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miércoles, 17 de febrero de 2010

Colectivos de Jóvenes Comunistas ante la presidencia europea de Zapatero

Juan Nogueira López / Secretario General de los CJC

El pasado 1 de enero, José Luis Rodríguez Zapatero asumió -junto a los representantes belga y húngaro- la Presidencia de la Unión Europea. En torno a la misma, existe desde hace meses en el PSOE una cierta ansiedad. Lo supimos por boca de Leyre Pajín, portavoz socialista, que la definió como una singular “conjunción planetaria”.

Lejos de cualquier grandilocuencia, es innegable que los dos principales bloques del mundo capitalista -Estados Unidos y la Unión Europea- están encabezados por presidentes con un perfil socialdemócrata muy similar.

¿Casualidad? Es poco probable. En el caso europeo, porque su Presidente no se elige en votación libre, sino que sigue el “democrático” sistema de la rotación. ¡Café para todos! En Estados Unidos, porque los círculos gobernantes necesitan un lavado de cara tras la nefasta proyección internacional que dejó la Administración Bush.

En América y en Europa, el contexto es muy similar: una crisis económica brutal que ha dejado sin empleo a millones de trabajadores. En ambos casos, los gobiernos han seguido las mismas recetas para “salir de la crisis”: ayudas multimillonarias al capital financiero, junto a la reestructuración del marco de relaciones labores. Con todo esto, se pretende “refundar” el capitalismo. A pesar de la retórica, estas palabras se traducen en más explotación para los y las trabajadoras (recordemos la delirante propuesta de extender la jornada laboral a 65 horas en toda la Unión Europea).

Ante una situación de crisis, el capitalismo necesita aplicar medidas dolorosas y en contra de los intereses de la mayoría trabajadora. Ante estas situaciones ¿quién es el candidato ideal para formar gobierno? ¿Conservadores o Socialdemócratas? ¿Populares o Socialistas? La elección no es baladí, pero debemos distinguir muy bien lo que se está eligiendo. En tiempos de crisis, el capitalismo no propone dos partidos con una intervención política diferente para reconstruir la economía. El capitalismo propone una única política, de obligado cumplimiento, y escoge al mejor gestor para llevarla a cabo de cara a la opinión pública.


En el caso norteamericano, como en el Estado Español, se ha optado por una solución que los argentinos llaman “el violín”: se agarra con la izquierda, pero se toca con la derecha.

En la Unión Europea, Zapatero se ha comprometido con tres ejes fundamentales de gobierno: el desarrollo del Tratado de Lisboa, la Nueva Estrategia para el Crecimiento y el Empleo (Europa 2020) y la política exterior, sobre todo, dirigida contra Latinoamérica.

En cualquier caso, sería un error oponerse a la Presidencia Española de la UE por las medidas concretas que se van a aplicar durante los próximos 6 meses. Eso supondría que la Unión Europea es un marco del que pueden salir medidas reaccionarias, pero también progresistas; la eterna ilusión del Partido de la Izquierda Europea (al que pertenece, entre otros, el PCE) de crear una “Europa social” reformando las actuales estructuras.

La Unión Europea no es un marco válido ni reformable porque es un producto del proyecto histórico de la oligarquía europea. En otras palabras, nació -y morirá- como un proyecto de monopolios y corporaciones capitalistas para defender sus intereses a escala europea. Para lograrlo, han creado unas instituciones y organismos que progresivamente toman forma y convierten a la UE en un bloque imperialista.

La Unión Europea no es “social”, “democrática” y “verde”. Ni en el Tratado de Lisboa ni en su predecesor -la Constitución Europea- se garantiza el carácter público y gratuito de servicios como la Sanidad, la Educación, las pensiones,… Tampoco se garantiza el acceso a la vivienda ni el ejercicio de otros muchos derechos básicos. Y no es que el Tratado de Lisboa tenga pequeñas lagunas, sino que desde su mismo nacimiento, la Unión Europea no ha consagrado más que los “derechos” (léase: privilegios) de las empresas: libre circulación de mercancías, propiedad privada, cuotas de producción en favor de los intereses franco-alemanes,… etc

La coyuntura de estos seis meses, nos van a hacer hablar de problemas concretos, pero las soluciones no pueden ser parciales. La única alternativa revolucionaria es la salida inmediata de las estructuras de la Unión Europea y un proyecto de socialismo y audoterminación nacional para los pueblos de Europa.

Este artículo no es -en ningún caso- el primero en plantear una postura de este tipo. Los comunistas del Estado Español (y otros territorios) llevamos tiempo proponiendo esta alternativa y, recientemente, el PCPE publicó una extensa resolución explicando nuestra posición. Sin embargo, los jóvenes comunistas, en nuestro rol de organización escuela, debemos lanzar nuestros propios análisis que ayuden a explicar la oposición a la Unión Europea y ofrezcan un puesto de lucha a la juventud contra sus estructuras.

