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domingo, 13 de marzo de 2011

Jóvenes cubanos rindieron homenaje a Panchito Gómez Toro

Pastor Guzmán Castro Juventud Rebelde

A la sombra de mangos rumorosos, donde el amor a la historia patria y el arte arquitectónico se fundieron para perpetuar en geométricas formas el feliz acontecimiento, se rindió tributo de recordación en La Reforma, Jatibonico, a Francisco Gómez Toro (Panchito), el cuarto de los hijos del General en Jefe del Ejército Libertador cubano, Máximo Gómez Báez, venido al mundo en estas tierras el 11 de marzo de 1876.

La juventud cubana rindió tributo a Panchito en su 135 cumpleaños. Fruto del dominicano ilustre y de la cubana Bernarda Toro Pelegrín (Manana), Panchito nació en un bohío humilde inmerso en la espesura de tupidas arboledas, rodeadas de montes y sabanas cubiertas de alta hierba de Guinea, donde a lo lejos se escuchaba el ruido sordo del combate de una Guerra independentista, la de los Diez Años, que ya transitaba por su octavo almanaque.

Allí nació Panchito y allí sintió el cariño y el apoyo de grandes jefes militares mambises, hasta que los avatares de la fortuna lo llevaron a recorrer el largo camino del destierro, primero en la vecina Santo Domingo, junto a sus padres y hermanos, y luego en otras partes de la América Nuestra y los Estados Unidos.

En Panchito influyeron su trato con el padre famoso, admirado por todos, pero también con Antonio Maceo, el espirituano Serafín Sánchez, Flor Crombet y, sobre todo, con José Martí, Apóstol de la independencia cubana, a quien conoció en septiembre de 1892 en República Dominicana, cuando todavía era un adolescente, lo que marcaría definitivamente su destino.

Como secretario y ayudante de Martí, laboró en los afanes conspirativos en los Estados Unidos y en Santo Domingo, hasta desembarcar del vapor Three Friends (Tres Amigos) en tierra cubana, por la playa de María la Gorda en la occidental provincia de Pinar del Río, el 8 de septiembre de 1896.

Ya en la patria se une a las huestes del General Maceo y participa en varios combates hasta caer en el potrero infausto de Punta Brava, el 7 de diciembre de ese año, mientras luchaba por evitar que el enemigo capturase el cuerpo de su jefe, mortalmente herido por las balas españolas.

De ahí este sentido homenaje a Panchito, en el 135 aniversario de su natalicio, que fue celebrado con una vistosa ceremonia político-cultural, presidida por Miguel Acebo Cortiñas, primer secretario del Partido en esta provincia.

Las palabras centrales estuvieron a cargo de Liudmila Álamo Dueñas, primera secretaria del Comité Nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas, quien destacó las cualidades excepcionales de aquel joven, que nunca quiso medrar a la sombra de la fama de su padre, consciente de que «los méritos no se heredan, hay que ganarlos», y él los ganó, dijo, convirtiéndose en referencia virtuosa para la juventud cubana de todos los tiempos.

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