar formas históricas como esa.

Además de la etapa infantil donde millones de niñas sufren la exclusión cultural de los concursos locales, se han convertido en una permanente y sistemática agresión los concursos de bellezas para mujeres adultas. Algunos pensarán: “yo no he visto a ninguna Miss ni a Osmel Souza meterse con ninguna mujer, ni agredir a nadie. Esos chaburros si son fastidiosos y amargados”. La agresión de la publicidad, de estos concursos, de la televisión, de los medios de comunicación, de la música, del cine, y de otros aparatos culturales, tienen esa característica: Son sutiles y parecen hasta agradables a la percepción humana, a veces incluso las peores agresiones se presentan en formas caritativas. Sin embargo, sus mensajes de fondo son siempre de una agresividad tan grande que merece el análisis de toda la sociedad.

Pero hay que explicarlo, a veces no basta tener la razón. Un sistema cultural que ha captado tantas simpatías no se combate sino haciendo ver a quienes tienen esa simpatía que se trata de una agresión. Tampoco se logran los mejores resultados agrediendo a quienes sienten la simpatía. Para el desmontaje hay que ser más hábiles que los agresores. Aún no he descubierto la mejor manera, pero hay que construirla.

Concursos y Modelo Capitalista

Muchísimas empresas se benefician de los concursos de bellezas. Pero este negocio es mucho más impactante y profundo que cualquier otro. Basado en una agresión a las formas físicas de la gran mayoría de las mujeres del país, impulsa un modelo casi inalcanzable de belleza con el objetivo de crear mujeres INCONFORMES consigo mismas y así lograr el gran objetivo: VENDERLES MUCHOS PRODUCTOS, tan variados como las inconformidades que genera el modelo estético. Dichas inconformidades generan día tras días desordenes alimenticios graves y desequilibrios psicológicos en millones de mujeres. ¿todavía se duda de que sean una agresión?

Así que cuidado a las camaradas mujeres cuando afirman no seamos tan amargados, que se trata de un “simple concurso”. No se trata sólo de eso, hay que pensarlo a fondo. Cuidado a las camaradas con estar legitimando formas de agresión capitalistas contra millones de mujeres.

Cuidado también a las y los revolucionarios con creer que los enemigos son quienes sienten la simpatía por los concursos, o las mujeres mismas que participan (que en ese caso serían victimas útiles); hay que caracterizar y enfrentar un sistema cultural que no se reduce sólo a los concursos, sino que se reproduce dicho modelo estético en la publicidad, en el cine, en la televisión y en muchísimas esferas de la sociedad.

A quienes no consideren que el vínculo entre los concursos de bellezas y el capitalismo es tan fuerte, imagínense una cosa: Si los concursos promovieran una belleza 100% natural, son productos, ni maquillajes, ni operaciones, ni nada, seguramente no fueran transmitidos por TV y Osmel estuviera metiendo currículo en algunas empresas.

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