La Unión Europea: polo imperialista

Los comunistas definimos la Unión Europea como un polo imperialista en construcción. ¡Sí, hablamos de la misma Unión Europea que trata de proyectarse como moderna, verde, de la sociedad civil, de los derechos, la democracia y un contrapeso lógico al poder imperialista de Washington!

Una reacción lógica podría ser: “¿pero si la Unión Europea no invade países, cómo va a ser imperialista?” “Todos los países que pertenecen a la UE lo han hecho por voluntad propia, ¿de qué clase de imperialismo hablamos?”

Ante esto, debemos plantear dos líneas diferentes de respuesta.

En primer lugar, los comunistas no definimos una sociedad en función de cómo ésta se vea a sí misma, sino de un análisis riguroso de su realidad. En este análisis, lo fundamental son, sobre todo, las causas últimas de todo lo que sucede en sociedad: los intereses económicos. Para saber si un país o un bloque de países son imperialistas no debemos estudiar únicamente las consecuencias -si ha invadido o no a otras naciones- sino las causas -las estructuras económicas imperialistas que hacen “necesario” a ese país someter a otros para ser viable, económicamente.

En segundo lugar, tras la verborrea de “derechos humanos”, “intervenciones humanitarias”, “ataque preventivo”, “fuerzas de paz”, “piratería”,… se oculta un papel militar creciente de la Unión Europea en la defensa por vía armada de los intereses económicos de sus corporaciones transnacionales.

Vamos con el primero de estos aspectos.

Como mencionaba antes, el capitalismo no interviene militarmente salvo por intereses económicos. Rara vez podemos encontrar guerras en las que uno de los contendientes no tuviese intereses imperialistas, a pesar de que siempre se utilicen slóganes de “defensa de la democracia”, “guerra contra el terror”,… etc

Estos intereses económicos por el control de los recursos extranjeros no nacen junto al capitalismo. Está claro que los capitalistas siempre han ambicionado controlar el mayor número de recursos posible, en su búsqueda del beneficio. Pero el momento en el que los Estados pasan a invadir y controlar grandes imperios son los años 70 del siglo XIX, de la mano de un cambio de las estructuras económicas internas de estos países.

La libre competencia había perdido importancia, al formarse en cada rama de la industria grandes empresas que dominan la mayor parte del mercado. Estas empresas no están aisladas entre sí, sino que pertenecen a corporaciones gigantescas, que a su vez se van fundiendo entre sí, hasta llegar a una situación en la que la Economía nacional está concentrada en muy pocos grupos gigantescos.

Lenin aborda este proceso en “El Imperialismo, fase superior del capitalismo” (p.178): “La concentración, al llegar a un grado determinado de su desarrollo, puede decirse que conduce por sí misma de lleno al monopolio, ya que a unas cuántas decenas de empresas gigantescas les resulta fácil ponerse de acuerdo entre sí y, por otra parte, la competencia, que se hace cada vez más difícil, y la tendencia al monopolio, nacen precisamente de las grandes proporciones de las empresas. Esta transformación de la competencia en monopolio constituye uno de los fenómenos más importantes – por no decir el más importante- de la economía del capitalismo en los últimos tiempos.”1

El elemento fundamental para formar estas corporaciones son los bancos, que adquieren un nuevo rol en la economía: ya no son simples intermediadores, sino que controlan el dinero de todos los capitalistas y lo invierten, sacando un rendimiento en forma de beneficio a este capital, antes inactivo.

Estos grupos tienen una fuerza efectiva enorme y determinan las políticas de los Estados. Una vez que estos grupos dominan la mayor parte de la Economía nacional, el siguiente paso es poner a su disposición los recursos que se encuentran en el extranjero necesarios para sus gigantescas corporaciones. Nace así el imperialismo, con la subordinación de la política interna y exterior de los Estados a los intereses de los monopolios. Sin embargo, lo fundamental para entender el imperialismo no son las invasiones -que llevan existiendo desde la Antigüedad- sino la hegemonía del capitalismo monopolista en la Economía de los países.

¿Es posible evitar el monopolismo o todo país capitalista -antes o después- desarrolla esta forma de Economía? Lenin nuevamente da una respuesta a esta pregunta:

“Los hechos demuestran que las diferencias entre los diversos países capitalistas, por ejemplo, en lo que se refiere al proteccionismo o al librecambio, traen aparejadas únicamente diferencias no esenciales en cuanto a la forma de los monopolios o al momento de su aparición, pero que la aparición del monopolio, debida a la concentración de la producción, es una ley general y fundamental de la presente fase de desarrollo del capitalismo.”2 (p.181)

¿Cuáles son las características que presenta un país imperialista?
Concentración de la producción en manos de grandes empresas. Tendencia a la creación de monopolios u oligopolios.

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Los bancos adquieren un papel nuevo: dejan de ser simples intermediadores para pasar a dominar gran parte de la Economía, controlando buena parte del capital del que disponen los industriales. Se forma el capital financiero, a disposición de los bancos, aunque utilizado por los industriales. En muchos casos, el capital bancario e industrial se fusiona en un mismo monopolio. El capital financiero domina la Economía y aparece la oligarquía financiera.

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Con el monopolismo, como hemos visto, hace aparición del imperialismo. El capital financiero, una vez controlada la Economía nacional, necesita dominar recursos que se encuentran fuera de su propio Estado. Para ello, subordina la política exterior del Estado y practica una política imperialista. La consecuencia del imperialismo es el desarrollo desigual: la aparición de países “desarrollados” dominantes -que son una minoría imperialista- y países sometidos “subdesarrollados”. Esta es una relación imperialista recíproca: la pobreza de la mayoría de países no se explica por “leyes naturales”, sino principalmente por el sometimiento histórico y el expolio de sus recursos. No se puede entender la riqueza de “Occidente” sin la pobreza del “Tercer Mundo” y viceversa.

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Los países del capitalismo central -los “desarrollados”- no sólo exportan mercancías al capitalismo periférico -es decir, a los países “subdesarrollados”- sino que exporta fundamentalmente capitales: empresas. Esto garantiza el sometimiento de los países periféricos y garantiza al capitalismo central bajos costes salariales y excedentes de plusvalía. Son lo que actualmente conocemos como “deslocalizaciones”.

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Las grandes potencias y organizaciones internacionales capitalistas se reparten el mundo. Este papel lo juegan instituciones como la OMC, el FMI, el BM o la OTAN.

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Se genera una estructura económica que fomenta el “rentismo”: el capitalismo es capaz de mantener grandes tasas de beneficios no ligados a la producción. A diferencia del periodo de libre competencia, las grandes corporaciones tienen una situación de mercado asegurada que no les fuerzan a realizar grandes inversiones en la producción. Viven de rentas pasadas. Los capitalistas prefieren invertir en el ámbito especulativo de la economía: la bolsa, el capital financiero,… un modelo parasitario y que, en última instancia, frena el desarrollo.

Con todo esto, ¿podemos afirmar que la Unión Europea tenga características típicas del imperialismo? Desde luego, no hay duda de que la Unión Europea tiene hoy unas estructuras típicas del monopolismo, en favor -sobre todo- de la oligarquía francesa y alemana.

Sin embargo, la Unión Europea es aún un polo imperialista en construcción: su autonomía militar es todavía limitada y su posición está subordinada, en muchos casos, al imperialismo norteamericano. Esto no es algo que niegue su carácter imperialista, ya que no podemos pretender que la realidad encaje en los modelos teorícos. La realidad es dialéctica y cambiante y lo que sí podemos afirmar es que la UE se funda en los años 50 como proyecto de la oligarquía financiera para defender sus intereses económicos. No debemos quedarnos con una “fotografía estática” de qué es hoy la UE, sino ver también hacia donde avanza. Con los ingredientes que están en el horno (monopolismo, Tratado de Lisboa, Euroejército,…), lo único que puede salir es un bloque imperialista.

Algunas realidades de la Unión Europea

a) Unión Europea y crisis económica

La Unión Europea tiene su origen, en 1951, en la Comunidad Europea del Carbón y del Acero. Desde su inicio, la prioridad de la construcción europea fueron los intereses oligárquicos sobre materias primas, mercado laboral y mercancías y no los derechos y libertades, que sirven hoy como adorno y legitimación ideológica.

En marzo de 2008, un encuentro de Partidos Comunistas definió a la UE como “la opción de las principales potencias y del capital monopolista de Europa Occidental.”

A día de hoy, el Tratado de Lisboa es la institucionalización que consagra el neoliberalismo como política económica oficial de Europa y que define los servicios públicos -Educación, Salud, Pensiones,…- como “servicios económicos de interés general”. La inclusión del término “económicos” es fundamental, ya que abre las puertas a las privatizaciones que -de hecho- ya están sucediendo en toda Europa. Un ejemplo claro son los servicios de Salud en territorios como Gran Bretaña o la Comunidad de Madrid.

La crisis económica del capitalismo afecta a la Unión Europea en su conjunto y ésta, como no podía ser de otra forma, está dando una respuesta unitaria. No es de extrañar que los rescates de bancos y las ayudas multimillonarias de los Estados se introdujesen de forma coordinada en todos los países miembro.

En la agenda del PSOE durante la Presidencia Española está la “Nueva Estrategia para el Crecimiento y el Empleo” (Europa 2020), como una vuelta al Pacto de Estabilidad y Crecimiento, que buscan aumentar el proceso de concentración y centralización del capital que describí anteriormente.

La agenda se centra en tres ámbitos: económico, social y medioambiental.

En el ámbito económico y social, nada nuevo: retomar la senda de la Directiva de Servicios (Bolkestein3) y la Directiva de Tiempo de Trabajo (el intento de introducir una semana laboral de 65 horas).

El gobierno socialdemócrata también tratará de avanzar en un nuevo pacto social, de la mano de la Confederación Europea de Sindicatos (CES, al que pertenecen CCOO y UGT). El objetivo es seguir desarrollando la “flexiseguridad”: más precariedad, especialmente para la juventud.

En el ámbito medioambiental, así como en la inmigración, también se contemplan actuaciones, aunque las trataré en apartados posteriores.

b) Política Migratoria y Directiva de Retorno

El pasado 20 de enero, el ex-Presidente español Felipe González señaló que “en 20 años serán necesarios 30 millones de activos en la población europea.” Al mismo tiempo, la Unión Europea aprobó en 2008 la Directiva de Retorno de Inmigrantes, denominada “Directiva de la Vergüenza” por numerosos países latinoamericanos.

La paradoja es que la Unión Europea basa buena parte de su crecimiento en la capacidad extensiva de un sector servicios sobredimensionado (el sector terciario ocupa alrededor del 70% de la Economía europea). Este sector necesita una mano de obra barata y -preferiblemente- poco cualificada. Otros sectores, como la construcción de vivienda e infraestructuras, tienen necesidades similares.

Por eso, la emigración es para el capitalismo europeo una necesidad estructural, cuyo principal motor -además- es el desarrollo desigual entre países del capitalismo central y periférico; que, como vimos antes, tiene mucho que ver con la subordinación imperialista en favor de la Unión Europea y otras potencias.

Pero el capitalismo ve algo especialmente atractivo en la mano de obra extranjera: la posibilidad de tasas de explotación muy elevadas, a través del miedo de repatriación, la falta de derechos, jornadas laborales y condiciones de vida espeluznantes -sin derecho a recurrir a la legislación vigente-,… etc

La Directiva de Retorno es un nuevo paso en esta línea. Prevé la “repatriación voluntaria” en un plazo de entre 7 y 30 días de los inmigrantes “ilegales”, con internamientos en los infames CIEs4 de hasta 18 meses, además de procesos judiciales y expulsiones, con la prohibición de reingresar en la Unión Europea. Esta normativa se aplica también a menores de edad.

La “Europa social” de los “derechos y libertades” tiene además otra “sorpresa” para los inmigrantes que, ante la desesperación, buscan empleo y vida digna dentro de las potencias que están saqueando sus países. Esa sorpresa no es más que un cuerpo especializado en inmigración, denominado Frontex.

¿Qué es el Frontex? ¿Una institución humanitaria? ¿Un equipo médico dispuesto a rescatar a trabajadores con hipotermia que vienen en patera? No, es un cuerpo militar, armado con 20 aviones, 30 helicópteros y más de un centenar de barcos de guerra, entre otros.

El Estado Español es uno de los mayores impulsores del Frontex. No es de extrañar, que la respuesta de Berlusconi a Maria Teresa Fernández de la Vega5, cuando ésta criticaba las leyes filofascistas italianas en materia de inmigración, fuese… ¡Qué Italia las había copiado de España!

c) Política Energética

Puede que no haya una conjunción de palabras más utilizada por Zapatero en los últimos meses que “economía sostenible”. Dentro del Estado Español, esto ha tomado forma en una Ley, que toca muchos ámbitos, desde el canon digital hasta la “energía verde”.

En Europa, la energía -especialmente, la “verde”- es una de las claves económicas sobre el que se estructura el nuevo ciclo del capitalismo. La Unión Europea comenzó la liberalización del sector energético en el primer lustro del siglo XXI y esto ha provocado la multiplicación de las capacidades productivas, debido a las inversiones masivas de nuevo capital privado.

¿Para qué multiplicar la capacidad productiva de energía? O mejor dicho, ¿Cómo justificar ante la población, que las centrales eléctricas instaladas, que antes tenían capacidad para iluminar nuestras casas, fábricas y ciudades, ahora necesitan nuevas centrales? La solución que encontró la Unión Europea fue “acusar” a las viejas centrales de ser “sucias” y llamar a las nuevas “verdes”.

Como señalábamos en una resolución de CJC: “La diferenciación entre “energía limpia” y “energía sucia” abre la posibilidad a muchas empresas de invertir en un mercado virgen. La “energía verde” en realidad esconde el negocio de multiplicar las capacidades productivas instaladas -de forma innecesaria-, no en función de las necesidades reales de consumo energético, sino en función de cómo se produce esa electricidad: si de forma “verde” o no.

En realidad, toda producción de energía tiene un impacto medioambiental, incluyendo la eólica (sobre la migración de las aves, sobre el paisaje), la solar (sobre todo, cuando se transforman terrenos de cultivo en grandes parques solares, con cables de alta tensión y transformadores) o la hidraúlica (construcción de grandes presas).”

La solución “verde” de la Unión Europea busca reducir la dependencia energética de la Unión Europea y dar nuevos espacios al sector privado. En el Estado Español, se está creando una nueva burbuja -similar a la de la construcción- en torno a la energía. En los últimos 8 años, la producción de la industria pesada apenas han crecido un 2′4%, los bienes de consumo un 0′9%, pero la energía ha crecido en un espectacular 18′4%.

Debemos entender, como revolucionarios, que la solución no pasa únicamente por encontrar formas más limpias de producir, sino en reducir el consumo y romper el mito de que el ser humano tiene necesidades crecientes de energía y bienes de consumo. Esta necesidad no es del ser humano, sino del capitalismo depredador, que necesita mercantilizar todo y que sale ganando cuando el consumo es más elevado.

Esto quedó bien patente durante la Cumbre de Copenhague, donde se asestó un golpe mortal al Protocolo de Kyoto y se reprodujeron los roles imperialistas de dominadores y sometidos: los países más poderosos se reunieron en privado y trataron de imponer un acuerdo a los “países emergentes”. Fuera de la Cumbre, el capitalismo mostraba de nuevo su peor cara: 1500 personas eran arrestadas por las fuerzas policiales danesas.

d) Europa contra la soberanía de los pueblos

La Unión Europea no es una institución democrática. En primer lugar, desde un ámbito no formal -de contenidos-, es un proyecto de la oligarquía europea y no de las grandes mayorías. Pero es que además, desde el punto de vista formal, la Unión Europea se aleja cada vez más de las garantías mínimas de la democracia liberal.

Un ejemplo reciente lo encontramos en la aprobación del Tratado de Lisboa. De los 28 países miembros, únicamente en Irlanda se sometió a referéndum el tratado. La desagradable sorpresa para los círculos de poder europeos fue que el pueblo irlandés optó por el “NO”. ¿Solución? Campaña masiva de propaganda y a votar hasta que salga un voto afirmativo, con todo tipo de artimañas.

Pero el hecho más grave fue que el Tratado de Lisboa recogía los mismos contenidos que la Constitución Europea, rechazada en los referédums de Francia y de Holanda. Tras estos fracasos, la burguesía recordó una máxima de la Guerra Fría: “mis intereses no se someten a votación” (como bien saben en Latinoamérica).

Estas graves carencias democráticas son habituales en la Unión Europea. Ésta cuenta con siete altas instituciones de poder, de las cuáles seis no se someten a votación directa por parte de los ciudadanos. Sólo el Parlamento Europeo es elegido por sufragio y sus competencias son muy limitadas, especialmente en Política Exterior, Seguridad y Judicial. Por tanto, las instituciones europeas están alejadas de los ciudadanos y tienen poco poder efectivo.

La soberanía de los pueblos no cuenta en la Unión Europea. La autodeterminación nacional aparece en boca de los líderes europeos cuando se trata de anexionarse Kosovo y desmembrar Yugoslavia, pero desaparece completamente cuando el pueblo vasco o catalán, por poner sólo dos ejemplos cercanos, solicitan su independencia. En ese caso, la UE, presionada por el gobierno español, aprueba una vergonzosa resolución que asegura la inviolabilidad de las fronteras actuales de los países miembro.

La soberanía no sólo es ajena a las naciones sin Estado. También el Estado Español está sometido a los intereses de la oligarquía franco-alemana. Debido a las condiciones de entrada a la Unión Europea, España tuvo que destruir o reducir la mayor parte de su tejido productivo: desde la siderurgia y los astilleros, a las cabezas de ganado y los olivos.

Una vez evitada la competencia de los productos españoles, la oligarquía franco-alemana especializó al Estado Español en el turismo y, para ello, subvencionó la construcción de infraestructuras y la modernización del sector servicios.

Incluso desde una perspectiva capitalista, la falta de un tejido productivo propio y la falta de soberanía monetaria -tras la introducción del euro- son causas del agravamiento de la crisis económica en el Estado Español.

Lenin señalaba a principios de siglo que “en las manos de los cartels y trusts se concentran a menudo las siete o las ocho décimas partes de toda la producción de una rama industrial determinada.”6 (p.183)

Hoy día, la Unión Europea actúa como un gigantesco trust de los monopolios europeos y -preferentemente- de los franco-alemanes. En su interés, se regulan cuotas, tipos de interés y políticas económicas y se concentra la parte mayoritaria de la producción.

e) Política exterior

En primer lugar, hay que reconocer un hecho evidente y es que la Unión Europea no tiene la capacidad militar para lanzar invasiones que sí poseen otros bloques imperialistas, como puedan ser los Estados Unidos.

Pero esto no debe ocultar un hecho evidente: la UE tiene una presencia militar cada vez mayor en numerosos lugares del planeta. La presencia europea en Afganistán, Haití, Líbano o la antigua Yugoslavia es una buena prueba de ello.

El principal instrumento militar de las fuerzas imperialistas, hoy, es la OTAN, bajo hegemonía del imperialismo norteamericano. Sin embargo, el Tratado de Lisboa pone las bases para avanzar en la creación de un Euro-ejército, dotado de fuerzas de reacción rápida ante cualquier necesidad que los monopolios europeos puedan tener en el mundo.

Este avance paulatino hacia la creación de un Euro-ejército garantiza una autonomía europea respecto al bloque norteamericano, bajo la forma de rivalidad interimperialista, nunca como contrapeso popular. Estas contradicciones -surgidas de la rivalidad entre intereses económicos y comerciales de las distintas burguesías- no nacen de la existencia de un ejército propio, sino que la necesidad de un ejército propio es la consecuencia lógica de que existan unos intereses que defender.

Algunas contradicciones claras entre la UE y Estados Unidos se dieron durante la invasión a Irak, cuando Francia y Alemania se opusieron a esta agresión. Ambos países, bien curtidos en cuanto a imperialismo se refiere, no se movían por motivos humanitarios, sino porque la invasión yankee desplazaba a los monopolios franceses del petróleo iraquí.

En la época del imperialismo, según apuntaba Lenin, los choques de intereses entre distintos bloques son una ley histórica. Éstos irán a más, en la medida en que la Unión Europea se consolide como polo imperialista.

Las armadas europeas han participado en la ocupación de las aguas somalíes, para garantizar el expolio de los rescursos marinos del “Cuerno de África”. Europa acusa a Somalia de piratería. Los somalíes responden “¿y qué hacen los pesqueros europeos en África?”

Durante la presidencia española van a tener mucha importancia las relaciones con Latinoamérica. Allí tiene una presencia importante España. Sobre la mesa están acuerdos de libre comercio con México, Centroamérica y, especialmente, el gobierno derechista de Uribe en Colombia.

España también utilizará sus “especiales relaciones” con la monarquía marroquí, para desarrollar el estatuto avanzado con la Unión Europea, obviando los crímenes que se cometen en Sáhara Occidental. Otro tanto sucederá con Israel.

La agenda internacional nos deparará dos importantes jornadas de lucha en el Estado Español: 17 y 18 de mayo, la Cumbre UE – Latinoamérica y 24 y 25 de mayo, la Cumbre entre UE y Estados Unidos. Ambas citas son en Madrid y el movimiento popular deberá dar una respuesta contundente a los planes del imperialismo.

f) Política Educativa

Durante el pasado curso académico vimos grandes movilizaciones contra el Espacio Europeo de Educación Superior (popularmente conocido como “Plan Bolonia”), que reactivaron el movimiento estudiantil en prácticamente todo el Estado Español y Europa.

El eje fundamental del Plan Bolonia es la mercantilización de la Educación, uno de esos “servicios económicos de interés general” que define el Tratado de Lisboa. La Educación mueve en el mundo un monto económico mayor que otras ramas de la Economía como los automóviles, que ya están privatizados. El sector privado reclama ahora extender sus garras a uno de las pocas áreas con una gran presencia del sector estatal de la Economía capitalista.

El Espacio Europeo de Educación Superior se justifica como un avance para los estudiantes, que harán valer sus títulos universitarios en todo el territorio de la Unión Europea, a través de la homologación de los grados. Sin embargo, al mismo tiempo, se restringe el acceso a este nivel de la Educación mediante barreras económicas y se divide a los licenciados en dos grupos: aquellos con una formación básica para entrar al mercado laboral -a través del grado, con costes similares o ligeramente superiores a las actuales licenciaturas- y una élite ultracualificada -a través del postgrado, con precios inasumibles para la mayoría de las familias.

Bolonia también supone la creación de la ANECA, una agencia con participación empresarial, que no oculta que su objetivo es adecuar los planes de estudio a las necesidades “del mercado laboral” (léase, de las empresas). También supone la entrada del capital financiero como actor principal de la Educación, a través de becas-préstamo a los estudiantes, que a diferencia de las actuales becas, han de ser devueltas una vez los y las estudiantes comiencen a trabajar.

En el caso del Estado Español, todo el sistema educativo ha sufrido reformas para adecuarlo al “modelo europeo”, con un papel destacado de la LOE en secundaria.

Pero todo esto no ha de acernos perder de vista el aspecto fundamental: la Unión Europea plantea políticas coordinadas en torno a la Educación para llevar a cabo un proceso conjunto de mercantilización tendente a la privatización. Es un motivo de peso para que cualquier joven se dé cuenta de que la Unión Europea es contraria a sus intereses objetivos y que pertenecer a la UE es incompatible con la Educación pública, laica y de calidad que proponemos.

Entre el 12 y el 14 de abril, se celebrará en Madrid un encuentro informal de ministros de educación. Es un momento importante ante el que el movimiento juvenil y estudiantil tendrá algo que decir.

Frente a la Unión Europea, debemos oponer lucha

La Unión Europea es un polo imperialista en construcción y sus políticas se alejan cada vez más de los intereses de la juventud y la clase obrera. Por eso, durante los próximos meses, tendremos que dar una respuesta de lucha ante la Presidencia Española de esta institución.

Pero, ¿qué tipo de respuesta queremos dar los comunistas? Vamos a caracterizar alguna de nuestras propuestas.

a) ¿Lucha por el socialismo o lucha antiglobalización?

Históricamente, los comunistas hemos sido una parte importante de los movimientos sociales y, en muchas ocasiones, sus partes más activas y visibles. Con la contrarrevolución a finales de los años 80 en los países de Europa Oriental y la derrota histórica de las fuerzas comunistas, se abrió un nuevo periodo en el que aún se está definiendo el papel que jugamos en relación a los frentes de masa y a la lucha por otro modelo de sociedad.

Antes de los años 90, había un consenso generalizado entre los movimientos sociales y en las luchas de que tras cada pequeña batalla, había nuevos peldaños de lucha hasta llegar a la superación del capitalismo: el socialismo. En el Estado Español -a partir de la mal llamada “Transición”- esto nunca se tradujo en la existencia de un único partido de la Revolución que pudiera dirigir esa lucha por el socialismo.

A partir de los años 90, la lucha por el socialismo ha dado paso a la lucha “anticapitalista”, “antiglobalización”, “antisistema” o por otro mundo, que es posible. Estas luchas han conseguido sacar a cientos de miles de personas a las calles y supusieron el renacimiento del movimiento popular, tras el decretado “Fin de la Historia”7 del imperialismo.

Sin embargo, es necesario señalar que la lucha por el socialismo tiene plena vigencia, a pesar de que estas posiciones no sean hegemónicas hoy en determinados movimientos. Los comunistas consideramos que la mera oposición al capitalismo o a la globalización -a pesar de su carácter integrador- no es una lucha completa si al mismo tiempo no propone otro modelo de sociedad.es

¿Qué modelo de sociedad? Los comunistas recogemos un legado de más de 150 años de teoría y práctica revolucionaria. Autores como Marx, Engels o Lenin desarrollaron métodos de análisis científicos para intervenir y transformar la sociedad capitalista, caracterizando objetivamente aspectos de la nueva sociedad.

A partir de estos autores -y otros muchos- nace la teoría del socialismo científico, que como toda ciencia no puede ser algo acabado ni cerrado, pero que debe partir de postulados científicos y avanzar.

Desde luego, uno de los grandes déficits del marxismo-leninismo durante el siglo XX ha sido la poca capacidad para aumentar su acervo científico. Sin embargo, el movimiento antiglobalización y otros (como el de los foros sociales o el socialismo del siglo XXI), suponen en buena medida un retroceso en la formulación de alternativas basadas en análisis científicos.

En cualquier caso, a partir de los años 90 hemos visto cómo se revitalizan movimientos de tipo asambleario. Creo que los comunistas debemos ser autocríticos con la intervención de parte de los comunistas durante el siglo XX en los movimientos sociales.

En ese sentido, se debe desterrar la práctica de crear direcciones burocratizadas para los distintos frentes de lucha, que obedecen mecánicamente las órdenes del partido. Tampoco ayuda una concepción de los movimientos como “nidos” de nuevos militantes para el partido. La consecuencia lógica es la creación de plataformas y estructuras “chiringuito” dependientes de los partidos.

Las asambleas son herramientos mucho más apropiadas, en general, para los frentes, ya que su flexibilidad les da mayor capacidad de integración y participación. Además, una estructura independiente fomenta el respeto mutuo entre partido y frente de masas.

Los CJC, actualmente, apostamos por la asamblea como estructura para la mayoría de frentes de masas, aunque sin descartar el papel que pueden jugar otras estructuras. Un ejemplo es el movimiento estudiantil, donde apostamos por las asambleas antes que por las asociaciones.

Sin embargo, el movimiento asambleario suele plantear varios propuestas que considero erróneas. En concreto, la no intervención de organizaciones políticas, la absoluta horizontalidad y el rechazo al concepto de hegemonía.

Como señalé antes, la hegemonía entendida como imposición o subordinación, no tiene cabida en la praxis política de los comunistas. Pero el concepto de hegemonía de las posiciones del socialismo científico es muy necesario actualmente. Dos son los motivos fundamentales:

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Al estructurar el movimiento popular, que lucha por la superación del capitalismo, no juegan el mismo papel un sindicato (lucha fundamentalmente económica y defensiva), un frente (lucha parcial), que un partido (alternativa global, en todos los frentes y a todos los niveles para la sociedad capitalista). El papel del partido tiene que ser el de tener a los militantes más concienciados y con mayor trabajo, capaces de dirigir no sólo luchas parciales o económicas, sino una lucha global capaz de desplazar al actual bloque de poder oligárquico.

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Una asamblea se compone de personas con muy diferentes grados de conciencia política para hacer frente a un problema concreto (el patriarcado, la destrucción del medio ambiente, el Plan Bolonia,…). Un partido tiene a militantes con el máximo grado de conciencia política: los cuadros. La participación y la hegemonía de los revolucionarios del partido del socialismo científico es fundamental para hacer avanzar las posiciones de la asamblea y para integrar la lucha sectorial con la lucha global a todos los niveles contra el sistema de dominación capitalista.

Por lo tanto, creo que asamblea y hegemonía no son conceptos enfrentados, sino necesariamente complementarios. Son dos partes fundamentales para el futuro de la lucha revolucionaria.

b) El marco europeo de la lucha de clases

Los comunistas, desde la fundación de la III Internacional en marzo de 1919, hemos optado por organizarnos según el criterio de “Un Estado, Un partido” para los países del capitalismo central, con otras variantes específicas para las situaciones de opresión colonial (no confundir con la opresión nacional).

Esto se fundamenta en tres motivos básicos:

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La burguesía tiene como marco fundamental de ejercer su poder al Estado, por lo que la lucha más efectiva contra un poder burgués se da coordinando todos los esfuerzos y luchas del territorio donde esta burguesía está organizada.http://www.blogger.com/img/blank.gif
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El proyecto de cada partido comunista es la construcción del socialismo en su Estado, articulando la nueva sociedad sobre el criterio de la autodeterminación nacional, pero sin caer necesariamente en el Estado nacional. Los comunistas somos internacionalistas y este respeto por las singularidades nacionales permite la convivencia de varias naciones en un Estado.
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Una condición esencial para derrotar a la burguesía de un Estado es que la lucha de todo el territorio se coordine y dirija para golpear de forma unida. Para los comunistas, dirección única e intervención específica en cada territorio se conjugan a la perfección en el centralismo democrático. El centralismo democrático, llevado hasta sus últimas consecuencias, exige la existencia de un único partido para todo el Estado y, a ser posible, una Internacional por encima de todos estos partidos, evitando estrategias contrapuestas del proletariado de los diferentes países.

Desde 1943, los y las comunistas vivimos “huérfanos” de una Internacional, aunque esto se dejó notar especialmente a partir de 1991, con la caída de la Unión Soviética.

A medida que la Unión Europea avanza en su integración, se va conformando un marco europeo de lucha de clases que, si bien no supera aún en importancia a los marcos estatales, sí debe ser tenido en cuenta.

Por eso, la coordinación y unidad de los comunistas a escala europeo y mundial se hace cada vez más necesaria. En este sentido, en los últimos años se han multiplicado exponencialmente los seminarios y encuentros internacionales de partidos comunistas y obreros y en las últimas elecciones europeas se presentó por primera vez una candidatura conjunta de 21 partidos comunistas, con el PCPE representando al Estado Español en ella.

Hay que prestar atención a este tipo de iniciativas, pues son el germen de la futura organización internacional de los y las comunistas. Estos avances se van concretando en numerosas inicativas, de las cuáles la última ha sido la revista teórica internacional: http://www.iccr.gr/site/es.html .

c) En conclusión

Algunas conclusiones básicas de este artículo son las siguientes:

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La Unión Europea es un proyecto imperialista de la oligarquía europea -especialmente, la francoalemana- y, por tanto, no es reformable en sentido progresista. Es necesario luchar por la salida del Estado Español de sus estructuras, dejando de lado propuestas socialdemócratas de una “Europa social”.
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Ante la presidencia española de la UE, debemos responder con lucha. Como jóvenes,
importante la lucha contra el modelo europeo de Educación (el Plan Bolonia), en el encuentro que se dará en Madrid en abril. En mayo, el movimiento antiimperialista tiene dos importantes citas.
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La oposición a la UE no puede darse únicamente ante la Presidencia Española, sino en todo momento. Es necesaria la coordinación para la lucha de todos los revolucionarios a escala europea.

Juan Nogueira López

Secretario General de los CJC

1El Imperialismo, fase superior del capitalismo. Obras escogidas, Editorial Progreso.

2El Imperialismo, fase superior del capitalismo. Obras escogidas, Editorial Progreso.

3La Directiva Bolkestein permite a las empresas de la Unión Europea aplicar las legislaciones laborales de sus países de origen, aunque operen en otro Estado. De esta forma, una empresa de otro Estado de la UE que opere en el Estado Español, aplica el Derecho a Huelga según las regulación de su país de origen, que pueden ser incluso más reaccionarias que las que se aplican aquí. Sucede lo mismo con las condiciones de contratación, despido, la Seguridad Social,… etc El salario mínimo queda excluido del “país de origen”, pero en la práctica se aplica en ocasiones, ya que muchos países de la UE no tienen regulado un salario mínimo.

4Centros de Internamiento de Extranjeros, donde las condiciones penitenciarias y de hacinamiento hace recordar a los antiguos campos de concentración.

5Vicepresidenta española.

6El Imperialismo, fase superior del capitalismo. Obras escogidas, Editorial Progreso.

7El autor Francis Fukuyama escribió un libro titulado “El Fin de la Historia” que teoriza que tras la derrota del comunismo, el sistema capitalista democrático es el acabado perfecto, el modelo de sociedad en el que finaliza la evolución humana y con el que se logrará la armonía, el fin de las guerras y toda una serie de logros que el tiempo se ha encargado de desmentir.

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